Reus es conocida por mucha gente por ser la ciudad que vio nacer al arquitecto modernista Antoni Gaudí, un referente de la arquitectura internacional. Pero en realidad, esta ciudad es mucho más: cuna del vermut, segunda ciudad de la provincia de Tarragona, la única de ellas con aeropuerto, el eje comercial El Pallol,… Pero no se queda tan solo ahí.
Que nadie espere una sola obra de Gaudí allí. Se puede visitar su casa natal, el colegio donde estudió y la iglesia donde fue bautizada. Poco más. En cambio, otro de los arquitectos clave del modernismo catalán, pero de Barcelona, Lluís Domènech i Montaner tienen gran cantidad de obra erigida en esta ciudad.
Casa Navàs
Más allá de la Casa Rull o el instituto Pere Mata, hay un palacete del barcelonés que sorprende a todo aquel que lo ve, la Casa Navàs. Y es que si su exterior es, cuanto menos, diferente, el interior es una joya para aquellos amantes de la arquitectura y el interiorismo.
Construida entre 1901 y 1907, esta casa situada en pleno centro de Reus fue un encargo de un famoso comerciante, Joaquim Navàs, que quiso tener un edificio único para vivir y, además, en la planta baja, tener espacio para poner su local. El acuerdo dio unos frutos increíbles.
Arte por todos lados
El inmueble presume de tener en sus tres plantas más de 200 metros cuadrados de vidrieras que se encuentran entre claraboyas, tabiques, puertas y ventanas, cerámicas, pinturas, tejidos de seda y lámparas de la época. Poco importa que durante la Guerra Civil, en 1938, un bombardeo destruyera una esbelta torre y el coronamiento escalonado original. La casa luce espectacular.
El artífice de la Casa Fuster de Barcelona, con un presupuesto ilimitado, desplegó todo su talento, para entregar a los comerciantes del textil una obra que queda para la historia. No estuvo sólo para lograrlo, contó con genios artesanos como Jeroni Granell, Lluís Bru, Antoni Rigalt y Gaspar Homar que ayudaron a dar esplendor a esta vivienda con sus muebles, detalles y decoración que todavía luce intacta.
Cómo es
La imaginación del arquitecto cargó la casa de cristaleras que dejan pasar la luz, de motivos florales en el exterior e interior de la casa, así como otros elementos inspiradores de la naturaleza. Pero obseso de la luz natural como bien demuestra la enorme claraboya que puso en el Palau de la Música, no dudó en dotar de hasta tres patios interiores a esta casa de Reus, para recibir aún más claridad exterior.
Si dos de ellos eran cubiertas, el patio situado en el lado oeste de la casa, luce como si fuera una tercera fachada. Las enormes vidrieras en los arcos sobrepasados que diseñó en esta primera planta, y una especie de suelo acristalado dotaba al comercio de la planta baja de luz natural, mientras el primer piso se llena de colores.
Interiorismo
El interior de la casa tampoco puede quedar en el olvido gracias a los detalles de madera de Homar, pero las obras de cerámica, los balcones interiores, los mosaicos, los esgrafiados y el trabajo de la piedra no dejan indiferente a nadie. Sobre todo, porque se conservan casi intactos.
De hecho, el propietario e impulsor de esta obra, el propio Joaquim Navàs nunca llegó a vivir allí. Antes de que se acabara la casa, el comerciante y su esposa, Pepa, sufrieron un atentado en su casa Boca de la Mina, cerca de Reus, y se mudaron a Barcelona. Lo único que pudo hacer antes de morir en 1915 a los 65 años fue supervisar las obras.
Quién vivió allí
Sí pudo entrar a vivir su esposa y su ahijado, Joaquim Blasco, quien heredó la casa en 1928, tras la muerte de la mujer. Como diez años después fue bombardeada, Blasco nunca más quiso volver y empezó a alquilarla a diferentes notarios, hasta que dieron con el doctor Nolla.
Este médico fue el primero que abrió las puertas de esta casa a la ciudadanía. Allí atendieron a los pacientes durante 40 años y muchos vecinos quedaban maravillados al entrar por la puerta. Una puerta que quedó cerrada hasta 2018.
Cerrada en el pasado
Hasta que un empresario privado no se hiciera con la propiedad en 2017 y decidiera abrirla al público, la Casa Navàs permaneció cerrada a cal y canto, reservada sólo a uso privado. Los reusenses y visitantes se tenían que conformar en contemplar esta obra de arte desde el exterior. Que tampoco está mal.
Realizada totalmente en piedra natural, originaria del vecino pueblo de Montblanc, lucen las formas de los balcones y los adornos de los ventanales. Al más puro estilo fusión, la fachada es la mezcla perfecta entre el estilo neogótico con el tamiz del ojo modernista de Domènech i Montaner.
Una fachada única
De entre todos los detalles de ambas fachadas, destaca el balcón redondo donde un pilar de carga recuerda con una tremenda letra N a quién perteneció la casa. Destacar también la tracería de la barandilla es de motivos florales y sobre las puertas que dan salida al balcón hay unos tímpanos trilobulados muy decorados y flanqueados por pináculos flamígeros adosados a la pared.
No pasa desapercibida la tribuna de forma semihexagonal y motivos naturales formada por pilares dobles acabados con capiteles decorados con figuras que recuerdan animales. Por encima de la tribuna hay un balcón, ya en el segundo piso, con un alféizar en piedra muy barroco. Detalles increíbles que lucen en pleno centro de Reus. Un palacete único que no pasa desapercibido.
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