El Pato Donald o el arte de ser segundo
Un repaso por la vida y milagros del colérico personaje de la factoría Disney, el dibujo animado más popular de la historia, con la excusa de su (hipotético) 85 cumpleaños
14 agosto, 2019 00:00Cuando el Valencia perdió su segunda final de Champions consecutiva, mientras los jugadores lloraban arrancándose las medallas de plata sobre el césped, su entrenador, el argentino Héctor Cúper, recordó que justo antes del partido había declarado orgulloso ante un periodista del diario Olé: “Segundo es una palabra hermosa”. Y tenía razón.
En esta sociedad que parece atender solo a los ganadores, a los números uno, está fetén prestarles algo de caso a los casi ganadores. Bien lo sabe Donald Fauntleroy Duck (Patópolis, 1934), el pato blanco antropomórfico con problemas de foniatría y ancestros escoceses, el ave temperamental de los dibujos Disney, el eterno novio de Daisy, casi el dibu más popular. Y, hasta hace solo algunos años --Trump ganó las elecciones en el 2016--, el Donald más risible de todo el planeta.
Aunque tenemos bien documentados sus orígenes, su edad –como la de Borges y las grandes folclóricas– es fuente de controversia. En pantalla aparece por primera vez en el corto La gallinita sabia de la serie Sinfonías tontas, dirigido por Ben Gillet y dibujado por Dick Lundi en 1934, pero tenemos datada una aparición anterior en una tira cómica de 1931, o incluso antes. Sea como fuere, el tipo ha cumplido ya los ochenta sin un ápice de decrepitud o cansancio. La personalidad del anátida, en aquellos tiempos primigenios, no estaba todavía muy definida, pero sí su característica forma de graznar, su enervante y contagiosa forma de no hacerse entender.
Un artista no es nada sin una voz propia y a fe que Donald la poseía. La suya, en aquel momento y durante los 51 años posteriores, fue la de Clarence Nash, silbador profesional, imitador de animales. Él mismo doblaba al pato en todas las lenguas gracias a su perspicacia y un buen uso del alfabeto fonético. En los últimos años en castellano lo escuchamos gracias al músico Héctor Lera. Todos, en algún momento de euforia, tal vez etílica, hemos tratado de imitar esa voz infructuosamente.
El hecho fundamental para la vida de Donald tal vez sea su encuentro con el historietista y guionista Carl Barks. Barks, como Donald, es también uno de esos segundones que con el tiempo han llegado a ganarse un puesto en el mundo del arte. Forma parte de los dibujantes, en un primer momento ninguneados, como Joe Shuster o Steve Ditko, cocreadores de Superman y Spiderman respectivamente, que gracias al talento de sus dibujos consiguen vencer el muro del anonimato. Barks se encarga de hacer crecer el universo de Donald, creando verdaderos iconos pop como el Tío Gilito, basado en el Scrooge de Charles Dickens, los pesados de sus sobrinos o los sinvergüenzas y divertidísimos Apandadores.
El hecho fundamental para la vida de Donald tal vez sea su encuentro con el historietista y guionista
En 1943 incluso se llevó una estatuilla Oscar –no sabemos si se la guarda su tío, Gilito– por protagonizar el polémico corto La cara del Führer (1943). La pieza de propaganda bélica, tan habitual en aquellos tiempos para levantar el ardor patriótico y animar a la población a pagar impuestos para Guerra, posee alguna de las imágenes más perturbadoras de la historia del dibujo animado. Donald se despierta al estruendo de una banda formada por, entre otros, Himmler, Goebbels y Mussolini. Después de malcomer, Donald es forzado a construir armas ante la mirada despótica y omnipresente de decenas de retratos de Hitler. Al final todo es una pesadilla y un Donald en pijama patriótico –parece que solo viste pantalones para dormir o nadar– acaba haciendo cariñitos a la estatua de la Libertad y aterrizando sobre la cara de Adolf. Durante muchos años la pieza estuvo desaparecida. Walt Disney, frente al miedo de que algunos grupos filonazis utilizaran ese material de modo incorrecto, decidió hacer desaparecer el corto hasta relanzarla, con el contexto adecuado, en un DVD en 2004.
En 1943 incluso se llevó una estatuilla Oscar –no sabemos si se la guarda su tío, Gilito– por protagonizar el polémico corto
En la cúspide de la fama, Donald coprotagoniza también Los tres caballeros (1944), el séptimo en el canon de largometrajes Disney. El largometraje combina imagen real con dibujo animado y se localiza en diversos emplazamientos de America Latina. Le acompañan el loro brasileño José Carioca y el gallo mexicano Panchito Pistoles.
Es sintomático que en los años cuarenta la popularidad de nuestro pato favorito supera por primera vez –y última– al ratón cursi. Desde entonces todo ha sido suave pendiente hacia el segundo puesto. En los países nórdicos tuvo un momento de revival gracias a las aventuras pedagógicas de los jóvenes castores. A finales de los 80 apareció en la maravillosa ¿Quién engañó a Roger Rabbit? al lado de su némesis Lucas y sigue con sus series propias. En la actualidad, aunque asume sin aspavientos su rol subalterno, sigue siendo el personaje Disney con más apariciones en la pantalla y protagoniza videojuegos. Tal vez preparado, atento y en forma, por si el mundo necesita otra vez de su característico mal genio y determinación.