Como bien saben los habitantes de las grandes ciudades, todo lo que ahora son barrios, en otros tiempos eran municipios anexos. En Cataluña, los casos más conocidos son los de Gràcia y Sarrià, antiguos poblados que tratan de mantener su esencia, pero que ya llevan demasiado tiempo unidos a Barcelona.
Pero la capital no es la única ciudad que puede decir caso. A Girona le pasa algo muy parecido. Uno de los barrios más periféricos de la ciudad, Sant Daniel, es otro ejemplo de pueblo que se convirtió en barrio. Y de aquella época aún se conserva parte de sus edificios.
Dónde está
Este pintoresco barrio se encuentra pasado el río Onyar, en un valle del mismo nombre, al este del Barri Vell de Girona y al pie de las Gavarres. Allí aprovechando la proximidad del río Galliogants se empezaron a construir algunas casas que ahora forman parte del ecosistema de Girona desde 1963.
Sin embargo, la historia de Sant Daniel se remonta mucho más allá en el tiempo. Era el siglo IX cuando los monjes benedictinos erigieron allí, el monasterio de Sant Daniel, fundado por la condesa Ermessenda. Ellos fueron los que dieron el nombre a la zona que creció de forma irregular por la ladera de la montaña.
Así es el monasterio
Conocido anteriormente con diversos nombres como Vall Bascona, Vall Ombrosa, Vall Tenebrosa, Vall Profunda y Vall de la Foscor, este valle adquirió su denominación actual en el siglo XI, tras la llegada de las reliquias de sant Daniel de Armenia al monasterio que lleva su nombre.
El templo religioso fue el epicentro del desarrollo de la zona, atrayendo población y actividad económica a su alrededor. El crecimiento del monasterio coincidió con la expansión urbana en el valle, con la aparición de pequeños núcleos alrededor de la abadía y numerosas masías dispersas por él y sus alrededores.
Importancia de Sant Daniel
El valle fue durante mucho tiempo una ruta crucial entre Girona y Madremanya, La Bisbal y el Empordà, atravesando el macizo de las Gavarres. De allí que la actividad económica de la zona no dejara de crecer.
Uno de los vestigios más destacados de esta época es el puente de la Font del Bisbe, que aún se conserva en funcionamiento y que cruza el río Galligants. Todo para que el comercio de todo tipo pudiera resultar más fácil.
Integrado en Girona
Desde entonces, la población de la zona no ha dejado de crecer. Sant Daniel se ha convertido en un destino atractivo para nuevos residentes. El bache más grande lo experimentó a principios de los años 90, cuando la construcción de la variante de la carretera N-II dividió el valle en dos, alterando su dinámica y conectividad.
A pesar de todo, gracias a la revitalización de antiguas construcciones y la llegada de nuevas edificaciones, cerca del 1% de la población de Girona ya vive allí. Eso, sumado a la proximidad de la naturaleza, lo han hecho de lo más atractivo.
Qué ver
Hay dos puntos cruciales de la arquitectura de Sant Daniel que atrae tanto a vecinos como a turistas. Por un lado, el ya citado monasterio de Sant Daniel, que es la única comunidad benedictina femenina de Cataluña que reside en el mismo lugar donde nació.
Muy cerca de allí hay otro templo religioso, Sant Pere de Galligants. Situado a las afueras de la muralla, este monasterio benedictino original del siglo X es uno de los tesoros más notables del arte románico catalán. Actualmente, es la sede del Museo de Arqueología de Cataluña en Girona y atrae a miles de visitantes.
Planes por hacer
Para los amantes de la naturaleza, acercarse a Sant Daniel es aproximarse a la biodiversidad del territorio. De allí, salen varias rutas que se pueden hacer en familia y disfrutar del río y los colores de la naturaleza.
Por el camino uno se cruza con la Font del ferro y la Font Martina, el puente de Miralles, Can Lliure y lo que queda de Cal Mistaire y Can Micaló. Un recorrido apto para pequeños y grandes y que se puede hacer tanto a pie como en bici.