Locura, hogar y humor de Bobby Baker
La exposición de los dibujos de esta artista británica es concisa pero iluminadora y la revelan como una magnífica portavoz de los valores y las reivindicaciones del actual movimiento feminista
17 marzo, 2019 00:00Una de las exposiciones más recomendables, dentro de su modestia, es la de la reputada artista británica Bobby Baker, que se titula Tarros de Chutney, en la Casa Encendida de Madrid. Es una exposición breve, de entrada gratuita, que está haciendo cierto ruido entre los espíritus finos y despiertos de la capital.
Conocer a Bobby Baker es amarla. Su exposición ocupa sólo dos salas en la Casa encendida. En la primera se exponen un centenar de dibujos a la acuarela de su serie Epic Domestic, cada uno de ellos acompañado por una ficha en la que la autora explica el contexto, el motivo, el sentido del dibujo. Es un trabajo sin pretensiones de perfección, hecho --además-- con el tiempo contado, entre tareas de ama de casa con bebés a los que cuidar, y estas restricciones le dan un plus de sentido y de interés a las creaciones, que son simpáticas y bonitas, dicho sea a pesar de que esta palabra resulta sospechosa. Otros dibujos pertenecen a la serie Diary Drawings, una selección de entre los más de 700 extraordinarios bocetos realizados a lo largo de 11 años --a partir de 1997-- cuando, a raíz de una crisis mental, ingresó en un centro de día. Con ellos combate el estigma de la enfermedad, la medicalización y la falta de voz del enfermo, del paciente.
A unos dibujos y otros, como a toda la obra de Bobby Baker (BB), como a su misma presencia pública, los caracteriza lo testimonial, la naturalidad y un desenfado libertario que parece al borde del desequilibrio y que resulta enternecedor. Porque, ¿qué demonios hace esa señora gesticulante, vestida con una bata blanca y que en vez de pendientes y collares lleva colgados del cuello y las orejas hogazas de pan y grandes filetes de carne? Creo que es una magnífica portavoz de los valores y las reivindicaciones del actual rampante movimiento feminista. Y una encantadora maestra en desmitificación y naturalidad.
En la segunda sala de la exposición se proyecta una película documental en la que BB explica su trayectoria como artista plástica y performativa, respondiendo a una serie de preguntas; allí comenta que el conflicto de los géneros se manifestó en ella hasta en la elección de su nombre artístico, pues BB empezó a hacerse llamar "Bobby" de muy joven, cuando se dio cuenta de que en el mundo del arte, y en la sociedad en general, "ser chica no era importante". Así que se puso un alias masculino, como tantas mujeres con creatividad y deseo de expresarse hicieron antes.
La muy perturbada --si se me permite la confianza-- comparece siempre ante el público, en sus performances y en sus peroratas, vestida con una bata blanca: una decisión que tomó de joven "contra" Beuys, que iba siempre vestido de una forma de resonancias muy viriles, con su característico chaleco de pescador y su sombrero. La bata blanca le permitía a BB encarnar a una panadera, una enfermera o muchos otros roles asignados tradicionalmente a la mujer, “además de que vestir siempre con la misma indumentaria parece que confiere cierto poder”.
Su feminismo se manifiesta también en su estrategia artística, de la cual la misma exposición y su título es un ejemplo. Tarros de chutney alude a los primeros meses de la maternidad de la artista, cuando a pesar de sus estudios y prácticas en las mejores escuelas de arte británicas y de su pulsión creativa se sentía incapaz de un trabajo artístico ortodoxo… pero sentía una gran pasión por elaborar conservas caseras. Aquellos tarros cuidadosamente ordenados en pirámides eran consoladores, porque evidentemente eran útiles, gratos a la vida de la familia y según cómo los ordenase o dispusiera en las alacenas de la despensa también eran bellos, por lo menos en el sentido en que puedan serlo los botes de detergente Brillo o de latas de sopa de carne de Andy Warhol…
En sintonía con los filósofos de la última hornada después del descrédito de toda aventura artístico-mesiánica, que hablan del regreso a la intimidad, del cuidado de sí mismo, de la retracción hacia lo próximo y familiar y hasta del hogar, y nos piden que prestemos atención a lo excepcionalmente humano y societario que hay en la chimenea y el plato de sopa humeante, Bobby Baker se ha propuesto crear un partido: el Partido Doméstico Revolucionario, en el cual, según advierte, se reserva para sí misma el papel de líder, dibujante de los pósters y cartelería, y orador privilegiado para "inspirar a la gente a salir a la calle vestida de forma excéntrica a celebrar nuestra vida doméstica". El objetivo de esa revolución es dar valor a los trabajos y las experiencias ligadas a la vida hogareña, que tradicionalmente son "invisibles" y no reconocidas.
¿Va en serio todo esto o es un bromazo? Baker desde luego es una artista con un enorme sentido del humor y de la ambigüedad. "Ser subversivo y absurdo es algo que siempre puede interesar a la gente", sostiene. Todo eso, toda esta construcción o explicación de sus intereses y objetivos, no tendría ningún valor si sus dibujos no fuesen estupendos y su exposición en Casa Encendida estimulante y, como se dice ahora, "empoderante", no sólo para las mujeres. Tarda uno solo cinco minutos en querer a Bobby Baker.