Una imagen de la serie 'Eric'

Una imagen de la serie 'Eric' NETFLIX

Cine & Teatro

'Eric' salvará a mi hijo

La serie 'Eric' es la historia de un hombre en una situación muy precaria, la misma por la que pasa la Nueva York de los ochenta, degradada, una ciudad que se va a pique

7 junio, 2024 19:28

Vincent Anderson (Benedict Cumberbatch) es el protagonista e ideólogo de un popular programa infantil de televisión, Good day, sunshine, trufado de títeres y muñecos que hacen las delicias de la gente menuda en la Nueva York infernal de los años 80, antes de que llegara el alcalde Rudy Giuliani a poner orden (a su manera, discutible, pero de eficacia probada: sí, limpió Manhattan a costa de empeorar un poco más la situación en Queens y el Bronx, pero ya se sabe que no se puede hacer una tortilla sin romper los huevos, ¿no?).

Vincent no es precisamente un ejemplo de estabilidad mental: medicado por su madre desde los nueve años e ignorado por su padre, un promotor inmobiliario a lo Donald Trump, se pasa los días discutiendo a gritos con su mujer, Cassie (Gaby Hoffman: atención a esta espléndida actriz desconocida por el gran público) y pasando como de la peste de su hijo Edgar. También bebe más de la cuenta, no le hace ascos a una raya de cocaína de vez en cuando, parece estar permanentemente cabreado con el mundo y su hogar es una reproducción a escala de la inhóspita y peligrosa ciudad que fue Nueva York durante los años 70 y 80.

Una imagen de la serie de Netflix 'Eric'

Una imagen de la serie de Netflix 'Eric' NETFLIX

Un mal día, su hijo desaparece de camino a la escuela (Vincent no lo ha acompañado porque son dos manzanas y Edgar se sabe el camino de memoria) y Vincent toca fondo. En su delirio, se le mete en la cabeza que un monigote diseñado por el niño, un monstruo peludo y de grandes dientes llamado Eric, le ayudará a recuperarlo. El monstruo se le aparece y le habla. Nadie más puede verlo. Para quienes se lo cruzan, Vincent es un alcohólico impracticable que habla solo. Es decir, uno más de los miles de chiflados sin futuro y sin hogar que pueblan las calles de Manhattan, duermen en callejones y aceras o habitan el subsuelo de la ciudad, donde se han creado pequeñas ciudades hechas de basura en los espacios muertos de las estaciones del metro.

Una Nueva York arruinada

Este es el punto de partida de la espléndida miniserie de Netflix Eric, creada por la dramaturga (más de una docena de obras en su haber) y guionista (su película más relevante, La dama de hierro, biopic de Margaret Thatcher protagonizada por Meryl Streep) galesa Abi Morgan (Cardiff, 1968). Bajo su apariencia de thriller retro, Eric es en realidad la historia de un hombre en muy mal estado y su ciudad, igualmente deteriorada. Sin darse cuenta, Vincent ha tratado a su hijo como su padre lo trató a él, y toda la trama gira en torno a sus torpes intentos por rehacer la relación (la que mantiene con su mujer se está desmoronando y ella ha conocido a otro hombre). De fondo, una ciudad exactamente igual a la que conocí a principios de los 80, cuando asesinaron a John Lennon, el metro estaba sucio y lleno de chiflados, a veces peligrosos, para entrar en el CBGB había que pasar por encima de gente tirada en el suelo que no sabías si estaban durmiendo la mona o, directamente, muertos e ibas por la calle mirando constantemente a tu espalda por si aparecía algún perturbado mental con ganas de bronca. La reconstrucción de esa Nueva York arruinada, dejada de la mano de Dios (y del alcalde), con una corrupción policial de nivel cinco y con el sida empezando a hacer estragos no solo es excelente, sino que es, prácticamente, un elemento más de la historia (a destacar la subtrama protagonizada por Mikey, un policía negro cuyo amante blanco está muriendo de lo que entonces se consideraba la peste gay).

El actor Benedict Cumberbatch en la serie 'Eric'

El actor Benedict Cumberbatch en la serie 'Eric' NETFLIX

Abi Morgan no pretende abarcar más de lo que aprieta: Eric es la historia de un hombre en las últimas en una ciudad que también lo está. Tremendamente emotiva, la serie (seis capítulos) nunca incurre en la sensiblería ni en lo cursi, gracias en gran parte a unos actores en estado de gracia que hacen completamente creíbles a sus personajes, metidos todos en un barco que se va a pique, y a un texto brillantemente escrito cuyos diálogos, concisos y contundentes, dicen lo que hay que decir y nada más. Que una historia tan cruda como ésta haya recibido la luz verde de Netflix no es sino otro misterio más en esa enorme caja de contenidos cuyo criterio, si existe, es muy difícil de dilucidar. A destacar el buen uso de viejas canciones como These days, de Nico, I´m not in love, de 10CC,  Heroin, de Lou Reed o la versión en inglés de la Gloria de Umberto Tozzi.