El anticuario y escritor Artur Ramon
Los Anticuarios modernos de Artur Ramon
Artur Ramon es uno de esos pocos profesionales-escritores. Habría que cuidarlo como una planta rara, una aportación excepcional a la biodiversidad cultural. Hablamos de un anticuario de cuarta o quinta generación, que tiene negocio y galería abierta en el Ensanche barcelonés
Tenemos en nuestro país a muchos novelistas y ensayistas competentes, y autobiógrafos, y personalidades que contratan a un “negro” (quizá es más sugestivo el término inglés, gohst writer, escritor fantasma, y más gracioso el término francés, prête-plume, prestapluma) para que escriban su vida.
Pero no tenemos muchos autores que, como él, escriban libros en la encrucijada donde se unen el conocimiento profundo de la profesión que practican y con la que se ganan la vida, y la competencia literaria para analizarla, explicarla, recrearla en anécdotas e historias, y difundirla. Autores así suelen deparar lecturas felices e instructivas, y se dan con cierta frecuencia en otros países, pero son raros aquí.
Comedimiento o precisión
Ahora recuerdo que, en este, digamos, género, traduje años atrás Jardines en tiempo de guerra, de Teodor Cerić: un poeta yugoslavo que, desertando de las guerras balcánicas, recorrió y describe maravillosamente, con gran conocimiento de botánica y paisajismo, de ambientes y atmósferas, media docena de parques y jardines europeos en los que trabajó o a los que peregrinó con unción. (Luego, por cierto, resultó que el tal Teodor era el seudónimo de un escritor francés, y su atormentada biografía, ¡un invento! Pero la impostura estaba muy bien lograda.)
Artur Ramon (Barcelona, 1967) es uno de esos pocos profesionales-escritores. Habría que cuidarlo como una planta rara, una aportación excepcional a la biodiversidad cultural. Hablamos de un anticuario de cuarta o quinta generación, que tiene negocio y galería abierta en el Ensanche barcelonés (calle Bailén), que frecuenta las ferias y subastas internacionales, y que por otra parte sabe escribir y escribe con comedimiento y precisión, procurando nunca pasarse de lírico ni incurrir en sentimentalismo, de lo que sabe y quiere, lo que vertebra su propia vida: su profesión de anticuario, “un trabajo antiguo y noble”.
Ahora, también en Elba, acaba de publicarse Anticuarios modernos, la versión corregida, aumentada y en lengua castellana del libro que publicó en el 2020 en catalán, ed Comanegra, bajo el título Art trobat. Històries d’antiquaris.
Superfluo
Aquí se reúnen doce relatos verídicos y, a modo de coda, unos consejos para pujar en las subastas sin quedar como un panoli ni perder la camisa, y Diez aforismos sobre anticuarios, entre los cuales, éstos que me parecen especialmente divertidos: “Vende, cobra y arrepiéntete.” “Nunca compres un cuadro original cuya copia esté en un museo.” “Cuando muere el anticuario deja como stock sus errores”.
Portada del libro de Artur Ramon
Sabe Artur Ramon del raro encanto de su profesión, hasta hace poco denostada: cuando era joven –dice en el prólogo o “Atrio”--, quienes acababan de conocerle “veían en mí a una especie de timador de viejecitas indefensas, o simplemente me ofrecían el camisón o la plancha de sus abuelas”.
Párrafos más adelante declara la esencia del asunto, la verdad que hace fascinantes sus historias: “Los anticuarios nos dedicamos a algo intangible, más próximo a los sueños que a la realidad. Somos comerciantes de algo superfluo, si bien de naturaleza suntuaria, de última necesidad, como pueden ser los sueños”.
Valor estético
Está muy bien dicho. Una profesión que tiene una relación igual de intensa con el valor estético de las cosas que maneja como con su valor monetario. Un amor interesado, un interés amoroso.
Un anticuario de estos olfatea la “obra maestra desconocida” camuflada tras una capa de polvo en el suelo de la trastienda de un brocantero, o en el piso de un anciano que acaba de fallecer y cuyos herederos quieren desembarazarse de los trastos del difunto, mientras se pelean entre ellos: con una mano toca lo sublime, con la otra lo miserable.
Reúne colecciones de cosas materiales, impregnadas de vida y potencialmente, de belleza, maravillas que nadie, o casi nadie, sabe apreciar y valorar como él, y se propone sacárselas de encima, vendiéndolas, cuanto antes. En sus sueños, un cliente acaudalado entra en su tienda y lo compra todo, todo lo que a él le gusta… y es un sueño beatífico.
Circula por la vida entre lo transitorio y lo eterno, entre el precio y el valor. Estos doce cuentos y sus adendas lo explican muy bien, con casos concretos, con retratos de personajes precisos e inolvidables en su grandeza o su abyección, que dejan siempre con ganas de saber más sobre ellos.