'Dream Scenario': una sátira sobre la fama repentina en los tiempos de la viralidad
El cineasta Kristoffer Borgli dirige a Nicolas Cage en Dream Scenario, una fábula de ciencia-ficción sobre la vanidad digital que es, a su vez, una lacerante crítica sobre la idiocia social y la cultura de la cancelación
28 febrero, 2024 13:17En la Antigüedad los sueños se leían como premoniciones y profecías. Freud los convirtió en el territorio indómito del inconsciente y Jung acuñó el concepto de inconsciente colectivo. De esta última idea tira el noruego Kristoffer Borgli (Oslo, 1985) en Dream Scenario, una película que funciona a dos niveles: como estimulante propuesta de ciencia ficción y como inclemente sátira de algunas de las taras más lacerantes de la sociedad contemporánea: la idolatría a la fama banal y la cultura de la cancelación.
El cine de Borgli emerge en la estela de las cáusticas tragicomedias nórdicas dedicadas a ponernos ante el espejo de la estulticia de nuestro mundo por la vía del humor lacerante. El líder indiscutible de esta hornada es el sueco Ruben Östlund -Fuerza mayor, The Square, El triángulo de la tristeza- y a ella se sumó el noruego con una serie de ingeniosos cortometrajes (pueden verlos en YouTube, el mejor es Former Cult Member Hears Music for the First Time) y con su debut en el largometraje con Sick of Myself, rodado en su país y estrenado el año pasado.
En él ya marcaba su terreno de juego: una chica ansiosa de notoriedad en redes decide conseguirla tomándose un medicamento ruso retirado de la venta porque provoca horribles sarpullidos. Ella lo consigue por internet con el desquiciado objetivo de provocar lástima como víctima de una enfermedad rara y convertirse así en celebridad. La película destilaba una corrosiva mala baba, con un humor cada vez más incómodo, conforme el trastorno mental de la estúpida protagonista -acompañada por su no menos estúpido novio, un fatuo artista conceptual- se iba haciendo más hirientemente obvio.
El recorrido internacional que tuvo esta cinta le ha facilitado al cineasta el salto a la industria americana con Dream Scenario, de la mano de la prestigiosa A24 y con Ari Aster, uno de los impulsores de lo que se ha bautizado como terror sofisticado (Hereditary, Midsommar, Beau tiene miedo), en funciones de productor. Protagoniza Nicolas Cage en el papel de Paul Matthews, un anodino profesor universitario, que se ha quedado calvo, tiene dos hijas adolescentes y vive acomodado en un plácido y soso matrimonio (a la esposa que duerme en casto pijama la interpreta una notable Julianne Nicholson).
El pobre diablo es experto en comportamientos de manada o colonia en el reino animal -la elección de esta especialidad no es casual, obviamente- y estudia el camuflaje de las cebras y la actitud gremial de las hormigas, apasionante asunto sobre el que pretende escribir un libro. Entre tanto, vive con resentimiento que colegas más avispados ya hayan publicado, en ocasiones aprovechándose de sus ideas.
Su insulsa vida cambia de forma radical cuando algunas personas más o menos próximas -una de sus hijas, una antigua novia- empiezan a tener sueños en los que aparece él, siempre en actitud pasiva, porque suceda lo que suceda ni se inmuta y se limita a observar. A partir de un inoportuno artículo online, el fenómeno se expande y, a modo de inconsciente colectivo jungiano, cada vez más personas empiezan incorporar la presencia del profesor en sus sueños.
Resultado: una inesperada fama viral conquistada de la forma más absurda, que lo deja perplejo, pero que al mismo tiempo le halaga. Como vivimos en un mundo adicto a la tontería, no tarda en contactarlo una agencia de talentos (dirigida por un listillo al que interpreta con desparpajo Michael Cera) interesada en sacar réditos económicos de esta sobrevenida celebridad. ¿Les suena la música? En efecto, la película hurga en la pústula del famoseo digital, la nadería de los influencers y la magnificación de la puerilidad en redes.
En realidad, lo único que el pobre profesor quiere es publicar su absurdo libro. Sin embargo, la popularidad es seductora: los alumnos que antes lo consideraban un pringado ahora se hacen selfies con él, un amigo que lo despreciaba por perdedor ahora lo invita a sus exclusivas cenas, y hasta la auxiliar de la agencia (Dylan Gelula) se empeña en realizar con él su fantasía erótica onírica, lo cual da lugar a una escena muy patética y muy brillante. Pero la notoriedad trivial es volátil, incontrolable, y todo cambia cuando en los sueños ajenos el profesor deja de ser una presencia pasiva y empieza a mostrar actitudes agresivas. Él no es culpable de nada, pero no tarda en despertar reacciones hostiles y en tener problemas en la universidad, porque los estudiantes dicen sentirse inseguros en su presencia.
