Luci Gutiérrez: "Las ilustraciones de autor sobrevivirán a la Inteligencia Artificial"
La ilustradora barcelonesa, colaboradora de publicaciones como The New York Times y The New Yorker y Premio Nacional, reflexiona sobre la importancia de la creación gráfica en el campo editorial, la valoración cultural de su trabajo y la irrupción de la Inteligencia Artificial
7 septiembre, 2023 20:00“Todavía no sé qué ha supuesto el premio”, reconoce, en su estudio de Barcelona, Luci Gutiérrez, Premio Nacional de Ilustración 2023. “Evidentemente, me ha alegrado mucho”, continúa, confesando que está expectante, puesto que le han comentado que, tras recibir un reconocimiento de este tipo, el trabajo suele bajar. “Es bastante curioso, incluso, extraño, pero es lo que me han comentado. Quizás se deba a que se cree que tras un Premio Nacional tu caché aumenta. Lo lógico sería pensar lo opuesto: pensar que con un premio de este tipo una acaba estando más solicitada de antes. Vamos a ver qué pasa”.
Autora de dos libros, English is not easy y Manual de autodefensa (ambos en Blackie Books), Gutiérrez es una ilustradora con un extraordinario recorrido que, además, se ha abierto camino en la prensa norteamericana. Semanalmente ilustra la sección 'Shouts & Murmurs' de The New Yorker, del que ha firmado más de una portada, y colabora habitualmente con The Wall Street Journal y The New York Times.
Ha ilustrado autores como Lujdmila Petrusevskaja, Elio Pecorara o Stefano Benni y también ha trabajado en publicidad: es autora del Cartel del postgrado de narrativa visual de la escuela La Massana, donde ella misma se formó, del cartel para la Setmana del Llibre en català 2022 o del cartel de Sant Jordi del 2018.
–Hasta el 2008, el Premio Nacional de Ilustración se llamó Premio a las mejores ilustraciones infantiles y juveniles. ¿La ilustración está demasiado asociada a lo infantil?
–Sin duda. Antes, el ilustrador trabajaba principalmente en libros infantiles, puesto que fuera del ámbito de lo infantil había poco espacio para la ilustración, algo que no ha sucedido en otros países, en los que siempre ha tenido una gran tradición, estando asentada en distintos ámbitos: en la publicidad, en los libros, en la prensa… Por suerte, aquí las cosas han cambiado en los últimos años y prueba de ello es que la ilustración ha ido conquistando nuevos espacios. Esta conquista de nuevos espacios explica que el premio se renombrara y que la ilustración haya ido ganando reconocimiento. En un inicio, era considerada como algo menor, y como algo dirigido exclusivamente al público infantil. Y este es un lastre que cada vez pesa menos, pero que sigue estando ahí.
-¿Todavía se piensa en la ilustración como algo sin suficiente enjundia?
-Yo creo que sí. Todavía hoy, son muchos los que ven la ilustración como una forma de expresión ligera, sin mucho trasfondo. Evidentemente, hay muchos tipos de ilustración, pero de lo que no hay duda que no toda puede definirse como ligera e infantil.
-Usted estudió en la Massana. Tras graduarse, ¿alguna vez pensó que para abrirse camino debía irse fuera?
-No y, de hecho, al terminar los estudios, empecé a buscar trabajo aquí. Fui a todos los sitios posibles: estudios de diseño, revistas, editoriales infantiles…. Y recuerdo que, por norma general, en las editoriales infantiles siempre me decían lo mismo: que lo que yo hacía, que no es exactamente lo que hago ahora, si bien hay un nexo en común, era frío para el público infantil. Yo no entendía por qué se me decía esto, puesto que veía libros infantiles editados fuera cuyas ilustraciones no estaban muy lejos de lo que yo hacía.
Lo que pasaba es que aquí lo que se me pedía eran ilustraciones naif. De ahí que comenzara a trabajar en publicidad. Fue en este campo donde comencé a recibir encargos, si bien la publicidad nunca ha sido un ámbito que me haya interesado especialmente. Por todo esto, no pensé nunca en irme; creía que aquí había posibilidades, si bien luego me fui dando cuenta de que tampoco eran tantas. De todas maneras, sí recuerdo que, por entonces, y te hablo de hace veinte o veinticinco años, encontraba ilustraciones en prensa que llamaban mi atención. Eso sí, muy difícilmente estas ilustraciones te las encontrabas en portada o en un tema principal.
-Sin embargo, si no me equivoco, tiempo después se fue a vivir a Nueva York.
-Sí, pero para estudiar inglés. Nunca había vivido en una ciudad que no fuera Barcelona y quería vivir esa experiencia. Así que fui a Nueva York durante unos meses, durante los cuales mi intención era estudiar inglés. Mi idea no era buscar trabajo, sino seguir con los encargos que me llegaban de España.
