Los tormentos de Nina Bunjevac
Esta canadiense de origen yugoslavo, que guarda una peculiar existencia, se ha convertido en una de las grandes del cómic con su estilo entre lo elegante y lo siniestro
La obra de Nina Bunjevac (Welland, Ontario, Canadá, 1973) es escasa, pero consistente. Se reduce a cuatro libros en los que destacan su inquietante dibujo realista y lo atormentado de su temática, que no es de extrañar si tenemos en cuenta la peculiar existencia de esta canadiense de origen yugoslavo que, como tantos otros compatriotas, se quedó sin país en los años 90 del pasado siglo. Su padre era un furibundo nacionalista serbio que fue expulsado de la Yugoslavia de Tito durante la década de los 50. Fue a parar a Canadá, donde enseguida se integró en un grupo terrorista consagrado a la independencia de Serbia. A medida que su militancia (o su chaladura) iba en aumento, su esposa temió que pusiera en peligro a toda la familia, motivo por el que volvió a Yugoslavia con sus dos hijas, Nina y su hermana, poniendo en práctica una especie de divorcio no legal.
Tampoco le hubiese merecido la pena organizar una separación con todas las de la ley, ya que su señor marido, poco después de ser abandonado, saltó por los aires a causa de una bomba que estaba manipulando con la misma mala pata que los militantes de la organización terrorista catalana Terra lliure, falleciendo en el acto.
Su mujer y sus hijas se quedaron en Yugoslavia hasta que Yugoslavia dejó de existir porque a los territorios que la componían les pareció una buena idea asesinarse mutuamente y no parar hasta convertirse en un montón de pequeñas naciones irrelevantes, cuando unidas podrían haber sido un país de cierta importancia en la Europa post comunista. En 1990, Nina regresó a Toronto, donde sigue viviendo en la actualidad, dedicada a los comics y la ilustración. Como dibujante es sensacional: su realismo casi hiperrealista resulta impresionante y está puesto al servicio de unas historias en las que impera una melancolía brutal y la pregunta, no del todo explicitada, de por qué las cosas han de ser tan horribles en este mundo o, por lo menos, en el mundo que le ha tocado soportar a la autora.
Su primer libro, Heartless (2012) nunca se ha traducido al español y es, probablemente, el menos interesante de su producción, algo comprensible en una opera prima compuesta de diferentes historias cortas. Hay que esperar a su segundo álbum, Patria (Turner, 2014), para encontrar una obra fundamental del género autobiográfico. En Patria, la señora Bunjevac nos explica la historia de su familia mientras reconstruye la Yugoslavia comunista que ella conoció cuando su madre decidió dejar tirado a su padre (con sus delirios) en Canadá.
Estamos ante un relato de una tristeza considerable, tanto a nivel personal como histórico. Y, en cierta medida, ante una versión reducida y alternativa del Maus de Art Spiegelman en la que lo histórico y lo meramente humano coinciden en una obra autobiográfica que va bastante más allá de las simples peripecias personales (eso hace de Patria una propuesta especialmente interesante, pues últimamente, en los comics, se registra un exceso de memorias que tal vez sean muy importantes para sus autores, pero que no lo son tanto para los lectores: quien quiera hacerse una idea de los aún recientes horrores de los Balcanes, Patria constituye una obra de consulta casi obligada).
Para su siguiente libro, Bezimena (Reservoir Books, 2018), Bunjevac cambió de tercio, pero manteniéndose dentro del sector más desagradable de la existencia, centrándose en las andanzas de un pervertido sexual al que intenta ya no disculpar, pero sí entender y hacerlo comprensible para el lector. Nina Bunjevac, por los motivos que sean (y que yo achacaría a su historia personal, familiar, nacional), vive instalada en la sordidez, una sordidez bellísima gracias a su excelente dibujo y a la humanidad que se deriva del tratamiento que aplica a sus creaciones. Eso sí, no busquemos en su obra la menor concesión al sentido del humor, algo de lo que aparentemente carece esta mujer (por lo menos, a la hora de crear: no la conozco personalmente, pero si se mueve por la sociedad como por la historieta, algo me dice que difícilmente puede ser la alegría de la huerta).
Su última obra no es un comic, sino una relectura o reinterpretación del tarot. Los arcanos mayores del tarot (Los libros del zorro rojo, 2024) es un volumen hermosísimo que incluye una baraja diseñada por la señora Bunjevic y un ensayo muy particular sobre esas cartas que, según algunos, pueden predecir el futuro. Moviéndose entre lo elegante y lo siniestro, Los arcanos mayores del tarot alejan momentáneamente a la autora del mundo del comic, al que ha prometido volver. Espero que lo haga: Nina Bunjevac me parece una de las autoras más originales y estimulantes del momento presente. Y puede que la más inquietante de todo el panorama de la historieta mundial.