El filósofo coreano Byung-Chul Han, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades

El filósofo coreano Byung-Chul Han, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades CASA DEL LIBRO

Ideas

Byung-Chul Han: entre la depresión y la esperanza

El pensador coreano, galardonado con el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, constata que en el régimen neoliberal es la propia libertad la que crea presiones: la obligación de rendir más y la necesidad de optimizar

Diderot, en defensa de la Ilustración en tiempos autoritarios

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Cuando aparecieron los dos primeros libritos de Byung-Chul Han (La sociedad de la transparencia y La sociedad del cansancio) fueron acogidos por el público con entusiasmo. No es que en ellos el filósofo propusiera un nuevo sistema que permitiera entender el mundo, pero sí abordaba y describía el estado de ánimo del hombre de hoy, sus relaciones con los demás, sus aspiraciones y sus fracasos. Y lo hacía con dos elementos perceptibles: claridad expositiva y brevedad.

Más allá del malestar en la cultura del que hablara Freud, Han era capaz de detectar el malestar personal en la vida. Un malestar generado por una forma de organización político-económica, el neoliberalismo, cuyos caminos terminaban siempre en la insatisfacción, cuando no en la depresión.

Byung-Chul Han (Seúl, 1959), galardonado con el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades de este mismo año, llegó a Alemania dispuesto a estudiar literatura. En su Corea natal se había formado en Metalurgia y no le interesaba en absoluto. Ya en Heidelberg cambió nuevamente de rumbo y se pasó a la filosofía. Tras obtener el doctorado empezó a dar clases en Freiburg, antes de aceptar un puesto en Berlín.

Perpetuo cansancio

Sus obras describen a un hombre, arrojado a un mundo (la expresión procede de Heidegger, a quien dedicó su tesis doctoral) que no comprende y lo somete. Sin coaccionarlo: más que ser una sociedad disciplinaria, la sociedad de hoy seduce hasta conseguir que el hombre acepte las obligaciones “libremente”.

“Ser libre significa no estar sometido a presiones. Sin embargo, en el régimen neoliberal es la propia libertad la que las crea. Esas presiones no vienen de fuera, sino de nosotros mismos. La obligación de rendir más y la necesidad de optimizar son presiones que nos ponemos libremente. Libertad y coerción coinciden aquí. Acatamos voluntariamente la obligación de ser creativos, eficientes y auténticos”, escribía.

La sociedad del rendimiento ha sustituido a la que Foucault calificara como “disciplinaria”.

En ella incluso el amo se convierte en esclavo. El sujeto libre desaparece impulsado a explotarse a sí mismo, convertido en animal laborans. El hombre vive en una situación de perpetuo cansancio, fruto de perseguir quimeras que se materializan en el consumo sin sentido.

El individualismo se impone: “El régimen neoliberal individualiza a los hombres”, aunque lo haga evocando la empatía. En realidad “la sociedad ritual no necesita empatía, pues es una caja de resonancia. Es justamente en una sociedad atomizada donde se exige ruidosamente la empatía” (La desaparición de los rituales). Una sociedad en la que resuena el vacío o, peor aún, el “ruido de la comunicación”, que ha sustituido al “ruido de las máquinas” de la revolución industrial.

Byung-Chul Han

Byung-Chul Han CASA DEL LIBRO

El poder sojuzga al individuo, lo convierte en muchedumbre, en masa, sin la utilización de la fuerza: con la seducción. Y es que, asevera Han, el poder es tanto más fuerte cuanto más sigilosamente actúa. El uso de la violencia es, en realidad, una muestra de un poder debilitado por la resistencia de aquellos a quienes necesita forzar.

Y la organización de la convivencia, la política, no ayuda a garantizar la libertad: “Las narraciones políticas prometen un nuevo orden de cosas, describen mundos posibles” pero el problema de hoy es que “carecemos justamente de narrativas de futuro que nos permitan concebir esperanzas” porque “la política se reduce a un modo de solucionar problemas. Solo las narraciones abren el futuro”, apunta en uno de sus últimos textos (La crisis de la narración).

