España fea
El libro de Andrés Rubio, 'España fea', denuncia el saqueo y destrucción del patrimonio paisajístico y arquitectónico en nuestro país
30 abril, 2022 23:00Esta semana se presentó en Madrid la segunda edición --la primera se ha agotado en pocos días-- de España fea (Debate), libro y aldabonazo de Andrés Rubio, texto febril y documentado con un propósito noble, regeneracionista: es una denuncia rigurosa y meditada de las peores agresiones al paisaje urbano y a la naturaleza de nuestro país durante las últimas décadas, cometidas gracias a la letal alianza entre incultura y la codicia. Y también un breve catálogo de intervenciones ejemplares.
Hay algunos precedentes en esta voluntad de pararse a pensar ante una deriva constructiva descacharrante que es, junto con la industria turística, uno de los más fuertes motores de la economía española, y que arrasa con todo lugar ameno, a menudo en complicidad con ésta.
Por ejemplo, Arquitectura milagrosa de Llàtzer Moix (Anagrama, 2016), que analiza los frutos de los delirios de grandeza arquitectónica en todas las comunidades autónomas que se despertaron a rebufo del éxito del Guggenheim de Bilbao y de la sobreabundancia económica de las administraciones de las distintas autonomías en aquellos años, y que tanto dinero y esfuerzos baldíos le costaron al contribuyente.
Y más recientemente, Capital de provincia de Carlos Romero Rey (Caniche, 2021) libro amoroso del que ya hemos hablado aquí, y que, como reza el título, es un himno en clave menor a los encantos despreciados de las capitales de provincia y un réquiem por lo que en ellas se ha destrozado, y que se centra especialmente en la ciudad de Cáceres: lo que se ha perdido y el patrimonio físico y simbólico que aún podría salvarse si cuaja, por fin, una idea de responsabilidad estética y de memoria para las siguientes generaciones.
Elogio de Oriol Bohigas
Andrés Rubio, autor de España fea, además de fundador de la galería de arte Mad es Mad y dramaturgo, es periodista freelance, fue jefe de la sección de cultura de El País y luego durante muchos años dirigió el suplemento El Viajero del mismo periódico. Por inclinación personal se ha dedicado a estudiar la arquitectura, de donde salió su muy instructivo documental La delirante historia de la Pagoda, sobre la emblemática obra del arquitecto Miguel Fisac, demolida sin contemplaciones en 1999, para escándalo de las personas más o menos sensibles de la capital o con interés por la arquitectura. (Por cierto que el escándalo e indignación que levantó la destrucción de aquella obra maestra de Fisac no sirvió para evitar que, veinte años después, y ante el estupor y la indiferencia general, la sutil superficie concebida mediante un tratamiento de encofrados flexibles de otra obra maestra de Fisac, el polideportivo de la Alhóndiga en Getafe, fuera profanada irreparablemente por las alegres pinturitas del “colectivo de arte urbano” Boa Mistura. Con el agravante de que la “pagoda” cayó sacrificada en el altar de la codicia, mientras que el polideportivo ha sido víctima de la frívola ignorancia de los gestores políticos de Getafe y de los Boa Mistura.
El contundente libro de Andrés Rubio incluye un centenar de fotografías sobre los abusos más notorios cometidos contra nuestro patrimonio desde el cabo de Gata al de Finisterre, y postula, ya desde el mismo subtítulo, que “el caos urbano es el mayor fracaso de la democracia” porque la exigencia de protección del patrimonio no figuró en la Constitución. Rubio propone un control sobre el espacio público semejante al que opera en Francia, en vez del seguimiento de modelos ultraliberales del laissez faire, laissez passer. Y por cierto que en este sentido elogia la ejecutoria y el sentido urbanístico de Oriol Bohigas en el ayuntamiento de Barcelona --que no son pocos, por lo que he podido ver, los arquitectos madrileños que lamentan que la capital no haya contado con una figura parecida, más aún ahora que con el Gran Madrid se prepara una merienda de negros espectacular--, así como muchas medidas racionalizadoras del gabinete actual de Ada Colau-Janet Sanz.
Cuando la vida corriente sea menos dulce
Buena parte de culpa de las tropelías contra el patrimonio las atribuye Rubio a la ausencia de filtros al mal gusto, a la ausencia de una política de Estado que deja el territorio al albur de la dinámica de los nacionalismos regionales, con su inclinación natural a la corrupción, imponiéndose “el capitalismo mafioso o de amiguetes” sobre el bien común.
No he podido todavía leer con detenimiento este libro-denuncia que, para no ser demasiado pesimista, reseña también, como decía antes, una serie de actuaciones políticas y urbanísticas ejemplares. Está encontrando ya un fuerte eco España fea. En la presentación pública, donde Rubio se expresaba con vehemencia razonada, mientras en la pantalla desfilaban imágenes de algunos de los sacrilegios cometidos contra nuestro patrimonio, se me ocurrió pensar que ojalá, como pasó con La España vacía de Sergio del Molino, España fea invite a meditar y tenga consecuencias.
En fin; a lo peor, cuando --no falta mucho-- tengamos que imperativamente empezar a renunciar a algunas cosas que hasta ahora hemos dado por alegremente garantizadas, empezando por ciertos suministros, cuando la vida corriente sea más áspera, menos dulce que ahora, quizá querremos consolarnos disfrutando de la belleza de los entornos. Miraremos alrededor y ojalá no tengamos que constatar que ella también ha ardido en la hoguera de las vanidades.