Rebecca West, música para una autobiografía
Seix Barral publica ‘La familia Aubrey’, el primer libro de ficción autobiográfica de una de las periodistas y escritoras británicas más importantes del pasado siglo
24 diciembre, 2019 20:00“El arte no es un lujo, sino una necesidad", escribió Rebecca West en The strange necessity, un texto ensayístico de 1928 que la escritora y periodista inglesa dedicó a la creación artística y que fue recogido en un libro –con el mismo título– en el que reunía otros breves ensayos, entre los que destaca uno dedicado a Ulises, de James Joyce. La pulsión creativa es un tema recurrente en la obra de West. Lo abordó desde la no ficción en un ensayo publicado en 1928, catorce años después de darse a conocer con su primera novela, Indissoluble matrimony. También lo hizo desde la ficción: primero, en su novela de 1929, Harriet Hume: A London Fantasy; después, en 1956, en La familia Aubrey, primer volumen de una trilogía de carácter autobiográfico cuyo tercer título, Cousin Rosamund, se publicó de forma póstuma en 1985.
Ambas novelas tienen como protagonista a una joven apasionada por el piano. Por un lado, tenemos a Harriet Hume, una joven que vive para la música. Por otro está Rose, una niña que ha heredado el talento musical de su madre, que vive con la esperanza de que su hija pueda realizar la carrera que ella abandonó tras casarse y convertirse en una devota esposa. Si para construir el personaje de Harriet Hume, West se inspiró en la reputada pianista Harriet Cohen, a la hora de crear a Rose no tuvo que mirar muy lejos: la protagonista de La familia Aubrey, novela que publica ahora Seix Barral con una espléndida traducción, como todas las que firman, Andrés Barba y Carmen M. Cáceres, es una transfiguración de la propia West.
En esta novela, y en las otras dos que completan la trilogía, la escritora reescribe mediante la fabulación su infancia y vida familiar, marcada por la falta de dinero a causa de los disparates de su padre y su intensa pasión por la música, verdadera ancla de salvación para Rose y sus dos hermanas. La música es una necesidad para las mujeres de la familia Aubrey, si bien no todas tienen las dotes musicales de Clare, la madre. Cordelia, la hija mayor, carece, de hecho, de habilidad musical, pero no es consciente de ello y, convencida de su talento y animada por la señorita Beevor, una profesora de cuestionable oído, dedica horas y horas al violín, ante el espanto de su madre y sus hermanas. Como señalaba West en su ensayo, Rose comprende que el arte es una potencia que te arrastra, una fuerza –“un impulso espiritual” en palabras de la propia West– de la que no se puede prescindir, que se convierte en necesidad, en felicidad y, a la vez, en condena. Arrastrada por su pasión, la música es la gran frustración de Cordelia; en el caso de Rose, por el contrario, el piano no solo es un instrumento que domina, sino que es el contrapunto a la situación familiar.
La familia Aubrey describe también con ironía crítica el papel de la mujer dentro del matrimonio, subyugada al marido y, sin embargo, verdadero pilar familiar. Esta visión de lo femenino responde a la ideología de la escritora británica, que escribió en una ocasión: “Nunca he sido capaz de averiguar qué es el feminismo; solo sé que la gente me llama feminista cada vez que expreso sentimientos que me diferencian de un felpudo”.
Su militancia feminista es incuestionable desde su primer primer artículo, escrito en 1911, en el periódico FreeWomen, que no firmaría con su verdadero nombre, Cicily Isabel Fairfield, sino con el que sería conocida posteriormente, el de Rebecca West, un homenaje explícito a la protagonista de La casa de Rosmer, obra de teatro de Ibsen. El compromiso político de la escritora británica está presente en toda su obra literaria y periodística, donde destacan sus crónicas sobre el juicio de Nuremberg para el The New Yorker, la narración de los traumas de la guerra en El regreso del Soldado o la situación de Yugoslavia en Cordero Blanco, halcón gris. Socialista convencida, West defendía el movimiento sufragista. Si bien muchas de sus novelas pueden leerse desde una perspectiva de género, esta lectura no las agota. La familia Aubrey tiene mucho de cuadro sociológico. En ella West describe un caso de desclasamiento burgués.
El conocimiento cultural, encarnado por las figuras del padre y la madre de la protagonista, ha dejado de ser un valor social. Ya no otorga prestigio en una sociedad donde el único capital válido es el económico. Clare, la madre, confía en que las dotes musicales puedan salvar a sus dos hijas pequeñas, pero la narradora sabe que el arte, lejos de representar un ascensor social, es, en la mayoría de las ocasiones, una pasión personal que conduce irremediablemente a la precariedad. En un mundo donde el capital cultural se ha disociado definitivamente del valor económico, ni la habilidad de Rose ni los desafinados acordes de Cordelia, cuyo talento no acompaña a sus aspiraciones artísticas, lograrán cambiar la percepción social de los Aubrey.