Gregorio Luri: “A mí no me quites la risa, el matrimonio y la cerveza”
- El filósofo y pedagogo, autor de 'En busca del tiempo en que vivimos', asegura que “el progresismo se nos ha hecho timorato”
Gregorio Luri (Azagra, Navarra, 1955) conversa con una enorme fluidez. Mira fijamente al interlocutor, sonríe, y recupera la reflexión anterior, pero añade un matiz, y otro. No tiene miedo a contraponer ideas, se arriesga y tiene claro que lo moderno, no por moderno será mejor. Hay cuestiones, valores y ‘viejas ideas’ que es necesario, a su juicio, conservar. Luri, maestro, pedagogo y filósofo, acaba de publicar En busca del tempo en que vivimos (Deusto), un conjunto de reflexiones, “fragmentarias”, como le gusta decir al autor, pero con un hilo argumental que choca con lo políticamente establecido. Luri se define como “un conservador” y defiende al “hombre corriente”, ensalza “el mundo de la vida”, frente a una izquierda que considera que intenta siempre crear una sociedad ideal. En una larga entrevista con Letra Global, en el barrio de Gràcia, donde Luri tiene el despacho de la editorial que ha impulsado, Rosamerón, el pedagogo y filósofo tiene clara una máxima que define muchas cuestiones en el debate político actual: “A mí que no me quiten la risa, el matrimonio y la cerveza”.
El libro, o el cómo llega a escribirlo Luri, define un paradigma. El autor lo comienza a escribir en el trayecto en autobús entre Córdoba y Hornachuelos, en junio de 2021. Su destino era la hospedería del monasterio trapense de Santa María de las Escalonias. Pero era el campo base para caminatas radiales por los senderos de Sierra Morena. Lo que descubre Luri, que va tomando notas, es que una reflexión puede haber contrariado lo que apuntaba en unos párrafos anteriores. Y esa discusión interna acaba proporcionando un libro que invita al examen interno, a la duda sobre nuestras propias posiciones.
Porque, ¿estamos atemorizados, nos conducen a tener un miedo constante sobre todo? Para Luri esa cuestión es central. Lo que plantea, primero, es “tener la valentía de no retener preguntas incómodas. Solamente se puede pensar honestamente si no tienes miedo a hacerte daño. Y una idea que nos atemoriza demasiado es la llamada eco-ansiedad. También en otros ámbitos. Es como si, prácticamente, no pudieras hacer nada, y que si disfrutas de algo eres culpable”.
Esa consideración lleva a Gregorio Luri a situarse en el eje ideologico. “El progresismo se nos ha hecho timorato, y eso es un fenómeno mayor, porque, de hecho, los progresistas de hoy están impugnando de una manera radical y global a sus abuelos, que habían tenido fe en la ciencia y en la fábrica, y en la máquina”. ¿Qué sucede entonces? “El progresismo mira con espanto el futuro. Pero lo relevante es que ese espanto no se debe a que puedas tener unos bárbaros en la frontera que te puedan invadir, sino que se debe a un miedo a uno mismo. Y eso sí que es realmente nuevo, y, además, inquietante. Hay un nihilismo sufriente, por el que no hay futuro y los culpables somos nosotros”.
Luri reivindica el fragmento como una filosofía de vida, casi, al entender que una visión global es imposible. “Cada vez más es imposible tener una visión global de nuestro propio tiempo. A lo más que puedes acceder es a fragmentos del presente. Y esos fragmentos te pueden inducir a creer que, a partir de ellos, tienes una imagen del todo. Pero eso ya es un supuesto. Lo que tenemos cada uno de nosotros son fragmentos del presente a partir de nuestras experiencias, nuestra biografía y nuestros contactos”.
En un mundo en el que las religiones cuentan menos, en Occidente de forma clara, asoma la necesidad de aprovechar algunas prácticas, formas de entender la comunidad. ¿Podrían en ese caso los católicos tener mejores instrumentos, aunque se trate de una religiosidad ‘atea’?
El hombre corriente
Luri inicia una reflexión larga sobre dos conceptos, el logos filológico y el logos filantrópico. Si, desde la ciencia, entendemos que “el hombre no es nada para el cosmos”, entonces lo que queda es el logos filantrópico: “Nosotros no podemos vivir sin ese logos filantrópico, porque cada vez creo menos que exista un hombre como una naturaleza aislada o, como dirían los griegos, como un idiota, un individuo aislado. Hay algo que está en la esencia de lo humano, que no depende de las máquinas, que depende de lo que pase cuando estamos aquí tu y yo, y nos estamos viendo mutuamente. Y ahí se produce algo, ahí se produce una manifestación de mi ser”.