Todo intento de reconducir la situación es inútil e incluso una tentativa de pedir disculpas -sin haber hecho nada recriminable- solo consigue empeorar las cosas y hasta los más próximos a él lo tratan como un apestado. ¿Les vuelve a sonar la música? En efecto, el director ha explicado que el origen del proyecto fue la inquietud que le provocó el alud de noticias sobre profesores universitarios estadounidenses que habían perdido sus trabajos por acusaciones peregrinas de alumnos supuestamente traumatizados por lecturas del curso que les parecían inapropiadas o por algún comentario en clase interpretado retorcidamente como ofensivo.
Cuando los sueños se convierten en pesadillas, lo único que la agencia puede ofrecerle a su cliente son despropósitos como una entrevista con el energúmeno de la alt-right Tucker Carlson o una sesión de fotos promocionales de su libro (que ya no va de hormigas, sino de su súbita conversión en fenómeno viral) con la garra de hierro de Freddy Krueger a modo de reclamo. Si en el pasado los goyescos sueños de la razón producían monstruos, en el presente son los sueños de la imbecilidad los que producen monstruos… y víctimas (de las que rápidamente la manada o colonia tiende a olvidarse). ¿Verdad que no hace falta que les mencione algunos casos recientes que recuerdan poderosamente a lo que retrata con clarividencia la película?
Lo más seductor de Dream Scenario es que funciona muy bien en sus dos capas. Tiene mordiente como sátira de los males sociales actuales y al mismo tiempo es un muy bien resuelto ejercicio de ciencia ficción. El mayor riesgo al que se enfrentaba Borgli era que, una vez planteada la ingeniosa premisa, su desarrollo se fuera desinflando progresivamente. Sin embargo, la sabe sostener hasta el final en el que satiriza al capitalismo que todo lo deglute y convierte en negocio. La película podría encajar perfectamente como episodio apócrifo de La dimensión desconocida de Rod Sterling.
El cineasta noruego, formado en el videoclip y la publicidad, está dotado de una vistosa imaginación visual y resuelve con brillantez las escenas oníricas, manejándose con soltura en el difícil registro entre lo cómico y lo dramático. A la potencia de la puesta en escena contribuye el sólido trabajo de Benjamin Loeb, el director de fotografía con el que ya colaboró en Sick of Myself (y que es el responsable de cintas de factura tan sofisticada como Mandy de Panos Cosmatos o After Yang de Kogonada). Hay otro nombre que merece destacarse: el protagonista, Nicolas Cage, en un papel para el que él mismo ha confesado que estaba especialmente preparado, ya que, a partir de sus histriónicas interpretaciones y de las leyendas sobre su excéntrica vida privada, ha acabado convertido en carne de meme. Dejó de ser un simple actor para convertirse en un fenómeno pop.
Sobrino de Francis Ford Coppola, empezó en el cine en los ochenta, y dio rienda suelta a su tendencia a la desmesura actoral en Corazón salvaje de Lynch. Meterse en la piel de un alcohólico en Leaving Las Vegas lo consagró y le puso en bandeja un Oscar. Tras unos años dedicado al cine más comercial -insulsas comedias y cintas de acción-, una inspección de Hacienda y la consiguiente multa lo dejó arruinado. Entonces se puso a trabajar a destajo, aceptando todo tipo de papeles, en una huida hacia adelante que hubiera podido hundirle la carrera.
Pero algunos directores con vocación de romper moldes lo tomaron como fetiche y ahí surgieron los largometrajes más arriesgados y las actuaciones más desaforadas: Mamá y papá (en la que rompe a golpes de mazo una mesa de billar mientras canta una tonada infantil), Mandy (con una escena en que grita desquiciado en calzoncillos, cubierto de sangre y bebiéndose una botella entera de vodka), Color Out of Space, Prisioneros de Ghostland, Pig o El insoportable peso de un talento descomunal, en la que se interpreta a sí mismo parodiándose.
En Dream Scenario Cage, el histrión, está sorprendentemente contenido (salvo en una impactante escena onírica en que avanza enloquecido por un pasillo en un sueño de su hija). Su interpretación es crucial para que la película funcione, ya que dota a su personaje de una gravitas y un desamparado patetismo que demuestran que, más allá de excesos y autoparodias, cuando quiere es un actor atento a los matices y las sutilezas. Y además, de tanto en tanto se pone al servicio de proyectos tan osados y atractivos como este, destinado sin duda a convertirse en una cult movie.