Ausencia de futuro

Finalmente, el pasado año, Byung-Chul Han completó el giro. La aparición de El espíritu de la esperanza significa una apertura hacia el futuro, una invitación a pensar y actuar desde el convencimiento de que el futuro está ahí y no está escrito.

Las cosas están mal, sí, pero pueden ser de otro modo.

Queda claro que no es lo mismo la esperanza que el optimismo. “El optimista está convencido de que las cosas acabarán saliendo bien. Vive en un tiempo cerrado”, mientras que “la esperanza supone un movimiento de búsqueda. Es un intento de encontrar asidero y rumbo”. El optimista y también el pesimista, en cambio, “son ciegos para las posibilidades” que se abren a cada uno.

La incomodidad ante el presente, la ausencia de futuro, son hijas del miedo. “Merodea el fantasma del miedo” que ha sido siempre un instrumento de dominio: azuza el odio y genera angustia y resentimiento. Sensaciones ambas que empujan a la población hacia los populismos de derechas.

Portada de 'La agonía del eros'

Portada de 'La agonía del eros'

Se reclama aquí y allá la transparencia, sin reparar que esa exigencia deriva de la falta de confianza. Ésta mantiene siempre una zona de sombra, de no saber.

El neoliberalismo, sostiene, es un régimen basado en el miedo y ofrece propuestas que potencian la soledad, el aislamiento narcisista y, como mucho, el consumo: la supervivencia, no la vida. Frente a ello, la esperanza promociona el “nosotros”.

La comunicación digital, las redes sociales acentúan la sensación de soledad. En las redes sociales “nada nos vincula” con los demás. El otro desaparece. Y el otro es la base de la convivencia y la esperanza. Aunque las redes parezcan dotar al ciudadano de una mayor libertad, no es así.

En La agonía del Eros ya apuntaba que la acumulación de datos tiene poco o nada que ver con la generación de conocimiento. Las informaciones basadas en datos, “ponen fin a la teoría en sentido amplio”. Se trata. añade, de “ciencia aditiva y detectiva, no narrativa o hermenéutica”. Le falta “constante tensión narrativa”.

Obediencia: ¿ejercicio de libertad?

La narratividad será el eje La crisis de la narración, una de las vías de la esperanza.

Hay dos citas en el volumen que sugieren el origen de su último libro. La primera es de la Ética de Spinoza (proposición 47, libro IV): "Los efectos de la esperanza y del miedo no pueden ser por sí mismos buenos".

La segunda aparece en el discurso pronunciado por Camus al recibir el Nobel. Así lo recoge Han: “Sin horizonte de sentido es imposible actuar. La felicidad, la libertad, la sabiduría, la caridad, la amistad, la humanidad o la solidaridad, que Camus no se cansa de invocar, constituyen un horizonte de sentido que brinda un significado y da orientación a la acción. Son hitos de la esperanza activa”.

El eje de la esperanza, el eje de la libertad, es la capacidad de negarse. En realidad, había señalado anteriormente Byung-Chul Han, la obediencia es un ejercicio de libertad, aunque no sea reconfortante. Pero, además de someterse, de hacerse “sujeto”, el individuo puede negarse a ello, dice, evocando (probablemente sin conocerlo) el poema de Jaime Gil de Biedma: “Por lo visto, es posible decir no”.

Byung-Chul Han

Byung-Chul Han CCCB

En sus propias palabras: “Hay dos formas de potencia. La positiva es la potencia de hacer algo. La negativa es, sin embargo, la potencia del no hacer, en términos de Nietzsche, de decir No”. “La negatividad del ‘no-…’ constituye un proceso extremadamente activo. Es todo menos pasividad” (La sociedad del cansancio).

“La esperanza conlleva la dimensión del nosotros” y se erige en fuente de acción y posibilidades revolucionarias, mientras que “no existe la revolución del miedo. Quien tiene miedo se somete al poder” y se mueve sin sentido hacia ninguna parte en un tiempo fragmentado. Y es que las revoluciones se sueñan de día.

¿Más informados que nunca?