Pero, ¿qué es el mundo de la vida? Luri defiende esa posición, que ha tratado de manifestar de forma precisa en el libro. Frente al diseño de una sociedad nueva, la admiración por el hombre que cuida a su familia. ¿Es una idea del pasado, de un conservadurismo que vuelve? Luri no se lo pregunta. Le basta la defensa de lo que ve. “Hay toda una serie de valores familiares que hay que ponerlos en valor, y además de una forma fuerte. Hay que valorar al hombre normal y corriente que no es un héroe, que a veces es mezquino”, señala el pedagogo, que recuerda que en una familia se quiere a alguien “por ser quien es, no por lo que vale o sirve”.
¿Se mueve el mundo en contra de esa reflexión, o, precisamente la abrazamos? En el contexto español, que está presente en toda la conversación, Luri señala: “Estoy pensando en todas las ideologías que dicen que, como el hombre normal y corriente es imperfecto, tenemos que sustituirlo por un hombre que sea perfecto. Y resulta que cada vez que se ha intentado sustituir el mundo de la vida por un mundo de diseño hemos acabado en el desastre”.
Hay fenómenos que han surgido de la izquierda, principalmente en Estados Unidos, que Luri valora. Lejos de criticarlos escoge lo que considera importante. Se trata del movimiento Woke, muy presente en las universidades norteamericanas, y cada vez con más fuerza en Europa. ¿Hay que restringir de qué se habla, cómo se habla y hacia quién se habla? ¿Todos nos debemos sentir ofendidos por todo? “Se trata de un movimiento con una reivindicación, si se quiere decir así, enloquecida, pero es una reivindicación del límite, y creo que con ello se puede intuir la necesidad de garantizarte límites para poder vivir en paz, y eso me parece muy interesante. Veremos cómo evoluciona, pero hay que ponerse límites ante tanta fluidez, con el objeto de mantener una convivencia”.
Luri parte del poso intelectual occidental, de Montaigne, Hume o Chesterton, de la defensa de ese hombre común con el que se debe estar. Luri no tiene dudas. “Chesterton utiliza una expresión que yo reivindico en todos mis libros: la importancia de la risa, el matrimonio y la cerveza. Y lo digo: A mí no me quites la risa, el matrimonio y la cerveza”.
Y esa reflexión lleva a Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, cuando defendió la caña de cerveza y la asoció a la libertad durante la pandemia del Covid. ¿Quién se equivocó? “Cuando Carmen Calvo aseguró que los socialistas no podían hacer política con la cerveza yo pensé que se había dejado un campo libre enorme. Porque no es un fenómeno más o menos decorativo de nuestra vida. Es un fenómeno esencial del mundo de la vida. Todas esas alegrías cotidianas no tienen sustituto, porque cuando el Estado se encarga de gestionar tu propia diversión, entonces se convierte en una diversión por decreto, y ya no es diversión, ya no es aventura”.
El mundo de la vida, como lo entiende Luri tiene también en el centro el concepto de identidad. Para Luri España no ha sabido entenderse como una unidad, desde lo diverso. Lo que en Estados Unidos es la gran reivindicación, E pluribus unum (de muchos, uno), en España se ha dejado de lado, tal vez por razones históricas, pero también por la falta de pensadores e intelectuales, a juicio de Luri, que supieran coser esas diferencias. El pedagogo reivindica a Richard Rorty, y lo hace a conciencia, porque es un refererente de la izquierda. “No encuentro que haya nada en España que sea ajeno a la cultura española. Entonces, cuando defiendes esa posición resulta que eres un centralista y no sé cuántas cosas más. Pero, ¿tienes ahí un pasado sobre el que beber y del que sentirse orgulloso? Pues a veces orgulloso y a veces avergonzado, como cualquiera de cualquier país. Ahora bien, y lo señala Rorty, y lo reinvidico precisamente porque lo dice él, el orgullo nacional es tan importante como el orgullo personal. Sin él no te puedes mejorar a ti mismo, porque para querer mejorar algo necesitas amarlo”.
Luri conversa, siguen los matices, las anécdotas, las referencias. Y con el libro en la mano, el lápiz es más necesario que nunca. Para subrayar. Para refutar, también. En todo caso, el filósofo recuerda, para quien quiera hacerle caso: resulta que en España hubo….una Escuela de Salamanca, pensadores que fueron referentes de los grandes maestros europeos, con Francisco Suárez a la cabeza. En el siglo XVI.