Jerry Springer, padre de la telebasura, en la miniserie de Netflix

Jerry Springer, padre de la telebasura, en la miniserie de Netflix

Cine & Teatro

Jerry Springer, padre de la telebasura

La miniserie 'Jerry Springer: Fights, camera, action' constata la potencia de la telebasura: todo el mundo sentía vergüenza, pero se tragaba el programa matutino

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Jorge Javier Vázquez y Kiko Matamoros no inventaron nada con sus aportaciones a la telebasura. Mucho antes que ellos, Jerry Springer (Londres, 1944 – Chicago, 2023), un inglés de origen judío centroeuropeo emigrado a los Estados Unidos, había alumbrado personalmente la telebasura más infame, abyecta y violenta (y tremendamente popular), ayudado por un sujeto sin escrúpulos, Richard Dominick, procedente del mundo de los tabloides y que era capaz de cualquier cosa con tal de hacerse con el favor de la audiencia (como dijo en cierta ocasión, “Si pudiera matar a alguien en directo, lo haría”.

Una miniserie (dos episodios) en Netflix, dirigida por Luke Sewell, Jerry Springer: Fights, camera, action (Jerry Springer: peleas, cámara, acción) nos explica la inmensa y amoral locura que fue el programa matutino de Springer y el demoníaco Dominick entre los años 1991 y 2018.

Plenamente consciente de que lo que estaba viendo era atroz, el americano medio se tragaba cada mañana el programa del bueno de Jerry, quien, durante su etapa más descerebrada, llegó a superar la audiencia de Oprah Winfrey.

El show, que conste, había empezado como una propuesta más o menos típica de talk show. Previamente, el señor Springer había ejercido de periodista más o menos normal, sin que las cosas le fuesen especialmente bien. Tenía cara de buen chico y pinta de buena persona.

Imagen de la miniserie sobre Jerry Springer

Imagen de la miniserie sobre Jerry Springer NETFLIX

Y hasta había pasado por la política: fue alcalde de Cincinnati por el partido demócrata en 1971 (aunque tuvo que dimitir por haber mantenido relaciones con una prostituta, cosa que hoy, en Estados Unidos, te catapulta a la presidencia, como ha demostrado Donald Trump, del que Springer llegó a decir que se había inspirado en su programa para dedicarse a la política, ¡y no seré yo quien le lleve la contraria!).

El señor Springer iba tirando con su talk show matinal desde 1991 hasta que en 1994 se cruzó en su camino un sujeto llamado Richard Dominick, cargado de ideas deplorables, pero comerciales, para convertir el macilento programa de nuestro hombre en la nueva sensación de la televisión estadounidense.

Tener el circo en casa

Como a nadie le amarga un dulce (¡más audiencia, más dinero!), Fausto Springer le vendió su alma a Lucifer Dominick y convirtió su digno y discreto programa en un sindiós del que la gente no podía apartar la mirada. El cambio consistió, básicamente, en derivar hacia el frikismo más zarrapastroso, invitando al programa a lo mejor de cada casa y provocando situaciones que propiciaran el intercambio de sopapos.

El show del señor Springer se convirtió así en el primer talk show en el que se hablaba muy poco, pero se peleaba que daba gusto verlo.

La más elemental prudencia aconsejaba poner coto a aquel delirio. Un par de ejemplos:

1/Invitar a un sujeto de aspecto carcelario junto a su mujer y su amante. Los tres juntos en el plató, para que la esposa se pusiera al corriente de la situación delante de media Norteamérica. Resultado: mujer y amante tirándose del moño e intercambiando sopapos ante la mirada divertida del marido con pinta de presidiario.

2/Invitar a unos negros y a unos del Ku Klux Klan (vestidos con la túnica blanca, capirote incluido) y ponerlos, teóricamente, a intercambiar sus respectivos puntos de vista. La realidad: una tangana del copón, con gruesos insultos y violencia desatada (y propiciada).

Jerry Springer, en su show televisivo

Jerry Springer, en su show televisivo NETFLIX

Mientras sucedían estas catástrofes humanas, el señor Springer se mantenía en un rincón, poniendo su habitual cara de buen chico, como si la cosa no fuese con él, como si lo único que hiciera fuera seguir las órdenes de Belcebú Dominick, que no se apuntaba a repartir bofetadas de milagro.

Todo el mundo sentía vergüenza por el programa de Jerry Springer, pero todo el mundo lo veía. Era como tener el circo en casa. ¿Para qué escuchar conversaciones cuando podías presenciar combates de boxeo multitudinarios?

Y otra cosa, los invitados no siempre estaban del todo bien de la cabeza. Con mucha frecuencia se invitaba a gente incapaz de pasar un test psicológico (otra idea de Dominick), con la sola intención de tomárselos a chufla y ver si, con un poco de suerte, les caía algún sopapo.

Moralmente, el show del señor Springer era deleznable, mucho más de lo que han sido capaces de alumbrar nuestros Pepe Navarro o Jorge Javier Vázquez. Pero funcionaba. Con o sin vergüenza, la gente se lo tragaba cada mañana.

La tentación del abismo

Hasta que llegó un día en el que se complicaron las cosas. Fue con la aparición de un trío como el descrito más arriba, cuyas consecuencias fueron algo más allá del típico intercambio de leñazos. En esta ocasión (fuera de cámara, eso sí), la esposa estranguló a la amante hasta la muerte. Y ahí fue cuando los responsables del programa, los espectadores y la opinión pública vieron que se había cruzado una raya terrorífica. O como cantaba Nick Lowe, I don´t think it´s funny no more (Me parece que esto ya no es divertido).

El ayudante del vil Dominick, Tobias Yoshimura, que ya lo llevaba todo muy mal y abusaba del alcohol y las drogas, explotó definitivamente y se dio de baja del programa.

The Jerry Springer show dejó de emitirse en 2018. Su presentador murió en 2023, no sin que antes se le dedicara una comedia musical, Jerry Springer: the Opera (2005), a cargo de los británicos Richard Thomas y Stewart Lee. Richard Dominick sigue vivo y, a sus 72 años, sigue dedicado a la telebasura en cantidades industriales, aunque, que se sepa, aún no ha matado a nadie en directo.

La miniserie de Netflix funciona como una cápsula temporal llena de cosas que no entiendes cómo llegaron a suceder. Y te la tragas un poco como los espectadores del show de Jerry Springer, con cierta vergüenza y pensando que más te valdría estar viendo cualquier otra cosa. Que es lo que harías si no tuvieses la costumbre de ceder a la tentación del abismo.