David Verdaguer posa para Crónica Directo / LENA PRIETO

David Verdaguer posa para Crónica Directo / LENA PRIETO

Cine & Teatro

David Verdaguer: “Me enfrento a mis miedos haciendo bromas para no sucumbir a la depresión"

El actor confiesa sus inseguridades en la escena y en la vida: “La crisis de los 40 me ha llegado antes, me da miedo”

18 octubre, 2021 00:00

David Verdaguer (Malgrat de Mar, Barcelona, 1983) es un actor referente en el panorama teatral catalán y del cine español. Él niega la mayor y acusa que ese es Miki Esparbé, pero su currículum lo avala.

El intérprete lleva un mes en La Villarroel (Barcelona) y le queda un mes más entrando a una fiesta donde se encuentra con Mar Ulldemolins. Ambos tienen vidas muy distintas, pero una charla entre copas y amigos los va a llevar a reflexiones y situaciones que no esperaban.

Miedos

Esta es la premisa de Començar, una obra de David Eldridge adaptada por Pau Carrió y que llega por primera vez a España. Un reto que el actor acepta con miedo, respeto y encantado. Ama el texto y lo defiende con pasión.

Verdaguer comparte con su personaje algunas cosas, no muchas, entre ellas la edad. Está a dos años de cumplir 40 años y eso le causa algo de temor. ¿Crisis de los 40? No tiene dudas, sí. Así lo cuenta a Crónica Directo en una entrevista donde evalúa su carrera, el teatro y cuenta su terror por salir al escenario por primera vez con las gafas puestas.

--Pregunta: Antes de empezar. El escenario tiene algunos pósters y carteles de películas como el de El apartamento, de Billie Wilder, ¿tiene algo que ver?

--Respuesta: Ojalá. Ojalá tuviera una raqueta y espagueti.

--¿No comen en escena?

--Bueno, bebemos y comemos alguna cosa. Pero bueno, tiene que ver y no, a la vez. Sebastià Brosa ha hecho una escenografía estupenda y este piso explica cosas. Hay una foto de un cartel que se entiende por qué esta y otras cosas. Ojalá tuviera el mismo éxito que El apartamento. Pero hay alguna cosa, somos dos personajes y es una comedia romántica dentro de otras muchas cosas.

--Afirma que, cuando Pau Carrió le pasó la versión del texto de David Eldridge y lo leyó, pensó que era una de las mejores obras contemporáneas que le ha llegado a las manos. ¿Qué la hace tan especial?

--No sabría decirte. La empiezas a leer y ves cosas que te hacen gracia y, de golpe, mientras me iba aprendiendo el texto me iba enganchando, empieza a coger peso y se vuelve una obra tan bonita... Me encantaría tanto que la gente viera lo que yo he visto en esta obra, y entendiera que es así de bonita. Luego les gustará o no, pero esta es la gracia del arte. Creo que es la mejor obra que me han dado la oportunidad de hacer --tengo 38 años...¡uf, qué depresión!-- en estos 17-18 años que llevo en la profesión.

--¿Cómo empezó en esto de la actuación?

--A los 16 años hice teatro en la calle contratado por un grupo de comerciantes de Pineda de mar. Luego hice de payaso en comuniones y me rompí el menisco, lo que impidió hacer las pruebas en el Institut del Teatre. Monté una compañía que se llamaba El Nacional no ens vol con la que estuvimos 10 años y no nos veía nadie, aunque hacíamos cosas muy surrealistas y muy divertidas. De allí al Café Teatre Llantiol y ya vino la tele, que si L’APM, que si 10.000 km… He ido haciendo sobre todo teatro. He hecho unas 30 obras o así, algunas no las ha visto nadie, pero yo sé que las he hecho y estoy contento.

--¿Qué le enganchó?

--No lo sé.

--¿Es su vis cómica-teatrera?

--No lo sé, porque en Madrid se me conoce como el catalán dramitas y aquí como más el cómico. De pequeño hacía reír a mis compañeros y eso creo que me ayudó a evitar el bullying. Pero no te sabría decir. Lo que sé es que no creo que pudiera hacer otra cosa, no porque esta la hago bien. Y eso que cada año lo paso peor. Haciendo cine no tanto, pero en el teatro me da una angustia, tengo unos nervios antes de empezar que si no pongo remedio de aquí a cuatro o cinco años lo dejaré. Tendré ataques de ansiedad, al final. Yo hago broma de las cosas que me dan miedo y creo que el mejor modo que tengo para enfrentarme a este miedo es con el humor para no sucumbir a la depresión.

