Toni Batllori, por Farruko

Toni Batllori, por Farruko

Artes

Toni Batllori: adiós al 'ninotaire' editorial

Batllori, artista multidisciplinar, superó la cultura de la cancelación, con sus dibujos y la palabra apropiada y afilada para analizar la actualidad

7 enero, 2023 19:42

La cultura de la cancelación no ha podido con ellos. Son los viñetistas, artistas, casi siempre multidisciplinares, a los que podías encontrar cenando en Can Lluís, en la Calle de la Cera, --ya cerrado-- o en Cal Pep en la plaza de las Ollas. Los KIM, Fer, Tom, Pepe Farruqo -ilustrador de Crónica Global y Letra Global- y compañía, y naturalmente, Toni Batllori, el ninotaire  de La Vanguardia, experto en el coup de foudre de la crónica política del día. Batllori siempre llegaba a tarde a la cita de la cena y se sentaba al lado de Kim. Le gustaba escuchar un buen rato antes de acabar hablando por los codos. Anteayer no llegó; tampoco había cena ni restaurante en el Raval; falleció en su domicilio de Teià, unas horas después de entregar su tira diaria, la archiconocida Ninots, de la que se ha encargado en las tres últimas décadas.

Algunos le conocimos hace bastantes años en el desaparecido Noti de noches insomnes, el diario vespertino de los Peris Mencheta, donde la gente entraba después de la siesta y no veía el sol hasta las doce del día siguiente, acompañando al equipo de cierre. Ayer se interrumpió la mueca, pero no el humor cervantino del viñetista desaparecido: “me quedo con la risa de Toni”, dijo el director de su diario, Jordi Juan, a modo de despedida, tras una madrugada larga y triste.

Cubierto casi el primer cuarto del siglo XXI, la tira se ha hecho cómic y este se ha convertido en canal de comunicación digital. Para la viñeta, ser un metamedio puede acabar confiriéndole un efecto ventaja si, a causa de las censuras de los países autoritarios, tienden hacia el comic book para contar guerras, conflictos derivados del shock energético o crisis financieras. Pero el gran paso de los dibujantes capaces de metaforizar la realidad es que se han convertido ya en periodismo activo. Aunque siguen conformando la “edición visual” del oficio, su trazo tiene el valor de la palabra, un activo concedido por las audiencias.

La editorial del silencio y la palabra

Aficionado a la interrogación aclaratoria, Batllori a menudo se preguntaba: ¿Cómo podemos saltar los tabús de la corrección política actual los que nos dedicamos a la incorrección como vehículo crítico? Nos conducen a la viñeta entendida como una de las bellas artes. A la editorial instantánea del dibujo sin complejos y no solamente a la parodia, contrapunto de lo escrito. Batllori está en el altar de Malagón, Eneko o El Roto y también ha dejado su huella en la memoria de los que son leyenda, Mingote o Peridis y los que ya se han convertido en reliquia, como Forges o Perich. Este último fue el maestro de la revolución del análisis a través de la ilustración. Una senda virtuosa que siguieron Máximo, José Luis Martín, Figueres, Guillén, Coromina o el mismo Batllori.

El humorista gráfico Toni Batllori / CCMA

El humorista gráfico Toni Batllori / CCMA

La ilustración de Batllori ha sido una voz unívoca; la editorial del silencio y la palabra, como lo fue la de Luis Bagaría, en sus Dibujos de almohadón y sus colaboraciones en el diario Sol de Madrid, fundado por Luis María Urgoiti y marcado por la línea de Ortega y Gasset, hasta 1939. La caricatura sufrió un declive evidente durante la posguerra y revivió más tarde con Del Arco en aquel audaz Mano a mano, escrito e ilustrado por el mismo autor. Después durmió el sueño de los justos, gracias al humor blanco de Joaquim Muntañola, hasta el desembarco desenfrenado de Jaume Perich, “gran filósofo” y “amigo, casi hermano”, en palabras de Tom; sí, el Tom Roca dibujante y realizador, directo y sin florituras; el hombre que se trajo de Francia el humor de Hara-Kiri  para fundar publicaciones exitosas.

Batllori deja un vacío; descansa ya en el templo que permite expresar opiniones en libertad sin recurrir a las convenciones. Su legado se enfrenta al sexismo, el racismo, el matonismo y las desigualdades; nos convoca en un punto de arranque comprometido, frente a quienes utilizan las redes sociales para difamar a los que disienten. Así lo rememora El Roto, genio de la sátira, iniciado en la revista Hermano lobo, nacida en los setenta, después del derrumbe de La Codorniz y germinada en el restaurante madrileño Casa Picardías, donde escanciaba e impartía el gran cronista Manuel Vicent. Al margen de su personal estilo, Batllori aprendió de El Roto, de Chumi y de todos los demás, dispuestos a pintar una mierda sobre la acera, porque “hoy, la mierda es una forma de comunicación social”, en palabras del primer Ops (Roto). No es la hipérbole de los políticos; es simplemente la sátira de los creativos.

Y también un escultor

Mucho antes del hiperrealismo y el vacío inmaterial que han marcado a los viñetistas actuales, los primeros dibujos en prensa emularon al fotoperiodismo, cuando no existía la Nikon; saltaron a la tira cómica para recordarnos que la risa vive en la calle o entre sábanas y pucheros, como el Dios de Teresa.

Los periódicos incorporaron la ilustración a partir de la primera Expo de 1888 y la convirtieron en indispensable a lo largo del novecientos, con la llegada a las redacciones de artistas como Maifrén, Opisso, Torres García o Nonell. Fue el camino rupturista de publicaciones como L’Esquella de la Torrassa, el ¡Cu-cut! o La Traca, hasta consagrarse en la prensa diaria, tal como expone Giralt-Miracle en su libro Dibujantes, humoristas e ilustradores de La Vanguardia 1881-2006. El cruce entre la tira cómica y el arte mal llamado en mayúsculas --de arte solo hay uno-- ha sido una constante entre los ilustradores de periódicos. Así lo dicta el pasado exponencial del citado Bagaría, vinculado a Russiñol y Els Quatre Gats, pero también dibujante en publicaciones menos rutilantes como La Tomasa o La Tribuna.

Bagaría alternaba su día a día con exposiciones de pintura puntuales --paisajes fríos, otoños húmedos-- compaginando dos géneros aparentemente distantes, tal como lo hecho durante su vida con la escultura el mismo Toni Batllori. El ninotaire ha sido también un escultor valorado, como puede verse en su obra Monumento a las Ilusiones Perdidas (MALIP), una rama de bonsái convertida en un bloque de granito de cuatro metros, que se puede contemplar en la placeta que forman la Diagonal de Barcelona, la Rambla del Poblenou y la calle Bolivia.