Cartel del documental que Félix Viscarret dedicó a Carlos Saura

Cartel del documental que Félix Viscarret dedicó a Carlos Saura

Cine & Teatro

Carlos Saura, el cine de la España perdida

El último de los grandes directores españoles deja, tras siete décadas, un legado de más de medio centenar de películas en las que cultivó el neorrealismo, el simbolismo y el documental musical

10 febrero, 2023 22:35

Una cincuentena de películas a lo largo de siete décadas. Acababa de estrenar a principios de febrero la última, el documental Las paredes hablan. Carlos Saura (Huesca, 1932-Collado Mediano, Madrid, 2023) ha fallecido con 91 años, un día antes de recibir el Goya de Honor que se le otorgaba este sábado. Fotógrafo, escritor, pero por encima de todo cineasta, es una figura sin la que es imposible explicar el cine español de la segunda mitad del siglo XX. Debutó en el largometraje en 1960 con una película de aires neorrealistas, Los golfos y después rodó una de bandoleros, Llanto por un bandido.

Fue la tercera, La caza, la que lo posicionó de forma contundente –en 1965– en el panorama del cine español de la época. Estableció además las pautas de lo que sería su estilo durante lo que quedaba de franquismo. También lo proyectó internacionalmente, porque con ella ganó el Oso de Plata a la mejor dirección en el Festival de Berlín, y a partir de entonces sería un asiduo de festivales como Cannes, un escaparate que permitiría que sus obras viajaran más allá de las poco permeables fronteras de la España franquista

Carlos Saura, delante de una foto de Lola Flores, durante la presentación de la película 'Flamenco' / CARLOS DÍAZ (EFE)

Carlos Saura, delante de una foto de Lola Flores, durante la presentación de la película 'Flamenco' / CARLOS DÍAZ (EFE)

La caza cuenta con una extraordinaria fotografía en blanco y negro muy contrastado de Luis Cuadrado y su reparto que incluía a actores como Alfredo Mayo, avejentado galán del franquismo. Saura narra un día de caza de un grupo de amigos que combatieron en la Guerra Civil en el bando nacional. No tardan en ir emergiendo viejos fantasmas y viejas rencillas, y poco a poco el tono realista muta hacia la parábola. En esta y sus siguientes películas, el director hizo de la necesidad virtud y como la censura impedía abordar ciertos temas de forma diáfana, optó por un cine simbólico –que en ocasiones puede resultar críptico– para abordar todo aquello que no se podía explicitar.

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En ocasiones se ha dicho que la censura hizo grandes contribuciones artísticas (por ejemplo: obligó a Buñuel a cambiar el final de Viridiana y gracias a eso tenemos uno mucho más sugerente, perverso y retorcido en su ambigüedad que el que había previsto el cineasta). A Saura la censura le obligó a aguzar el ingenio y es en buena medida responsable del tono que adquirieron sus propuestas de aquellos años. La caza supone también el decisivo encuentro con el productor Elías Querejeta, y poco después se produce otro de gran relevancia con Geraldine Chaplin, su pareja y protagonista de muchas de las películas de este periodo, empezando por Peppermint Frappé, retrato de las obsesiones y la sexualidad reprimida.

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Todo un golpe de genialidad de Saura, que tuvo la osadía de sacar a José Luis López Vázquez de su encasillamiento en la comedia para ofrecerle un papel dramático muy complejo. López Vázquez, el mejor intérprete español de su generación, supo estar a la altura del reto. La sugerencia vino del coguionista Rafael Azcona. Como curiosidad diremos que los tres habían coincidido en El cochecito de Ferreri, en la que Azcona y Saura hacían un cameo como frailes.

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Siguieron nuevas indagaciones sobre la parejaStress-es-tres-tres, La madriguera– y asomaron la familia, la memoria y de nuevo el trauma de la Guerra Civil en forma de parábolas: El jardín de las delicias, Ana y los lobos y La prima Angélica. En 1976, un año después de la muerte de Franco, llega un hito con Cría cuervos, en la que familia y pasado vuelven a ser los temas nucleares, en una historia con algo de velado thriller psicológico y hasta de cinta de terror. La presencia de Ana Torrent, después de El espíritu de la colmena de Erice, la confirmaba como la niña con la mirada más fascinante e inquietante del cine español. El superéxito del tema principal, ¿Por qué te vas? de Perales, cantado por Jeanette, propulsó la popularidad de la película.

Mama Cumple 100 Anos Caratula

Al año siguiente llega otra de sus grandes obras, Elisa vida mía, en la que asuntos como la memoria y la pareja se entrecruzan con la escritura y la creatividad. Tras una pieza más endeble, Los ojos vendados, con la tortura de fondo, Saura cierra etapa con la estrambótica tragicomedia familiar Mamá cumple 100 años en la que retoma a los personajes de Ana y los lobos. A las generaciones más jóvenes acaso las producciones de este periodo les resulten crípticas, y a quienes el cine de autor les provoque urticaria les parecerán insufribles. Pero, si bien es cierto que algunas de estas películas han envejecido mejor que otras, vistas hoy con perspectiva mantienen en general su interés y muestran a un director que estaba construyendo un universo personal muy rico.

