L. A. Supernatural
La serie 'Penny Dreadful' vuelve ahora con el añadido de 'City of Angels, donde se muestra un "racismo institucional rampante"
30 mayo, 2020 00:00Entre 2014 y 2016, la serie de John Logan Penny dreadful supuso una muy interesante rareza que se acabó antes de tiempo, con una tercera temporada de escasos episodios, cuando la cosa aún podía dar mucho de sí. Desconozco los motivos de tantas prisas para chapar la producción, y en su momento supuse que, aunque a mí me gustara mucho aquella fantasía victoriana en la que coincidían sin estorbarse el conde Drácula, el Hombre Lobo y el doctor Frankenstein (con su inseparable monstruo), en realidad no la veía nadie. Por eso me ha sorprendido (gratamente) el regreso de Penny dreadful a Movistar, esta vez con el subtítulo de City of Angels.
Esa supuesta ciudad de ángeles es Los Ángeles, California, en 1938, y un suntuoso diseño de producción nos la muestra en todo su esplendor y en su no poca miseria moral. Fuerzas superiores han escogido la meca del cine para librar una batalla entre el bien y el mal, concretamente entre un ser demoníaco y sin nombre (Natalie Dormer, a la que descubrimos hace años en Los Tudor haciendo de Ana Bolena) y una ambigua deidad mexicana conocida como la Santa Muerte (Lorenza Izzo).
El ambiente se presta a hacer maldades: el racismo institucional es rampante y el ayuntamiento y la policía de la ciudad de los ángeles solo piensan en hacerles la vida miserable a los mexicanos, sea construyendo autopistas que llevan a la demolición de sus barrios o deteniéndolos de manera arbitraria y violenta; con Hitler en su mejor momento en Europa, hay nazis infiltrados que aspiran a controlar la ciudad y ponerla al servicio del enviado del führer, el siniestro Richard Goss (Thomas Kretschmann), quien cuenta con un médico alemán emigrado a Estados Unidos (Rory Kinnear, el monstruo de Frankenstein en la primera entrega de Penny dreadful), un ama de casa alemana supuestamente casada con un hombre violento que igual no existe y la secretaria de un concejal de extrema derecha que también es un homosexual de armario (Natalie Dormer en ambos casos); en plena represión contra los chicanos, uno de ellos, Santiago Vega (Daniel Zovatto) se convierte en el primer inspector mexicano de la ciudad, lo cual lo lleva a estar permanente entre Pinto (el establishment anglosajón) y Valdemoro (la comunidad chicana y los expeditivos pachucos, que cuentan con una lideresa de armas tomar que es de nuevo, ¡oh, sorpresa!, Natalie Dormer).
La historia empieza con el hallazgo de los cadáveres de una familia wasp --papá, mamá y dos hijos adolescentes-- en lo que parece un crimen ritual mexicano. Tiago Vega es el encargado de investigarlo junto a su veterano compañero judío Lewis Michener (la vieja gloria de Broadway Nathan Lane, que se tiró años interpretando La jaula de las locas). Por el camino se enamorará de una predicadora, la hermana Molly (Kenny Bishé), tendrá incontables problemas con sus jefes y su familia (su hermano Mateo, harto de humillaciones, se mete a pachuco), se enfrentará a compañeros corruptos, se hará una idea muy clara y muy deprimente de cómo funcionan las cosas en la América blanca y, no contento con eso, deberá enfrentarse a una conspiración nazi alentada por fuerzas del averno.
La mezcla se las trae y el resultado podría haber sido un desastre, pero es justamente lo contrario: una propuesta imaginativa, que combina de manera ejemplar la fantasía con la crónica social y el género policíaco (subsección L.A. Noir) y que reproduce a la perfección (yo diría que embelleciéndola) la ciudad de los ángeles del título a finales de los años 30 (aquí hasta los navajeros y petardistas pachucos parecen haber encargado sus exagerados zoot suits a Giorgio Armani). A destacar la ubicua presencia de la británica Natalie Dormer en su cuádruple papel, del siempre eficaz Nathan Lane y del debutante chicano Daniel Zovatto, un tipo con una pinta de relevo de Antonio Banderas que no puede con ella.