Dos personas observan una de las obras expuestas en la última edición de Arco / ARCO IFEMA

Dos personas observan una de las obras expuestas en la última edición de Arco / ARCO IFEMA

Artes

Arco 2020, artistas y negocio

La 39 edición de la feria de arte contemporáneo de Madrid refuerza el papel de los creadores y mide la temperatura (tibia) del mercado del arte español

26 febrero, 2020 00:00

Arco no es el arte contemporáneo, sino su secuela comercial. La cualidad esencial de este invento necesario es la capacidad de fingir los modales de un museo en lo que es un gran almacén. La feria de arte contemporáneo de Madrid no es, estrictamente, una cita de la cultura, sino un encuentro con la cultura del dinero entre ciertas piezas de categoría, coleccionistas con gafas gruesas, cachivaches, teóricos que van de enterados y muñecos de variado pelaje. A las claras, el asunto consiste en una aventura mercantil que se fundamenta en transacciones, balances y contactos. Cualquier otra cosa es retórica hueca y medias verdades. Que no le engañen. 

Además, a cuenta de la crisis, Arco está más cerca de ser la consecuencia de un bazar de perímetro limitado que el síntoma de una cita internacional con poderes para establecer y marcar tendencias. Atrás quedaron los años en los que se exigía a la cita madrileña que fuese un cruce de MoMA, Pompidou, Bienal de Venecia y Documenta de Kassel. Y el resultado final de aquella ecuación que se amasaba con arrogancia y euros es esto de ahora: es una feria comercial donde lo que importa es vender arte, sumar clientes, preservar a los que ya lo eran y no dejarse arrastrar por lo que no es, por lo que ya fue, ni por lo que no será.

Hace mucho rato que el dinero ya no galopa por los anchos pasillos del recinto ferial de Madrid y la realidad obliga a afinar la puntería. De ahí que la 39 edición apunte a una firme voluntad de cambio con el propósito de encontrar un modelo más ajustado a futuro. El golpe de timón tiene a Maribel López (Barcelona, 1972) de artífice. Ésta es su primera cita como directora en solitario –ha liderado el spin-off de la feria en Lisboa y formó parte del equipo de Carlos Urroz, responsable del certamen desde 2010– y ya ha marcado el territorio: en esta ocasión, ha cambiado la fórmula habitual del país invitado por un programa dedicado al cubano Félix González Torres

Un visitante observa el plano de expositores de Arco rodeado de piezas artísticas / ARCO IFEMA

Un visitante observa el plano de expositores de Arco rodeado de piezas artísticas / ARCO IFEMA

Precisamente, esta propuesta se ha dejado en manos de Alejandro Cesarco y Mason Leaver-Yap, quienes han repartido en vallas publicitarias de toda la capital el grito-eslogan de González Torres: Es solo cuestión de tiempo. Al mismo tiempo, han reunido a dieciséis artistas de trece galerías para descubrirle la onda expansiva al creador fallecido de sida en Miami en 1996. De entre todos ellos, destaca el cordobés Pepe Espaliú, también víctima del VIH, quien se dedicó en sus últimos años a visibilizar la enfermedad, dando cuenta también de su carga política. Por primera vez, Arco apuesta de forma notable por reforzar vínculos entre comisarios y creadores.

Por lo demás, durante cuatro días –del hoy al 1 de marzo–, Arco viene a medirle la fiebre al mercado (español) del arte, incapaz de competir con las plazas tradiciones (Londres y Nueva York) o las emergentes (Rusia y el Golfo Pérsico). Con ese propósito, un total de 209 galerías de treinta países se han instalado en los pabellones de 7 y 9 de Ifema. Están todas las importantes, 67 nacionales –de ellas, catorce catalanas– y muchas internacionales, con una importante representación de Latinoamérica (25), en un intento de sacar músculo después de que Art Basel se apropiase hace unos años de esta porción del mercado instalando sucursal en Miami.  

Se ha destacado de la presente edición la apuesta por dar protagonismo a los artistas (alrededor de un centenar de espacios presentarán a uno o dos creadores como máximo: Ai Weiwei, Alfredo Jaar, Mario Merz, Aurelia Muñoz y Sara Ramo, entre ellos) y la alta fidelización de las galerías asistentes. Del último año, repiten, en clave internacional, la suiza Hauser & Wirth, con obras de Chillida, Gris y Tàpies; la francesa Chantal Crousel, que apuesta por el mexicano Gabriel Orozco, y la alemana Meyer Riegger, que acude con lienzos de la suiza Miriam Cahn, recientemente descubierta por el público español, gracias a la muestra que acogió el Reina Sofía en 2019.

Una de las vallas instaladas en Madrid con el lema de Félix González Torres, ‘Es solo cuestión de tiempo’. ARCO IFEMA

Una de las vallas instaladas en Madrid con el lema de Félix González Torres, ‘Es solo cuestión de tiempo’. ARCO IFEMA

A la espera de que alguna obra derrape hacia el foco público a cuenta de su cilindrada de escándalo, Arco 2020 ya tiene su polémica. Hace unos días, la Audiencia Provincial de Madrid ratificaba la sentencia contra la organización de la feria por falta de transparencia a la hora de seleccionar las galerías participantes. El asunto no es menor: el tribunal condenaba a la Institución Ferial de Madrid (Ifema), un organismo creado por el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, de vulnerar la ley de contratos públicos al saltarse los principios de publicidad, concurrencia, igualdad, transparencia, confidencialidad y no discriminación. 

Pese a los incendios, existe una dinámica alentada por todos de que Arco es la gran cita del arte español. Así lo cree el público, los coleccionistas y, sobre todo, las galerías, que se juegan en estos días un pellizco importante de sus ventas anuales. Y eso que el desembolso que deben afrontar estas instituciones es elevadísimo: cada participante debe abonar 300 euros para optar a ser elegidos y, en caso de hacerlo, abonar un canon de 330 euros por cada metro cuadrado que tenga el expositor y otros 1.500 euros por los servicios de energía, limpieza y seguridad. A grandes trazos, prácticamente, hay que doblar en ventas la inversión realizada para pagar a los artistas y no perder dinero.

Vista general de los pabellones de Ifema durante la pasada edición de Arco. ARCO IFEMA

Vista general de los pabellones de Ifema durante la pasada edición de Arco. ARCO IFEMA

Sea como fuere, la cita resulta estimulante para el visitante si uno tiene capacidad de asombro y voluntad de rastreo. Porque, al menos, deja ver una parte de lo que hay. De lo que busca. Y de lo que propone. Fuera de ella existe más arte aún. Y tantas veces mejor. Pero la feria va por su carril, a su negocio, por eso aún existe, porque ha sabido no perder su misión: negociar. El arte ha perdido espacio de representación en el ámbito público. Los artistas se van difuminando. No están en el debate. No están en el espacio de la colisión de ideas. Es un tiempo de repliegue que se percibe, irremediablemente, en Arco 202. El arte contemporáneo ha perdido sitio. No sólo dinero.