“Sin ideas, sin un horizonte de sentido, la vida se reduce a la supervivencia o, como sucede hoy, a la inmanencia del consumo. Los consumidores no tienen esperanzas”. En realidad, “la palabra esperanza no pertenece al vocabulario capitalista. Quien tiene esperanza no consume”.

Conviene  no confundir la narrativa con el storytelling. “Las narraciones son generadoras de comunidad. El storytelling, por el contrario, solo crea communities. La community es la comunidad en forma de mercancía”.

A la sociedad de la información, explica, le es inherente “el olvido del ser”, que decía Heidegger. El resultado es que “hoy estamos más informados que nunca, pero andamos totalmente desorientados”.

Portada del libro 'La sociedad del cansancio'

Portada del libro 'La sociedad del cansancio'

Una de las principales funciones de la esperanza es la posibilidad de desarrollar una narrativa que guíe la acción. Guiar significa dotar de sentido, proponer una meta. La narración crea una “comunidad de personas que escuchan con atención. Pero es evidente que estamos perdiendo la paciencia para escuchar con atención, e incluso la paciencia para narrar”.

La narración configura también el progreso en la historia.

Esto ocurre en el tiempo lineal en el que la Ilustración convierte la historia, pero no en el tiempo escatológico de las religiones. En ellas no hay historia, no hay progreso. Tampoco en la posmodernidad, donde no se reconoce meta alguna. “El tiempo tiene sentido en tanto que progresa hacia una meta. De este modo la aceleración cobra sentido”.

En la sociedad neoliberal, el tiempo es pura repetición: tiempo del trabajo y del consumo. Tiempo convertido en mercancía. Un tiempo muy diferente al de la Ilustración, que lo vincula necesariamente a la libertad.

Contribuye a ello el bombardeo de datos (dataísmo) que se produce desde las redes sociales. La información, opuesta a la narración, trocea el tiempo. No facilita la comprensión sino que se contenta con satisfacer la curiosidad. La narración, en cambio, convierte el tiempo en un continúo hacia una mejora lo que, a la vez, da sentido a la aceleración. En un mundo escatológico y sin meta, nada justifica la prisa.

En la sociedad de la información la verdad deja paso a la apariencia. La intimidad desaparece, no porque un gran hermano lo controle todo en un nuevo panóptico, sino porque el propio individuo se exhibe, se convierte en espectáculo. En mercancía.

Peregrinos o turistas

Tomando pie en la distinción hecha por Giorgio Agamben entre turista y peregrino, Han señala que el camino es irrelevante para el primero, en cambio cobra todo el sentido para el segundo.

También es cierto que, como se puede comprobar a lo largo del camino de Santiago, hay peregrinos que son, en realidad, turistas.

El turista es la forma de no ser del peregrino, como el storytelling es el vaciado de sentido de la narración, “La acción común, el nosotros, se basa en una narrativa. Pero ahora el comercio se apropia cada vez más de las narrativas. El storytelling como storyselling no crea ninguna comunidad narrativa, sino que engendra una sociedad de consumo”.

Algunos políticos “se han dado cuenta de que las historias venden. En la lucha por acaparar la atención, las narrativas resultan ser más eficaces que los argumentos, así que se las instrumentaliza políticamente. No debe interpelarse a la mente, sino a las emociones”.

Eso explica, en parte, el triunfo de los discursos nacionalistas: “La nacionalización de una masa o la formación de una cultura nacional, que se producen por medio de símbolos o narraciones, representan una continuidad de sentido de la que se sirve el poder (...) El establecimiento de una configuración de sentido homogénea y nacional asegura la lealtad de las masas y, por medio de ella, el dominio”.

El ser dotado de esperanza no se conforma, no se somete: “Sale al encuentro de lo esperado incluyéndose a sí mismo en la esperanza”.

La esperanza, cierra Han su último libro, está emparentada con la fe y con el amor: las “tres bellas hermanas”, en expresión que toma del poeta romántico Achim von Arnim. Para concluir: “Quien tiene esperanza, ama o cree, se entrega al otro y trasciende la inmanencia del yo”.