Lo que pasó es que un compañero ilustrador me pasó el contacto de un director de arte y, aprovechando que estaba ahí, contacté con él. Gracias a esto que realicé mis primeras colaboraciones con la prensa estadounidense. Fue un punto de inflexión empezar a publicar en The New York Times, porque es un periódico que te da muchísima visibilidad; una vez que publicas ahí es más fácil ir a otros medios. La gente te ve y te contacta.
-¿Qué importancia tiene la figura del director de arte en la prensa norteamericana? ¿El modo de trabajar del ilustrador es muy distinto en Estados Unidos?
-La forma de trabajar aquí es muy distinta a la que te encuentras en Norteamérica, principalmente porque allí la figura del director de arte tiene mucho peso. El director de arte no solo te encarga una ilustración, sino que sigue el proceso de creación de dicha ilustración de cerca. Tienes que enviar propuestas y esperar que el director de arte del medio en cuestión elija la que considere mejor.
Luego, evidentemente, tienes libertad a la hora de elegir la creación elegida, si bien es cierto que, una vez entregada, el director de arte puede pedirte cambios. Aquí es completamente distinto: te pasan el texto que hay que ilustrar y tú entregas directamente la imagen que has creado. Hay que decir, de todas maneras, que las cosas están cambiando y, lentamente, se está adoptando el modelo americano, que da bastante más trabajo, pero está mejor remunerado. Lo que quiero decir con esto es que aquí no te pueden exigir tres propuestas porque lo que se paga apenas cubre el trabajo invertido en una única ilustración.
-No hay mayor signo de reconocimiento que una remuneración digna.
–Sin duda. Cuando me preguntan si está valorada la ilustración siempre digo que la menor manera de saberlo es ver cuánto se paga. Y aquí se paga poco. La ilustración es un ámbito muy precarizado. Se ha de trabajar mucho, mucho, para poder llegar a final de mes.
-Y sin embargo en España no hay nadie que no aplauda a The New Yorker, su modelo, lo que significa y, sobre todo, sus portadas.
-Es curioso, sí. De hecho, no hay ninguna publicación con ilustración de portada que sea un referente. De todas maneras, hay que decir que The New Yorker es una rareza incluso en Estados Unidos. Hablamos de una revista con ochenta años o más de trayectoria que ha mantenido desde sus inicios sus principios, su formato y su estructura a pesar de las modas, las tendencias…No hay que olvidar que en los ochenta la ilustración vivió sus horas más bajas por el auge de la fotografía, pero, a pesar de esto, The New Yorker siguió manteniendo la ilustración en sus portadas.
-¿Es el sueño de todo ilustrador publicar en The New Yorker?
-En parte sí. Decir que es la meta de todo ilustrador quizás sea excesivo, pero, indudablemente, publicar ahí tiene importancia, sobre todo por el reconocimiento que acarrea. Significa publicar en un medio que da mucho valor a la ilustración. Es un medio más atrevido que otros. Menos convencional que otras publicaciones.
-¿Puede ser ilustrado todo en Estados Unidos?
-No, porque en hay muchas líneas rojas, muchas más de las que podemos tener aquí. En Norteamérica no pueden aparecer desnudos, algo que aquí no resulta nada problemático en una publicación para adultos. Aquí, si aparece dibujado un pecho descubierto, no pasa nada. Allí no es que sorprenda, es que directamente no puede aparecer.
Las ilustraciones tienen que ser para todos los públicos, a pesar de que, quizás, el texto al que acompañe sea demoledor. El texto puede decir lo que sea, pero la imagen, no. Cuando publiqué en Estados Unidos English is not easy, los editores norteamericanos querían eliminar las imágenes de desnudos que aparecen porque cualquier libro en el que aparezcan desnudos debe ir acompañado de una etiqueta de advertencia y no puede exponerse en los escaparates de las librerías.
-¿Cómo terminó la historia?
–Yo no quise que se quitara nada. Prefiero que el libro esté escondido en los estantes de las librerías antes de que se publique recortado.
-Si algo aparece en sus ilustraciones son cuerpos, individuos.
-Lo que a mí más me interesa es el comportamiento de las personas. Me interesa retratar a la gente. Apenas dibujo escenarios. Solo cuando es imprescindible para contar la historia que quiero narrar.
-En Manual de autodefensa, una de sus ilustraciones dice: 'Imagina un mundo sin convenciones sociales, sin frases cortas, sin gestos estipulados, sin hablar del tiempo para llenar los silencios…'.
-Y eso que, en mi día a día, soy muy correcta y convencional. Lo que pasa es que necesito la ilustración como una forma de huida. Yo utilizo el dibujo para explicar cosas que de otra manera no sabría explicar. Si lo piensas bien, el mundo en el que vivimos está lleno de cosas absurdas y el dibujo me permite mostrarlas.
