Cuando el terror es la puntilla
La serie 'Monsterland' deja constancia de que lo extraño y lo siniestro también puede sorprender a quien lleva una vida miserable
6 noviembre, 2021 00:00Por regla general, las ficciones audiovisuales del género terrorífico suelen estar protagonizadas por gente que lleva vidas normales --e incluso felices-- que se van al garete cuando entra en ellas el elemento fantástico-paranormal-aterrador y las pone patas arriba. Lo más original de Monsterland, la nueva serie del canal AXN de Movistar, es que sus protagonistas ya vivían una existencia miserable y deprimente mucho antes de que se asomaran a ella la fantasía siniestra y el puro horror. De hecho, la aparición de ese horror equivale a la puntilla que el torero aplica al astado en el ruedo después de habérselas hecho pasar canutas un buen rato. En Monsterland, las vidas de sus personajes se van definitivamente al garete por culpa de lo paranormal, pero ya iban muy mal encaminadas sin necesidad de que se manifestara el espanto que cae sobre ellas. Desprovistos de sus ingredientes fantásticos, los ocho estupendos episodios de esta serie darían para un producto de otro género: el drama intimista y sórdido, carente de exposición y (casi) de desenlace y reducido a un nudo angustioso. No es de extrañar que la creadora de Monsterland, Mary Laws, cite a Raymond Carver como una de sus principales influencias a la hora de acometer este proyecto (al igual que la de un autor para mí desconocido, Nathan Ballingrud, de cuyo libro, no traducido al español, North american lake monsters, provienen cinco capítulos de la serie, adaptados de los respectivos relatos breves).
Posibilidad aterradora
El historial de Mary Laws no es como para tirar cohetes. Ha trabajado en dos series que no he visto (aunque tal vez debería), Succession y Preacher, y escribió el guion de una película que me pareció abominable, The neon demon, dirigida por el celebrado esnob nórdico Nicolas Winding Refn. Es indudable que con Monsterland ha dado un paso importante en su carrera, creando una fantasía por episodios tan eficaz como siniestra gracias a ese quiebro conceptual de convertir el terror en un elemento más de unas historias ya de por sí deprimentes. No estamos, pues, ante la típica serie de horror llena de sustos y sorpresas desagradables en las que una música amenazante nos avisa de lo que se les viene encima a sus protagonistas, sino ante algo mucho más sutil y original que se interna por un camino hasta ahora muy poco explorado. El efecto es demoledor, aunque puede que la cosa no resulte del agrado del clásico aficionado al cine de terror, que tal vez eche de menos algunas convenciones del género. Para el espectador sin prejuicios (no hace falta que sea un devoto del horror escrito o filmado; de hecho, casi es mejor que no lo sea), Monsterland constituye un brillante desafío cuyo principal logro es el de mostrar que lo extraño y lo siniestro puede afectar también a quienes ya llevan vidas extrañas y siniestras.
A la manera de Carver, cada episodio de Monsterland nos sitúa de entrada en una situación molesta que viene de antiguo y parece que solo puede empeorar, nos coloca en mitad de un nudo narrativo para que acompañemos a los personajes a un final que a veces no es ni tan siquiera un final convencional, sino una puerta abierta a cualquier posibilidad aterradora. Ahí está su gracia. Puede que no todos se la encuentren, pero es de lo más original que uno haya visto últimamente dentro del género terrorífico y espero sinceramente que la productora dé luz verde a una segunda temporada. En cuanto a la señora Laws, todo lo que la mantenga alejada de Nicolas Winding Refn será bien recibido por quien esto firma.