El rosario de tu madre está en Zagreb
La ciudad croata cuenta con uno de los museos más originales del mundo, dedicado a los objetos (y las experiencias) que simbolizan el desamor y las rupturas amorosas
8 noviembre, 2019 00:00La historia, la literatura y la biografía de cualquier mortal están llenas de fiascos amorosos. Algunos han sido la clave para el progreso universal. Sin Otelo estaríamos más huérfanos de óperas y teatros. Y sin las geniales adúlteras del siglo XX, Madame Bovary, Ana Karenina o Ana Ozores estaríamos muchísimo menos entretenidos. Pero estos corazones partíos, aparte del pelotazo del año 98 para Alejandro Sanz… ¿podrían contarse en un museo? Sí, se puede.
Al menos es lo que viene haciendo desde hace casi diez años en Zagreb, capital de Croacia, el Museo de las Relaciones Rotas, con una sucursal en Los Ángeles, California. Que la megalópolis del cine y el glamour pasado de lentejuelas tenga esta oferta se entiende, que de Románico y Renacimiento andan cortos, pero que una ciudad tan histórica y tan rica en patrimonio como Zagreb haya sido pionera en un museo con este tema resulta curioso y le añade su punto europeísta –y vetusto– a la propuesta.
El visitante que ve anunciado el museo acude creyendo que tal vez se encuentre con un puzzle de sonoras y célebres rupturas, ya sea en la ficción o en la realidad,. Nada más lejos. La idea de sus creadores es exactamente la contraria: armar un discurso museístico a partir de las experiencias de anónimos entusiastas que ceden objetos que simbolizan el fin de su amor, ya sea desde el rencor o la melancolía.
Igual que el bolero El rosario de mi madre que cantaba –como los ángeles– María Dolores Pradera, el Museo, ubicado en una zona céntrica de la parte alta de Zagreb, en pleno meollo turístico, muy cerca de un magnifico mirador sobre la ciudad, reúne muchos objetos curiosos, algunos de los cuales pasan del recuerdo al gore absoluto. Por ejemplo, la costra de la herida de un ex, sin ir más lejos, o el paracaídas en el que un joven amor hizo el viaje final, literalmente hablando, por no detenernos en símbolos religiosos o nupciales, que son los más abundantes.
Igual que el bolero
Destaca una botella-virgen-milagrosa que el novio chileno de una donante dejó a modo de despedida en la casa común de París que habían compartido un tórrido verano: un gesto hermoso acompañado por una nota en la que el amante explicaba que trajo la botella de su país para entregársela con devoción a la que iba a ser mujer de su vida, si no fuera porque la ínclita descubriera bajo la cama una maleta llena de las tales imágenes. También están los zapatos y el traje de MiuMiu con los que una joven italiana contrajo alegres y civiles nupcias con un señor que había pasado por la vicaría varias veces sin anular ninguna. O los restos de algún regalo que tras la ruptura terminó en la papelera.
Hay objetos extraños y objetos normales usados de forma disparatada, tal se supone al amor, versión Freud, ese estado de locura temporal. Los hay con función de exvotos, especialmente ante la desgracia de uno de los amantes ,y los hay como venganza, exhibidos por puro despecho, tirados a la cara del mundo por si a el/la canalla se le ocurriera darse un paseo por el museo y viera su historia contada sin remilgos.
La idea la tuvieron un productor de cine, Olinka Vištica y su novio el escultor Dražen Grubišić al quedar una día para devolverse muy civilizadamente los restos del naufragio de su relación. Lo que fue una ocurrencia para aliviar la tensión de semejante mal trago se convirtió en un par de años en una exposición que inauguraron en 2006 y que cosechó tal éxito que les animó a convertirlo en un formato cultural permanente. La colección comenzó con sus propios fetiches y los que le pidieron a familiares y amigos. Mientras la primera muestra de objetos giraba por medio mundo (Argentina, Bosnia y Herzegovina, Alemania, Macedonia, Filipinas, Serbia, Singapur, Eslovenia, Sudáfrica, Turquía, Reino Unido y Estados Unidos) fue nutriéndose de las aportaciones de quienes –por rencor o sentido del humor– han ido cediendo piezas y testimonios.
Cada elemento expuesto en este museo tiene una explicación aneja, en la que se relata su significado, algunos desgarradores (voces de personas que ya no están en este mundo) y otros tipo Tarantino, como el hacha descomunal con la que una mujer berlinesa hizo añicos todos los muebles de su ex cuando éste cruzó la puerta. de casa. Tiene también un aparte menos levantico y plañidero y, sin embargo, más conmovedor y reciente: los objetos de refugiados, huidos o migrantes que recibieron sus esposas y novias antes de su desaparición, ya fuera tras travesías asesinas o éxodos desesperados por países en guerra. Todos ellos, como explican sus creadores, "crean un espacio de memoria segura o recuerdo protegido para preservar el patrimonio material e inmaterial de las relaciones rotas". Tanto por la intención como por la originalidad (y sinceridad) de los objetos esta iniciativa cultural logró en 2011 el Premio de Hudson del Kenneth, otorgado por el Foro de Museos Europeos (EMF). Su valor: la mirada diferente ante una realidad que es por un lado pura antropollogía y, por otro, una catarsis colectiva.
La museografía del centro del desamor va cambiando por la fragilidad de lo exhibido (como las raptas de un antiguo amor o los otaku de un hijo perdido) y a medida que aumentan las donaciones. Cuando esto sucede, el Museo reúne el material exhibido en su página web, que funciona como una colección permanente paralela. A esta doble exhibición se suma una sala especial: el confesionario, donde el visitante deja generalmente mensajes contando su verdad y largando del otro. Casi al final del recorrido, una vitrina y en ella un post-it dejado en casa y escrito con tal premura que la frase del adiós queda inconclusa. Amores cobardes, que diría Silvio Rodriguez. Más gloria deja que la que lleva, que diría mi abuela.
Ya saben: en lugar de arrojar maletas, trofeos de futbito o cedés por la ventana, que tiene el riesgo de recibir una multa municipal por ensuaciar la vía pública, donen ustedes al Museo de las Relaciones Rotas de Zagreb los restos de su malhadado amor. Se sentirán, si no mejor, sí como una Tita Cervera cualquiera con su particular y filantrópica aportación al Arte.