-Usted se ha enfrentado a textos literarios y ha ilustrado a autores como Stefano Benni, Elio Pecorara o Lujdmila Petrusevskaja.
-El texto literario siempre da más libertad que la prensa escrita, que requiere que la ilustración refleje la idea central del artículo. El texto literario y, en concreto, la poesía da muchas posibilidades al ilustrador y es más agradecido a nivel creativo. Yo me siento mucho más cómoda ilustrando poesía por esto.
La poesía se construye sobre un lenguaje metafórico: no se trata de trasladar exactamente a la ilustración lo que se está diciendo, como pasa en narrativa, sino el sentido. Para mí, el sentido de una ilustración es que diga algo nuevo con respecto al texto. No me interesa una ilustración que sea meramente ornamental o que funcione como relleno. Lo que le pido a una ilustración es que sea sugerente, que su mensaje no se agote en ella misma.
-En un momento en el que todo es imagen, ¿la ilustración corre el riesgo de caer en el preciosismo?
-Ya estamos ahí. La ilustración ya ha caído en el preciosismo. Y, con Instagram y, más en general las redes, hay un exceso de producción. Confieso que a mí me sobrepasa toda esta sobreabundancia de imágenes, sobre todo de imágenes preciosistas, bonitas y de consumo rápido. Lo que encontramos en estas imágenes es una voluntad de sorprender a nivel técnico y preciosista, sin importar lo que se quiere contar, lo que se quiere decir con esa imagen.
En Instagram encuentras ilustración fast food: imágenes a las que dedicar un segundo y poco más. En parte porque tampoco ofrecen nada más. El problema no es lo estético en sí mismo, es quedarse únicamente en lo estético. Lo lógico sería que con la cultura audiovisual que tienen las generaciones más jóvenes deberían tener una capacidad de lectura de imágenes muy elevada. No es así. Parece un contrasentido. Me da la impresión de que se entienden cada vez menos las metáforas visuales. De ahí que se busque lo meramente preciosista, lo que es bonito. Hablamos de un consumo pasivo y rápido.
-Se habla de las consecuencias que puede tener la inteligencia artificial en la creación de imágenes. En su opinión, ¿es una auténtica amenaza?
-Sí, lo es. Ese tipo de ilustración preciosista y estética de la que hablábamos va a ser sustituida por la Inteligencia Artificial. Lo que no creo que pueda sustituir nunca son los conceptos, la capacidad narrativa de una imagen o la creatividad de un ilustrador. Creo que puede ser un peligro en cuanto terminará por reventar precios y tarifas. Lo único que va sobrevivir es el ilustrador-autor, es decir, el ilustrador que en su trabajo proyecte una manera muy particular de mirar el mundo, un punto de vista muy personal.
Espero no ser excesivamente optimista, pero creo que las ilustraciones de autor van a sobrevivir. De todas maneras tengo que confesar que hay algo en todo esto que me parece gracioso. Me explico: hablamos de la Inteligencia Artificial y de su proyección en el futuro cuando el mundo está llegando a su colapso. Hablar de futuro como lo hacíamos hace cuarenta años es absurdo, puesto que no hay un verdadero futuro: no estamos yendo a mejor. No hay una expectativa de mejora. Estamos caminando, pero hacia atrás.
-La tecnología es hoy la herramienta principal de los ilustradores más jóvenes, pero ¿habría que reivindicar el papel y el lápiz? ¿No es sobre papel donde se aprende realmente a dibujar?
-Yo sigo necesitando el papel para pensar. Cuando tengo que anotar ideas necesito el papel. Eso sí, cuando tengo prisa, recurro al ordenador, donde también hago bocetos. Pero estoy de acuerdo en que es necesario volver al papel y reivindicarlo. Yo lo necesito y cuando dibujo sobre papel pienso distinto. No sabría decirte por qué, pero mi cerebro funciona diferente cuando dibujo en papel.
-Más de un escritor le diría que no se escribe igual en una libreta que en un ordenador.
En mi caso, no solo pienso diferente, sino que sobre papel mi dibujo cambia. Y me gusta más el resultado cuando dibujo sobre papel, puesto que ahí tengo una libertad que no encuentro cuando dibujo en la pantalla del ordenador. Cuando empecé, todo lo hacía sin ordenador. Me fue muy bien el hecho de no contar con la tecnología de hoy y tener solamente papel y lápiz. Ahora lo fácil es acudir a lo digital, porque, evidentemente, tiene sus ventajas, pero se pierde ese momento de máxima concentración y de libertad que te ofrece estar sola ante el papel sin el control z y sin las interrupciones continuas del mail.