El secreto de Victoria
El documental 'Victoria´s secrets: ángeles y demonios' analiza el auge y caída de la empresa, con la relación extraña de Les Wexner con el infame Jeffrey Epstein
25 noviembre, 2022 21:00El documentalista Matt Tyrnauer se ha especializado en abordar distintos fenómenos sociales de su país natal, Estados Unidos. Mientras su padrastro, Robert Van Scoyk, optó por la ficción, escribiendo episodios para series como El virginiano, Se ha escrito un crimen o Colombo, el señor Tyrnauer se ha centrado siempre en la realidad, como demuestran largometrajes y series de televisión como Studio 54 (2018), Where´s my Roy Cohn (2019, sobre el abogado de extrema derecha, homosexual y homófobo en el que se inspiró Tony Kushner para su obra de teatro Angels in America), Los Reagan (2020) o Victoria´s secrets: ángeles y demonios (2022), que puede verse actualmente en Movistar y que retrata a la perfección el auge y caída de una marca de lencería que llegó a lo más alto en los años 90 del pasado siglo, empezó a languidecer en éste y se cayó con todo el equipo gracias al movimiento Me too, al feminismo en general (que rechazaba los niveles de perfección corporal de los que se jactaba la empresa) y, sobre todo, a la extraña amistad de su fundador, Les Wexner, con el infame Jeffrey Epstein, notorio depredador sexual que apareció muerto en la celda en que esperaba el resultado de su juicio de una manera un tanto sospechosa.
Durante años, Victoria´s secret constituyó lo más plus de la lencería norteamericana. Modelos que se consideraban demasiado importantes como para pasearse por ahí en bragas y sujetador y con unas alas en los hombros se sumaron a sus campañas, que tenían su momento álgido con el desfile anual, que solía ser retransmitido por televisión y que los neoyorquinos hasta podían seguir en directo gracias a unas pantallas instaladas en Times Square. A diferencia del imperio Playboy, tras el que estaba un juerguista libidinoso de manual como Hugh Hefner (¡Dios lo tenga en su gloria!), el mundo súper sexy de Victoria´s secret no tenía, aparentemente, nada que ver con su creador, Les Wexner, un tipo de Columbus, Ohio, que se casó ya mayorcito porque a su madre, una estricta matrona judía, nunca le parecían bien las chicas que le presentaba su retoño.
Según el documental del señor Tyrnauer, da la impresión de que el hombre contrajo matrimonio un poco por obligación, para quedar bien y alejar los rumores que siempre habían corrido sobre su supuesta homosexualidad. Rumores que arreciaron cuando entabló gran amistad con Jeffrey Epstein, quien se tiró años viviendo a su costa sin que nadie entendiera muy bien qué hacía un probo caballero de Columbus, Ohio, con un perdulario y un estafador como el amigote de Donald Trump, Bill Clinton o Woody Allen.
¿Relación homosexual?
Los tres episodios de Victoria´s secret: ángeles y demonios se bifurcan en dos senderos: el que recorre la compañía y el que emprende su fundador. El más interesante es el segundo, gracias a la presencia siniestra de Jeffrey Epstein (¿por qué nos resultarán tan atractivos los miserables?), que fue quien acabó por hundir la empresa y obligar a Wexner a jubilarse, conformándose sus sucesores con controlar una marca de lencería más que ya no era LA MARCA de lencería sexy por antonomasia. Protegido por Wexner, Epstein pudo dedicarse tranquilamente a sus cosas en su mansión de Nueva York y en la casita que el jefazo de Victoria´s secret le había vendido y que estaba junto a su propia mansión en una ciudad-urbanización que él mismo había edificado a las afueras de Columbus.
Durante el juicio a Epstein, se le preguntó si mantenía una relación homosexual con Wexner, cosa que el acusado negó. La justicia ya no sabía qué hacer para intentar entender por qué Epstein se tiró años ejerciendo de socio y amigo del alma del lencero de Ohio, pero se quedó con ganas de saberlo tras la oportuna muerte del ilustre pedófilo. Wexner nunca dio explicaciones al respecto. Simplemente, cuando vio que, entre Epstein, las feministas, las del Me too y la competencia en el mundo de la ropa interior habían socavado su imperio, se lo vendió y se dedicó a vivir de rentas, manteniéndose alejado de los focos aún más de lo que ya estaba cuando su empresa lo petaba: parece que Scott Fitzgerald se equivocó cuando dijo que no había segundo acto en las vidas de los norteamericanos.