Columnas de la antigua Avenida de la Luz / PASEODEGRACIA

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Letras

Avenida de la Luz, vida subterránea

La que fuera la primera galería comercial bajo tierra de Europa, construida en Barcelona, se dejó morir como tantas otras cosas en la ciudad

3 junio, 2019 00:00

Todavía echo de menos, de vez en cuando, la Avenida de la Luz, aunque la conocí ya en su larga etapa de decadencia. Me gustaba de ella su inconsciente retro futurismo, su condición de subterráneo ajeno a la realidad exterior en el que nunca sabías la hora que era, su extraño parecido con esos pueblos falsos que el ejército norteamericano edificó --situando maniquís por las calles-- para sus pruebas nucleares de los años 50 en el desierto de Nuevo México, su tono de ciudad pionera en un escenario post apocalíptico en el que el aire ya no se podía respirar…

Se construyó en 1940, obedeciendo las obsesiones de un iluminado --¡nunca mejor dicho!-- llamado Jaume Sabaté Quixal, que pretendía fabricar una miniciudad subterránea que se extendiera entre la plaza de Cataluña y la de Urquinaona. Se tuvo que conformar con una especie de espacioso sótano bajo la calle Pelayo, entre la plaza de Cataluña y las calles Balmes y Vergara, aprovechando un túnel horadado por los Ferrocarriles catalanes para la exposición universal de 1929, aquella que los barceloneses no acabamos de pagar nunca y que nos quitó las ganas de grandes eventos hasta las olimpiadas del 92.

En su momento, fue la primera galería comercial bajo tierra de Europa. Y a mí me encantaba, desde la adolescencia, bajar a aquel inframundo, darme una vuelta por ese decorado postnuclear y, a ser posible, ver una película en su cine, que se inauguró en 1943 con un programa a base de cortometrajes de Walt Disney y que chapó en 1992 --ya convertido en cine porno y dos años después del cierre de todo el complejo-- con la proyección de El placer entre las nalgas. De gran éxito, supongo, entre la chusma de todo tipo que poblaba el lugar en sus últimos tiempos.

Sabino Méndez le dedicó una de sus mejores canciones para Loquillo y los Trogloditas, Avenida de la Luz, una pieza melancólica y elegíaca que hablaba de aquel mundo subterráneo como si se tratara de Xanadú o Avalon. En su momento más álgido, la Avenida de la Luz llegó a albergar 65 locales --barbería, estanco, salón recreativo, máquinas de coser y de escribir, abundantes bares en los que aislarse de la realidad exterior, un cine y una churrería, entre muchos otros que fueron palmando por etapas-- y a convertirse en una de las rarezas más peculiares de Barcelona. A diferencia de los actuales malls, tan modernos y tan asépticos, la Avenida de la Luz parecía el hábitat natural de una vida clandestina y una alternativa razonable cuando el exterior se te antojaba hostil e irrespirable. Angel Jové deambuló por ahí en una secuencia de la película de Bigas Luna Bilbao. Loquillo rodó el videoclip del tema homónimo de Sabino.

Canción 'Avenida de la Luz' / LOQUILLO Y LOS TROGLODITAS

Dejamos morir la Avenida de la Luz como tantas otras cosas en esta ciudad, encajando con displicencia su decadencia y sin mover un dedo para otorgarle una nueva vida. Ya desde el principio pusimos coto a los planes expansivos del soñador Sabaté. Y luego dejamos que esa miniciudad del futuro se hundiera en la irrelevancia y nadie hiciese nada para salvarla. Los barceloneses, ya se sabe, somos bastante dados a encontrar el placer entre las nalgas, aunque solo sea de manera metafórica.