La brevedad como mandato moral: la lección de Gutiérrez Rubí
- El consultor señala en ‘Breve elogio de la brevedad’ la necesidad de contenerse y de ofrecer claridad en el lenguaje
“La concisión es el alma del ingenio”. ¿Quién lo dijo? Pues William Shakespeare, un dramaturgo que escribió miles de páginas, pero siempre con el verbo preciso, con la acción justa. ¿Es fácil esa brevedad? Todo lo contrario. No se debe confundir la celeridad con lo corto, con lo conciso. Y siempre habrá que tener en cuenta, en un momento de enorme confusión, con un alud constante de datos e información, que ser breve, que articular con claridad el lenguaje, es un imperativo moral frente a nuestro interlocutor. Lo debemos hacer, porque queremos que nos respeten y deseamos respetar al otro. ¿Quién lo sostiene? Lo tiene muy claro el consultor y asesor de comunicación Antoni Gutiérrez Rubí, que ha escrito un breve libro, claro, con un esclarecedor título: Breve elogio de la brevedad (Gedisa)
Gutiérrez-Rubí piensa en los políticos, a los que sirve, en las empresas, en las instituciones, en sus distintos clientes. Pero tiene en consideración, también y de forma preferencial, al ciudadano, a la persona, al interlocutor al que nos podemos dirigir en un café, en un restaurante. ¿Por qué no somos más precisos? Existe una tendencia en buscar la frase alambicada, que expresa, en realidad, el deseo de no querer delatarnos, de no constatar aquello que pensamos. Y eso lleva a la subordinada, a la verborrea. Es cierto que hay colectivos que tienen una mayor facilidad para ello, porque, de hecho, lo necesitan para el día a día. En determinados países el examen oral es más frecuente que el escrito, como sucede en Argentina. Pero ello lleva a exagerar, a no concretar, porque si se hiciera se comprobaría la falta de exactitud en las respuestas.
Lo que escribe este asesor lo encuentra en la historia. El ensayo se adentra en las funciones y en el uso de la brevedad. La lección es diáfana: corto no es sinónimo de breve. Lo importante y lo eficaz en la comunicación es ser sobrio, porque ello, en realidad, manifiesta un respeto al otro.
¿Puede haber un peligro de que esa concisión derive en un lema simplista? Sí y no. Pero lo concreto, cuando está muy pensado, cuando se sabe realmente lo que se desea decir, es denso, no es nada simplista. Es evocador, provoca la reflexión. Y, de nuevo, eso significa respeto y debería ser, a juicio de Gutiérrez-Rubí, una especie de imperativo moral.
El asesor en comunicación cita a escritores, a filósofos, a expertos que han trabajado esa cuestión de la brevedad. Y se identifica con John Pawson, y en el libro Minimum, que “tiene más imágenes que palabras”. El mensaje es incisivo: “La simplicidad posee una dimensión moral, denota altruismo y desapego de lo mundano”. Y añade Gutiérrez-Rubí: “Aquí está la fuerza oculta de la brevedad, su dimensión moral y ética”.
Una de las lecciones en España llegó con el movimiento 15-M. A este asesor en comunicación política, muy activo en América Latina, los mensajes que se lanzaron en aquel momento son ilustrativos y se deben recordar y actualizar. “El movimiento representó un reencuentro de la política con la palabra: en las asambleas, en las redes, en los debates y en los lemas: ‘Mis sueños no caben en las urnas’; ‘Nosotros buscamos razones, ellos victorias’; o ‘Cuando los de abajo se mueven, los de arriba se tambalean’, son algunos de los muchos que se compartieron. Era poesía política que entroncaba con el caudal metafórico y onírico del Mayo del 68”. Y añade Gutiérrez-Rubí: “El espíritu del 15-M fue y será muy fértil, todavía, independientemente de sus formulaciones políticas. Supuso la rebelión indignada y festiva contra el TINA, la expresión ‘There is no alternative’, No hay alternativa, atribuida a Margaret Thatcher y que recoge la síntesis más cruda del pensamiento neoliberal”.
Pero lo importante para la vida, para el día a día de un ciudadano, es saber discernir entre lo esencial y lo superfluo. No se trata de economizar el lenguaje, porque todo tiene un coste. Si no de pensar mejor, y si se consigue que llega a ser conciso, claro, preciso, y se respeta a nuestros interlocutores, a nosotros mismos. Con citas, con un buceo histórico, con un repaso sobre distintas situaciones y sin dejar de lado lo que llega con la Inteligencia Artificial, el consultor en comunicación nos agradece nuestra dedicación: “Gracias por tu tiempo”.
Justo antes deja claro lo que tenemos sobre la mesa, o, mejor, lo que podemos decir y está a punto de ser pronunciado: “El valor de lo breve trasciende la mera economía de las palabras. La brevedad nos abre una puerta hacia la esencia misma del conocimiento, hacia un refugio donde la profundidad y la claridad se encuentran. La brevedad nos obliga a escoger solo lo esencial, dejando de lado lo superfluo, lo que no añade, lo que distrae. En ese acto de selección radica la verdadera maestría del pensamiento”.
No digamos más.