Cartel de la película 'Bajo el volcán', de John Huston, basada en la novela de Lowry

Cartel de la película 'Bajo el volcán', de John Huston, basada en la novela de Lowry

Letras

‘Bajo el volcán’, lava que vuelve

Random House reedita la primera versión de la mítica traducción al español de la novela autodestructiva de Malcolm Lowry, firmada por Raúl Ortiz y Ortiz

19 agosto, 2020 00:00

Existen traducciones que un reconocimiento universal aúpa a la condición de clásicas y que se acercan tanto al original que reencarnan en ediciones sucesivas. Por medio de ellas el mundo lee a su autor vestido de una nueva lengua, siendo el cuerpo y el carácter los mismos. Es lo que ha sucedido con la versión en español de la novela Under the Volcano de Malcolm Lowry: entre nosotros, Bajo el volcán, traducida por Raúl Ortiz y Ortiz. El libro acaba de ser reeditado por Literatura Random House con nuevo prólogo del mexicano Julián Herbert. La elección del prologuista es tan acertada como, quizá, un regalo envenenado para su autor: Herbert es un brillante escritor aún joven que ha abandonado el alcoholismo (su manera elegante de exponerlo es “la luz legra del alcohol, un milagro envenenado al que no soy ajeno”). Se imagina uno lo que habrá sentido al releer la novela que tiene por protagonista a un alcohólico en ejercicio: el ex cónsul británico Geoffrey Firmin.

Herbert sitúa bien la novela ante la crítica y espanta de un manotazo el juicio tontorrón de quien minusvaloró Bajo el volcán porque el libro recurre a otros libros y se mira en ellos (es cierto que se trata de una especie de infierno dantesco, y varias cosas más). Guillermo Cabrera Infante, que intentó fallidamente (como Luis Buñuel y Jorge Semprún) escribir el guión cinematográfico de Bajo el volcán, la calificó de “una historia de amor, de locura y de muerte”. Según Octavio Paz, su tema es “la antigua historia de la expulsión del paraíso”. La versión de Ortiz, que ha recibido los epítetos de “mítica” o “legendaria”, mereció el Premio Alfonso X de Traducción Literaria en 1987.

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Edición en inglés de 'Under Volcano' / PEGUIN 

Preguntado por su trabajo, Ortiz declaró: “Una de las grandes virtudes de Bajo el volcán es su extraordinaria musicalidad. La armonía campea a lo largo del libro. Traducirlo plantea, en ciertos casos, el problema de conservar toda la belleza con instrumentos que no fueron elaborados para expresarla: en inglés la resonancia de varias sílabas en una frase, oración o capítulo es un deleite, una armonía, pero al traducirla al español hay vocablos que producen cacofonías. Por eso necesitaba que la forma y el fondo aspiraran a ser como la música, sin más distorsión que la necesaria para precisar con exactitud dolor, tristeza, júbilo”. A fe que consigue la eufonía y que las palabras se muestren lozanas sin señal de que fueron esquejes trasplantados de otra lengua.

Hay algo importante, además, que hace que el traductor sea el idóneo a priori (algo que luego demostró con el resultado). Nacido en 1931, Ortiz, que murió en 2016, era mexicano. Para verter una novela que se desarrolla en cantinas y quebradas de la capital del Estado de Morelos, ese dato no parece nada baladí por la importancia que tiene aprehender el espíritu del lugar. La traducción de un manchego o de un rioplatense, por ejemplo, podrían ser igualmente certeras en la traslación del inglés, ¿pero a qué forma del español, con qué sabor?

Ortiz tuvo por primera vez conocimiento de la obra gracias a la traducción francesa de 1949, de la que le hablaron unos amigos suyos (diplomáticos, como el cónsul Firmin). Esto fue hacia 1956-57. En 1961 le fue ofrecida la posibilidad de traducirla al castellano. Trabajó cuatro horas diarias durante cerca de tres años, y los fines de semana se iba a continuar su trabajo en la paz de un monasterio en las afueras de Cuernavaca. Para la versión definitiva se benefició de las sugerencias de Max Aub, José Emilio Pacheco y Rosario Castellanos. No era traductor profesional. Luego no quiso traducir ya nada, aunque estuvo tratando de conseguir la autorización para poner en español a Céline (como es sabido, dueño de una prosa muy personal y difícil).

Raúl Ortiz y Ortiz

Raúl Ortiz y Ortiz

El traductor mexicano Raúl Ortiz y Ortiz

Ortiz fue un traductor minucioso. Afortunadamente, recogió un importante acervo sobre el autor y el libro en un volumen que tituló Archivo Lowry y que recoge el cuento de 1936 que sería el germen de la novela, una carta que refiere lo mucho que el inglés tuvo que padecer con las autoridades de México en 1946 y muchos otros materiales, incluida la correspondencia que el traductor cruzó con la viuda del novelista. Se retrasó con la aquiescencia de ella y la comprensión a regañadientes de la recién fundada editorial Era (que este agosto cumple los sesenta años). A lo largo del tiempo, aunque hoy no esté ya en su catálogo, el libro ha sido uno de los más vendidos de la editorial. Escribo vendido y me refiero tanto a los ejemplares editados por ese sello como a los que, comprados los derechos, sacaron otras editoriales.

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Ortiz, como era lo habitual en aquella época (recuérdese el caso sangrante de Matilde Horne, la traductora de Tolkien al español), no percibió regalías una vez cobrado a tanto alzado su trabajo. Y Era vendió la traducción, por ceñirme a España, a Bruguera (por primera vez, en 1981), Círculo de Lectores, Seix Barral y Tusquets, que era quien la había publicado más recientemente. Curiosamente, Bajo el volcán está disponible en los dos grandes grupos editoriales en español: Planeta y Random. También, y más curiosamente aún, esas traducciones (aun firmadas por la misma persona) difieren.

Las disparidades son tantas que apenas las mencionaré para no marear al lector. Perfectamente podrían ser objeto de un estudio pormenorizado al que invito a cualquier estudiante de traductología. Resumidamente, se puede decir que la traducción fue modificada sin autorización de Ortiz (práctica que no era inusual por condenable que hoy parezca), para adaptarla al español de España. Un cotejo de la primera edición en Bruguera muestra que se respetaron los mexicanismos. Es esta la que ha recuperado Literatura Random House, que adquirió el catálogo de la editorial barcelonesa. 

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Cualquier duda que hubiera sobre cuál es el original del traductor mexicano queda dilucidada al aparecer la palabra “alberca” (Random), que en la otra edición (Tusquets) es “piscina”. Líneas más arriba, hallamos respectivamente “estadounidense” y “norteamericano”. Más: “voltearon”/“se volvieron”, “pescamos”/“cogimos”.  Pero hay cosas sorprendentes: en la edición de Random leemos un escueto “los maizales”, que en Tusquets se amplifica (“los lejanos haces de maíz”) de un modo que solo parece posible hacer si se tiene en cuenta el original inglés: “the distant trussed cornstalks”. Poco más adelante, “a cactus farmer” es en Random “un campesino” y en Tusquets “un aguamielero”, exacta traducción (el DRAE aclara que en México es “la persona que extrae aguamiel para la elaboración del pulque”). Por otra parte, el doctor habla un inglés macarrónico que en ninguna de las dos versiones se conserva, aunque en Tusquest se intenta. Quauhnáhuac es el nombre de ese escenario literario que como Yoknapatawpha y Macondo solo existe en la obra de su autor y que ahora vuelve, recuperado su acento mexicano, a las librerías.