--Pues ahora el escenario está en medio de la sala, tiene espectadores a cada lado y encima se sube a él con gafas por primera vez. ¿Cómo lo lleva?

--¡Sólo miraré a mi compañera de escena! Estoy en pelotas porque el público está a ambos lados.

--¿Pero alguna vez le ha ganado el pánico escénico y se ha quedado bloqueado?

--No, nunca me ha ganado, aunque tengo el miedo de que algún día lo haga. Bien es cierto que calma y tranquiliza entender que tienes mucho miedo a salir al escenario, pero que lo realmente valiente es salir con ese miedo. Cuando dices que eres cobarde acabas siendo valiente, porque lo reconoces. Y salir con miedo al escenario es de valientes y procurar que no te gane nunca.

Mar Ulldemolis y David Verdaguer / DAVID RUANO

Mar Ulldemolis y David Verdaguer / DAVID RUANO

--No hablamos mucho de la obra, porque no quieren contar mucho, pero cuéntenos un poco cómo es su personaje.

--Dani es un tío de 39 años, casi 40, que ha tenido una vida que no se esperaba. Está separado y la vida no le va como quiere. Y es una buena persona. Ha cometido muchos errores, eso sí. Y tiene ganas de volver a empezar algo. Esto es una cosa por la que debemos apostar. A los 18 todo el mundo se imagina que empieza realmente tu vida real, pero a veces empieza a los 80 o a los 40, o a los 45. Nunca es un mal momento para volverlo a intentar, si no te lo impiden las malas experiencias vividas. Esto es lo que explica la obra y lo que es Dani.

--¿Lo definiría como torpe?

--Emocionalmente no es el tío con más empatía del mundo, no está muy entrenado en eso de ligar. Yo ligaba en bares y en discotecas, me metes en Tinder y sería incapaz de saber cómo va, a quien me gustara la eliminaba. Y este tío está muy desentrenado, lo hace como puede y, a veces, de forma muy patosa.

--¿Le ha pasado alguna vez eso de decir comentarios cuando no toca, como a Dani?

--Constantemente. Este personaje recuerda al de las comedias inglesas, como Ricky Gervais, que cuando más personajes más la cagan. Intenta poner la mejor cara de cada uno, pero enseguida caen las máscaras. Y en esta obra pasa en poco tiempo porque van a bocajarro.

--Todo en una fiesta. ¿Es usted fiestero también?

--No, no soy mi amigo Ernesto Sevilla. Salí dos veces con él, yo me fui a dormir y él siguió.

--Pero sabe que tiene esa fama de cachondo y fiestero, ¿no?

--Cachondo, sí. Iría a cenar contigo a un lugar bueno, porque me gusta mucho comer, bebería. Alcohol, porque me gusta mucho el gintonic. Todo en un bar con música donde pudiéramos charlar, nada de imaginarme en un pódium. No soporto las aglomeraciones, no voy a los festivales de música. Soy nocturno de estar en una casa o en un bar.

--¿Se considera el actor de moda? No para.

--No creas. Eso, Miki Esparbé, que tiene seis películas. Eso es no parar. Yo he tenido la suerte de que he hecho muchas películas y algún truño para cagarse, además últimamente. Mi trabajo es el teatro y entonces cuando no tenía hacía las pelis que creía que eran buenas. He tenido esta suerte. Pero igual que hay actores que cuando no trabajan hacen teatro, pero no es mi caso. Que igual se dijera lo del actor indie del momento… puede ser. He tenido mucha suerte, me he encontrado con directores de la hostia, he trabajado con Carles Marqués-Marcet, Rodrigo Sorogoyen, que tienen algo en común que es que están enfermos del trabajo.

--En un momento, dijo "uf, qué depresión, 38 años". En el mundo de la actuación es un tema importante, aseguran. ¿Temen que eso implique que lo llamen menos?

