Blondie
La banda jugó a ser frívola, pero en el fondo estaba sacralizando la canción pop de tres minutos como imbatible arma de diversión
25 octubre, 2021 00:00Tomaron su nombre artístico de un cómic creado en 1930 por Chic Young y que narraba las andanzas de una rubia muy espabilada, la tal Blondie, y el metepatas de su novio (y marido a partir de 1933), Dagwood, cuya principal seña de identidad es su amor a los bocadillos. Jugaban con el tópico de la rubia tonta que no lo es en absoluto y fueron lo más pop (y uno diría que casi
yeyé) que pudo verse actuar en el mítico club del Bowery neoyorquino CBGB en los primeros tiempos de la new wave, aquel regreso a la melodía que sucedió al punk o se solapó con él. Aparentemente, Blondie solo era una pandilla de tíos más con una rubia vistosa al micrófono, y algunos se tomaron esta descripción de manera literal para despreciarlos por frívolos y banales. Error. Craso error. Detrás de esas canciones generalmente alegres y moviditas había un serio empeño por reivindicar las esencias clásicas del rock & roll surgido de los privilegiados caletres de la pareja sentimental que estaba al frente de la banda: la cantante Deborah Harry, alias Debbie, y el guitarrista Chris Stein. Blondie jugaban a ser frívolos, a componer canciones para pasar el rato, pero en el fondo estaban sacralizando la canción pop de tres minutos como imbatible arma de diversión en absoluto reñida con la seriedad.
Aunque siguen activos en la actualidad, Blondie dijo todo lo que tenía que decir con sus cuatro primeros álbumes: Blondie (1976), Plastic letters 1978), Parallel lines (1979, el primer elepé en disponer de un videoclip para cada uno de sus temas, así como uno de los primeros en gozar de una pequeña tirada en picture disc, con una foto del grupo impresa en cada cara y que fue la que me tocó a mí en el reparto promocional de Ariola, que distribuía en España por aquella época los productos del sello Chrysalis) y Eat to the beat (1979). No hay en ellos ni una mala canción, y en Parallel lines no sobra ni una, siendo uno de esos raros discos en los que el material resulta impecable de principio a fin. Con Autoamerican (1980), el estado de gracia empezó a desvanecerse, aunque sus escasos hits empiezan ahí: es el caso de su versión del tema jamaicano The tide is high o de la colaboración de Debbie con Giorgio Moroder en la canción Call me, incluido en la banda sonora de la película de Paul Schrader American gigolo. Broncas internas, una grave enfermedad degenerativa de Chris Stein, abuso de drogas, managers chungos y demás clásicos de la cara oscura del rock condujeron a la separación de Blondie en 1982. Yo diría que con la satisfacción del deber cumplido: se reunieron de nuevo en 1997 y siguen actuando a día de hoy, pero poco tienen que añadir al canon pop tras sus cuatro impecables álbumes de finales de los setenta.
Debbie Harry intentó una carrera en solitario durante la separación que no la llevó muy lejos. Tuvo (y tiene) una esporádica carrera cinematográfica que la ha llevado a trabajar con directores como David Cronenberg o Isabel Coixet, demostrando ser una secundaria muy solvente. En el fondo, siempre tuvo algo de actriz: en el grupo de hippies en el que cantó antes de conocer a Stein, The wind in the willows (responsables de un solo disco a finales de los sesenta que no funcionó, aunque no estaba del todo mal), interpretó a la proverbial muchacha californiana de largo pelo lacio y dulce carácter (pese a haber nacido en Miami en 1945). Durante una breve etapa de su vida trabajó como conejita en un club Playboy. El punk y la new wave la pillaron con más de treinta años y siempre dio más la impresión de estar interpretando un nuevo papel que de creerse el signo de los tiempos. Ella misma lo explica muy bien todo en sus memorias de 2019, Face it (traducidas aquí como De cara).
Chris Stein (Brooklyn, Nueva York, 1950), se acabó separando de Debbie, con la que nunca quiso tener hijos, y se casó con otra más joven, a la que no tardó mucho en fabricar dos retoños (la cosa recuerda un poco a lo de Jack Nicholson con Anjelica Huston, ¿no?). Se recuperó bastante bien de sus dolencias y Debbie asegura que sigue siendo su mejor amigo. Convertidos en una tribute band de sí mismos, Blondie sigue actuando porque también los septuagenarios se aburren y tienen que hacer algo para entretenerse (fijémonos en los Stones), pero lo mejor es volver regularmente a sus cuatro primeros discos, esas joyitas con las que reinventaron el pop para su generación, que también es la mía. Aunque el eslogan Pure pop for now people se lo inventó Nick Lowe para otra iniciativa musical, a pocos grupos los define tan bien como a Blondie.