Últimos días en 'Gomorra'
La quinta y última temporada de 'Gomorra' demuestra cómo puede ser de adictiva una serie, bien orquestada y fiel al libro de Saviano
31 diciembre, 2021 21:00Tras tragarme la quinta y última temporada de Gomorra en HBO, creo que ya puedo decir que estamos ante una de las series europeas más notables de los últimos años. Inspirándose en el libro homónimo de Roberto Saviano, Gomorra nos ha ofrecido un espléndido retrato de la mafia napolitana a través de las peripecias personales de Gennaro Savastano, al que conocimos en la primera temporada como un chaval atolondrado, dado a la juerga y al desfase (una especie de versión mafiosa de DJ Kiko, para entendernos), cuyo padre se desesperaba al ver que dependía de él para asegurar el futuro de la famiglia, una de las pandillas criminales más notables de la camorra local. Puesto bajo la tutela del siempre fiable Ciro, en quien don Pietro Savastano confía más que en el gamberro de su hijo, Gennaro va evolucionando hacia su destino familiar, tomando personalmente las riendas cuando se ve obligado a eliminar al tal Ciro en la segunda temporada. Al final de la cuarta, ya convertido en un don como Dios manda, nos despedimos de Gennaro cuando éste decide meterse en un zulo a causa de la presión policial y esperar desde ahí a que las cosas mejoren. Algo que, como descubrimos en la quinta entrega de la saga, no va a suceder.
La última temporada de Gomorra nos trae la reaparición de Ciro, quien, como el muerto vivo de la canción de Peret, estaba tomando cañas (y delinquiendo) en un país del este al que se desplaza Gennaro con la intención aparente de hacer las paces y volver a unir esfuerzos en la lucha que los Savastano mantienen contra las bandas rivales y un juez que le tiene especial ojeriza. Las cosas se tuercen, Gennaro intenta eliminar de verdad a Ciro y éste no solo se salva, sino que vuelve a Nápoles de muy mal humor y con una sola idea en la cabeza: asesinar al tipo que ha intentado deshacerse de él dos veces. Lo que sigue es una sucesión de traiciones y matanzas a cargo de unos personajes despreciables –especial atención al sicario conocido como el Monaguillo, que aspira a más de lo que le corresponde-- que se empeñan en definirse como hombres de honor, cuando no son más que gentuza de la peor especie.
A diferencia de las versiones norteamericanas de la mafia, en Gomorra no hay asomo de glamur. Los barrios que aparecen son lo más feo de Nápoles, los mafiosos ricos viven en mansiones de un mal gusto esplendoroso y los pobres en agujeros infames (nunca falta en unas y otros alguna imagen de la Virgen o de Jesucristo), los sicarios visten como horteras de discoteca y lucen pendientes y tatuajes grotescos que los equipara a los concursantes de cualquier reality show de Tele 5, las mujeres son tan asquerosas como los hombres (atención a doña Nunzia, metro y medio de rollizo demonio mediterráneo) y los niños no tienen más futuro que empezar vendiendo cigarrillos de contrabando y acabar matando a alguien para ascender en la organización.
La mejor aportación italiana al 'streaming'
Presentado sin moralina alguna, el repugnante mundo de Gomorra resulta, eso sí, tremendamente entretenido para el espectador: es una triste paradoja, pero la mafia siempre ha sido muy fotogénica. El protagonista, Salvatore Esposito, es una joya, aunque aquí no pueda dar rienda suelta a su vena cómica, como sí era el caso en la cuarta temporada de Fargo, donde interpretaba el papel del desequilibrado Gaetano, enviado desde Sicilia a la América profunda porque al inútil de su hermano se le estaban subiendo a la chepa los negros y los irlandeses y alguien tenía que encargarse de poner orden, aunque fuese a lo bestia. Pese a tener un papel secundario en Fargo, la oronda y delirante presencia del señor Esposito marcaba toda su cuarta temporada. En Gomorra, este estupendo actor nos hace muy creíble la mutación del gañán de las primeras entregas en el mafioso implacable de las últimas. Y aunque no es fácil empatizar con semejante monstruo, sí es posible verlo como una víctima de las circunstancias al haber nacido en una familia de ésas en las que se sabe cómo se entra, pero no cómo se sale.
Espléndido retrato de la mafia napolitana, gran relato de aventuras criminales y fino estudio sociológico de una lacra que no tiene pinta de ir a desaparecer en un futuro cercano, Gomorra es una serie tremendamente adictiva y la mejor aportación italiana al reciente fenómeno del streaming. La última temporada es una Gran Final a la que no le sobra ni le falta nada. Y no creo incurrir en ningún spoiler si les digo que todo acaba como el rosario de la aurora.