--Nuestro trabajo está basado en la incertidumbre. Ahora eres el mejor actor del mundo y no lo eres y, de repente, nadie te llama porque no gustas y tampoco es verdad. Va a modas. Lo mejor es mantenerse. Tengo miedo, sí, pero siempre lo tuve. Lo que se llama síndrome del impostor. Me da más miedo lo de los 40. Los tíos tenemos mucho más esta suerte, y desgraciadamente las actrices no tienen esta suerte, de que tenemos papeles interesantes en más franjas de edad. Estaría bien que eso cambiara para las mujeres.

La crisis de los 40 creo que me ha llegado antes y tengo un poco, creo. No sé si viviré 40 años más y si los vivo no estaré en mis máximas facultades mentales y físicas, sobre todo físicas. Espero que el cerebro me acompañe. Esto es lo que me da más miedo, estar a mitad del camino y ver si lo que he hecho es en realidad lo que me gustaría hacer o no, o si voy hacia donde me gustaría ir.

David Verdaguer y Mar Ulldemolins / DAVID RUANO

David Verdaguer y Mar Ulldemolins / DAVID RUANO

--Usted apuesta por el teatro, aunque reconoce que igual en el cine se gana más. Aún así se mete dos meses en la Villaroel con Començar. Eso implica un riesgo, así que igual tantos miedos...

--No es real. Empezamos a ensayar desde junio, paramos un poco en agosto, retomamos a final de mes y estrenamos a mediados de septiembre. Ya hay un mes que no cobras. Más el tiempo que uno se aprende el texto. Más los bolos que son cinco meses más. ¡Yo flipo con la gente que hace cuatro pelis! El teatro me llena el alma, pero menos el bolsillo. Aquí trabajamos de martes a domingo, con doble función el sábado. Es bestia. ¡Y ojo! Más lo es trabajar en una mina, no me comparo. Pero esto es un oficio, no es un arte. Pero sí, cuando haces teatro, haces teatro, y es imposible compaginarlo con una película o una serie.

--Ahora que habla de los bolos, en rueda de prensa comentó que ojalá la obra viaje y llegue a Madrid. ¿Lo ve fácil ahora que viajan menos obras?

--Antes era mucho más normal. El mismo [Josep María] Flotats llevo Cyrano de Bergerac a Madrid en catalán. Ahora cuesta más que obras de Madrid, donde se hace un teatro increíble, vengan para aquí. A no ser que sean con grandes actores o actrices. A mí me encantaría ir a Madrid con Començar, pero también puede viajar pero que quieran que la interpreten otros. Lo entiendo, ¿eh? Pero me gustaría ir. Yo sólo hice temporada una vez con Lluís Pasqual en El caballero de Olmedo y creo que cantaba una canción y tenía cuatro réplicas. Me gustaría hacerlo. Tengo muchas ganas de hacer temporada en Madrid.

--¿Y cómo ve la salud del teatro?

--Mal. Estaremos más o menos jodidos, pero no va a morir. Desde que empecé en este oficio se decía que el público del teatro es muy mayor y se preguntaban qué pasaría cuando muriera, y hay público nuevo. Que igual tienen 60, pero tuvieron 30. El teatro o lo ves o no existe, y contra esto no pueden luchar las plataformas. Es un ritual que lo haces o no lo haces, o te gusta o no. Pero sí, estamos mal. Los recortes en cultura, lo del IVA, la pandemia… pero sobrevivimos, porque es necesario. Nos gusta sentarnos en un lugar una hora y media y que nos engañen sabiendo que nos mienten. Y es muy guay. Es una maravilla que no morirá nunca.

--Començar además sucede con una herramienta muy propia del teatro, la palabra. Con unas conversaciones muy naturalistas y cotidianas. ¿Cuesta encontrar un texto así?

--Es dificilísimo. Pero es necesario todo tipo de teatro: vodevil, de palomitas, musical… Son necesarias más obras así. Y el público muchas veces es más inteligente de lo que nos pensamos. No podemos tratar al espectador como un imbécil. Hagas lo que hagas, has de hacer un trabajo bien hecho y no mearte en la cara de nadie, tratarlo con el máximo respeto. El público es inteligente y no necesita que le subrayen las cosas. Que cada uno entienda lo que quiera o pueda. Eso sí, esta es una obra cero intelectual, pero pide que estés activo y hace que te preguntes cosas a la vez.