Cuando arrancan los ochenta y España es ya una democracia, Saura sabe entender que el cine que ha estado haciendo hasta ahora, basado en jugar al gato y al ratón con la censura y explorar los traumas de la guerra, los complejos de hombre español reprimido y la claustrofobia castradora de las familias, no va a tener sitio en los tiempos que vienen. De modo que opta por dar un inteligente volantazo. Lo hace nada menos que sumándose a un subgénero entonces en boga, el cine quinqui que se había inventado el avispado José Antonio de la Loma y al que se sumaron desde el ávido sensacionalista Eloy de la Iglesia hasta el mismísimo Manuel Gutiérrez Aragón, que lo aborda de refilón en Maravillas.

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Saura se apunta con Deprisa, deprisa, que cierra su colaboración con Elías Querejeta como productor. La filma, con tono casi documental, con actores no profesionales elegidos en los ambientes marginales que quiere retratar y contiene –gran novedad en su obra-–escenas de acción por los atracos. Sorprendió a sus seguidores y ganó el Oso de Oro a la mejor película en el Festival de Berlín. Justo después inicia su colaboración con el productor Emiliano Piedra y filma la coreografía de Antonio Gades sobre Bodas de sangre. El éxito le abrirá un filón de cine musical, en el que crea un estilo propio y recibe una buena acogida del público.

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Seguirán, de nuevo con Gades, Carmen y El amor brujo, después los homenajes al flamenco en Sevillanas y Flamenco, y la expansión hacia otras músicas nacionales e internacionales con Tango (que cuenta con dos colaboradores de lujo en el apartado técnico: Vittorio Storaro en la fotografía y Lalo Schifrin en la música); Salomé; Iberia; Fados; Flamenco, Flamenco; Zonda; folclore argentino y Jota de Saura. Todas ellas le permiten desplegar virtuosismo visual y composiciones preciosistas. Es cine en estado puro, liberado de diálogos y complejos desarrollos dramáticos.

FLAMENCO AFICHE

Estas incursiones musicales jalonan su trayectoria desde los ochenta hasta hace unos pocos años y se convierten en los títulos más conocidos de su segunda etapa. Entre ellas va intercalando otras propuestas más irregulares, como la fallida Dulces horas, constatación definitiva de que ese cine sobre la memoria que practicó durante el franquismo ha quedado ya obsoleto. Tampoco está entre sus mejores obras Los zancos, coescrita e interpretada por Fernando Fernán Gómez.

Saura trabaja también en coproducciones internacionales que lo lleva a dirigir películas de época: Antonieta (con Isabelle Adjani y Hanna Schygula) y El Dorado, en su día la más cara del cine español. Más arriesgadas e interesantes, por la libertad desacomplejada con que las rueda, son sus aproximaciones a grandes figuras culturales: San Juan de la Cruz en La noche oscura, la vejez de Goya en Goya en Burdeos y su paisano cineasta en Buñuel y la mesa del rey Salomón.

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Cosechó un gran éxito con la adaptación de la obra de Sanchís Sinisterra ¡Ay, Carmela!, que le permitió, por fin, abordar la Guerra Civil de manera abierta, sin simbolismos encriptados para escabullirse de la censura. Además, en ella le dio la oportunidad al rey de la caspa Andrés Pajares para demostrar que también podía ser un buen actor. Otras películas como ¡Dispara!, Taxi, Pajarico, ¿Tú qué harías por amor? o incluso El séptimo día, inspirada en el crimen de Puerto Hurraco, y las producciones internacionales Io, don Giovanni y El rey de todo el mundo pasan bastante desapercibidas.

Saura supo sobrevivirse a sí mismo, dejar atrás el férreo sello estilístico de sus alegorías del periodo franquista y reinventarse. Las películas de la primera etapa forman un corpus compacto y son parte indiscutible de la historia del cine español. La etapa que inauguró a partir de los ochenta es mucho más dispersa y ecléctica, lo cual le permitió tocar muchas teclas diferentes y hacer probaturas con resultados diversos.
Nunca perdió el entusiasmo ni el interés por seguir explorando. La muerte lo ha pillado en activo, cuando acababa de presentar Las paredes hablan, un documental sobre la afición del ser humano a garabatear en los muros, desde el paleolítico hasta el arte urbano. Un nonagenario rodando una película fresca y ágil sobre grafiteros es la demostración de que  Saura nunca perdió ni la pasión por el cine ni la curiosidad.