Parte de la portada del libro Tokyo Vice, de Jake Adelstein / PENÍNSULA

Parte de la portada del libro Tokyo Vice, de Jake Adelstein / PENÍNSULA

Letras

El judío que desafió a la 'yakuza'

Las páginas de 'Tokyo Vice' no hablan sólo de la lucha de Adelstein contra la mafia japonesa y Goto, jefazo de la Yamaguchi-gumi

13 octubre, 2021 00:00

El periodista norteamericano Jake Adelstein (Columbia, Misuri, 1969) se trasladó a Japón a los diecinueve años para estudiar la literatura de ese país en una universidad de Tokio. Familiarizado con el idioma hablado y escrito, se convirtió en el primer occidental que escribía en el Yomiuri Shinbun, el diario más importante de Japón y el más vendido (cuenta con una edición en inglés, pero nuestro hombre se la saltó para instalarse directamente en la casa madre). Adscrito a la sección de sucesos, acabó enfrentado a un notorio mafioso local, Tadamasa Goto, que casi se lo lleva por delante, a él y a su familia (Adelstein está casado con una japonesa con la que tiene dos hijos), por meter su prodigiosa nariz semítica en sus turbios asuntos, y acabó bajo la protección del FBI. Frecuentemente comparado con el italiano Roberto Saviano, Adelstein no sufre una vida tan achuchada como la del autor de Gomorra, pero es indudable que le ha ido del canto de un duro para acabar francamente mal. Y como buen judío, ha sido capaz de narrar con un eficaz sentido del humor sus tribulaciones en Japón: lo comprobará cualquiera que lea su libro de 2009 Tokyo Vice, que acaba de publicar Península entre nosotros y que pronto se convertirá en una serie de HBO dirigida por Michael Mann.

Tokyo Vice no se centra en la heroica lucha de Adelstein contra Goto, jefazo de una escisión de la yakuza más potente de Japón, la Yamaguchi-gumi, que cuenta con cien años de historia. De hecho, su enfrentamiento con la mafia local es un elemento más de estas amenas memorias de un periodista gaijin (o sea, occidental) en el país del sol naciente, sector chusma infecta. Cargado de información sobre la vida cotidiana en Japón, en general, y sobre la práctica del periodismo de sucesos, en particular, Tokyo Vice constituye una inmersión, tan didáctica como apasionante, en una cultura que nos cae muy lejos y que solo conocemos un poco a través de libros, películas y cómics. Y aunque la gente es básicamente igual en todas partes, Adelstein nos explica muy bien cómo funciona la psique nipona en todas sus vertientes: de la amistad al trabajo, pasando por el sexo y el crimen y llegando a la conclusión de que, aunque puede que Kipling tuviese razón cuando dijo aquello de que occidente es occidente y oriente es oriente, no por ello debemos olvidar que a todos los humanos nos mueven las mismas cosas, tanto si tenemos los ojos redondos como si los tenemos rasgados.

Por deformación profesional, Tokyo Vice se desarrolla básicamente en ambientes poco recomendables: Jake solo se trata con policías, criminales, furcias y colegas de oficio. Aunque se detecta en el Japón que describe un cierto racismo desacomplejado, nuestro hombre, al que muchos toman por iraní, consigue, casi, acabar siendo considerado “uno de los nuestros” o, por lo menos, un simpático excéntrico al que le ha dado por convertirse en japonés y al que hay que dar cuartelillo tras haberle hecho un poco la puñeta por gaijin.

Pese al tono humorístico que impera en el libro (ausente siempre en los de Saviano, lo cual no es de extrañar), Tokyo Vice es implacable con la yakuza, resaltando su extraña relación con la sociedad (en Japón hay revistas para fans de la mafia, de la misma manera que en México triunfan los narcocorridos) y, sobre todo, con quienes están moralmente obligados a combatirla, los políticos y la policía, cuya dejadez y a veces connivencia son eficazmente señaladas por el autor, aunque la pasión que siente por su país de adopción es evidente: en 2017, el señor Adelstein, un judío de la América profunda, se convirtió en sacerdote budista. Y, por suerte para él, a su némesis en la yakuza, el siniestro Goto, le dio también por la trascendencia religiosa y se embarcó en un largo proceso de redención que le ha quitado las ganas de eliminar al maldito gaijin que se esforzó en amargarle la existencia. Solo la triste desaparición de Helena, una informante occidental del periodista que se dedicaba voluntariamente a la prostitución y que éste no se quitará de la cabeza en la vida, empaña lo que a todas luces puede calificarse de happy end.

Los lectores que, como quien esto firma, se hayan visto atrapados en las páginas de Tokyo Vice y sepan inglés, harán bien en adquirir los dos siguientes libros del señor Adelstein, inéditos en español: The last yakuza (2016) y Pay the devil in bitcoin (2017). En cuanto a la serie de Michael Mann para HBO, lo único que puedo decir es que el bueno de Jake tiene un aire a Adam Sandler…