Portada de Patria, libro de Fernando Aramburu / TUSQETS

Portada de Patria, libro de Fernando Aramburu / TUSQETS

Letras

Cuando una novela vale por cien ensayos

El poder de dos escritores, como Vargas Llosa y Aramburu, con dos títulos, 'Tiempos recios' y 'Patria' plantea una reflexión sobre cómo la ficción permite explicar la realidad

6 diciembre, 2020 00:00

La influencia de la novela en la formación de la opinión pública es sensacional. Y extraña. A veces, ahí donde el periodismo, veraz o no, no es creído, donde los testimonios no son creídos o atendidos, donde los ensayos más penetrantes e iluminadores no penetran en los prejuicios arraigados, llega la extraordinaria fuerza persuasiva de la ficción novelesca.

Recientemente tenemos dos ejemplos de la acción de la novela sobre la sociedad española, o sobre capas significativas de ella no especialmente documentada sobre la realidad sociopolítica americana. Dos ejemplos de naturaleza positiva, en el sentido de la tesis de Ghéhenno cuando critica a Sartre por lo que llama “las divagaciones provocadoras, falsamente cínicas, de los irresponsables”, a propósito de su obra teatral A puerta cerrada (donde figura, por cierto, la célebre sentencia “el infierno son los demás”). “Un verdadero escritor”, dice Guéhenno, sin pensarlo, sin tener que quererlo, escribe siempre por mi bien, por el bien de algo en mí. Él mismo busca el camino de su bien, me obliga a acompañarle durante un rato por su camino, hacia su luz. Todo lo demás es moda y amateurismo”.

El papel de Estados Unidos

 

 

El primero de los ejemplos es el de la novela de Mario Vargas Llosa Tiempos recios. Ambientada en Guatemala en 1954, más allá o más acá de la peripecia de la trama, explica cómo Estados Unidos, para apoyar los intereses económicos de la United Fruit en América Central, tumbaron el gobierno democrático de Jacobo Árbenz, cuando Árbenz intentaba precisamente aplicar las recetas de la democracia norteamericana a su desdichado país y hacerlo avanzar hacia el progreso económico del american way of life.

Aquel golpe, del que muy pocos españoles tenían memoria o conciencia, que precisó el bombardeo de los cuarteles del ejército guatemalteco y la corrupción de parte de su generalato, además de ser un abyecto crimen de Estado tuvo consecuencias fatales para Hispanoamérica. Desde entonces los combatientes que luchaban por derrocar las tiranías y dictaduras oligárquicas de los diferentes países supieron que el camino hacia la democracia homologada en Occidente estaba cegado precisamente por Estados Unidos, país que lejos de ser, como debería, su mayor avalador, solo atendía a sus intereses económicos inmediatos: para Washington el discurso de la democracia era el elegante “interface” de una mecánica depredadora. Castro y sus barbudos, por ejemplo, tenían muy presente el caso de Árbenz y tras derrocar a Batista buscaron un amparo alternativo… en la ideología marxista-leninista y en la URSS.

El escritor Mario Vargas Llosa / EFE

El escritor Mario Vargas Llosa / EFE

Que esto lo explique, bajo la forma de una novela competente y amena, un gran escritor bien conocido por sus convicciones políticas liberales, le da mucho más valor de veracidad a la tesis, agrega un enorme valor extraliterario a Tiempos recios y honra al autor con un blasón más distinguido aún que el premio Nobel. Aunque Tiempos recios no haya sido un “best seller”, como todos sus libros se sigue vendiendo y es probable que su luminosa influencia se prolongue, aunque sea en sordina, durante décadas.

El efecto de 'Patria'

En cambio el efecto revulsivo de Patria –previamente anunciado, algunos años atrás, por los estupendos cuentos de Los peces de la amargura-- se ha hecho notar de inmediato merced al éxito fulminante, repetido ahora en un serial para las pantallas, que parece que es “la serie de moda”. Acaso la sociedad española estaba, sin saberlo, esperando desde tiempo atrás una novela así para conmoverse y entender el horror del País Vasco y de su producto más famoso, el terrorismo de ETA. Lo curioso, me parece, es que Guipúzcua no está en Asia Central u otro confín remoto, sino a la vuelta de la esquina, y sobre lo que allí solían llamar, con un término de lacerante neutralidad, “el conflicto”, disponíamos de abundante literatura, libros de memorias, escritos por víctimas, verdugos, policías y testigos cercanos; disponíamos de análisis históricos, sociopolíticos y antropológico-geográficos, documentos e información a espuertas; disponíamos de conocimiento de primera mano, en fin, ya que aquello lo vivimos día a día. Pero ha tenido que venir una ficción como Patria para abrir los ojos a muchos.

El escritor Fernando Aramburu, firmando libros en el Sant Jordi de 2019 / EP

El escritor Fernando Aramburu, firmando libros en el Sant Jordi de 2019 / EP

A pesar de que el serial conlleva algunos elementos edulcorantes de la realidad y los inevitables fariseísmos de la equidistancia --sobre todo en la versión serial, no en la novela--, Patria ha ejercido, está ejerciendo una labor pedagógica importante de revelación de la realidad. No, desde luego, en el sector sociológico del nacionalismo pétreamente fanatizado e irrecuperable, pero sí en el mundo sociológico nacionalista no muy ideologizado: les ha hecho, les está haciendo ver lo que sucedía delante de sus narices y no habían querido o sabido ver hasta poder leerlo en la codificación de una novela bien urdida y bien llevada. En este sentido la de Aramburu es una obra eficiente y cumple perfectamente con la misión aclaratoria, civilizadora, de la literatura. De ahí también la incomodidad que provoca en determinados elementos oscurantistas; pero esto ya es cosa de importancia menor.