Ni griego ni valenciano: el restaurante de cocina fusión que arrasa en un popular barrio de Barcelona
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El mundo de la gastronomía está harto de oír hablar de cocina fusión, pero incluso de restaurante 100% de un lugar. El mundo culinario siempre se ha caracterizado por la mezcla de ingredientes y productos de todas partes del mundo y así es como ha conquistado a la sociedad, pero el término agrada al comensal.
Comer es un placer tan exquisito que en España salir a un bar o un restaurante es casi un básico de la vida. Por eso, los cocineros cada vez se esfuerzan más en sorprender con sus propuestas, conocedores del paladar patrio. Y ya si es en Cataluña, de donde han salido algunos de los mejores chefs catalanes, el reto es aún mayor.
Un restaurante en Barcelona
Por eso, el éxito de un restaurante como el Margarit, situado en el barrio del Poblesec, en Barcelona, es un hecho digno de mención. Cercano a la comida griega, en realidad, tras los fogones sí hay un cocinero del Peloponeso, pero también otro valenciano. Ambos unen fuerzas y recuperan un local y unos ingredientes que han conquistado a los barceloneses.
Los maestros cocineros han transformado una esquina que, en otro tiempo, albergaba el icónico Bar Margarit, un lugar de encuentro popular en los años treinta pero manteniendo su esencia y la de otros restaurantes que estuvieron allí. Tras varias etapas y ocupaciones, incluida la menos afortunada La Tomaquera, el chef Stefanos Balis ha sido el encargado de devolverle la vida a este espacio.
Dos chefs, un restaurante
Conocido por su trabajo en prestigiosos restaurantes como Pakta y Rilke, ha asumido la misión de trasladar a los comensales a su Grecia natal, a través de platos que combinan tradición y modernidad. Pero en este viaje no está solo, lo acompaña Jordi Fenoll, otro prestigioso chef curtido en la alta cocina, habiendo trabajado en locales como el Dos Pebrots. Juntos, suman fuerzas para crear un espacio con un toque industrial, pero acogedor, que invita a disfrutar de una experiencia culinaria única.
El local es de lo más despojado. Un local con las paredes al descubierto y decoración austera pero moderna. Pero uno rápidamente se da cuenta de que está en otro lugar. En el medio del Mediterráneo.
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Los dos lados del Mediterráneo
Así, uno se encuentra en la mesa con un pan de masa madre del vecino Forn Serra, acompañado de olivas, queso y aceite de oliva virgen. Una invitación a disfrutar de los ingredientes básicos de la cocina de este lado del mundo, tanto de la costa española como griega.
Eso es sólo una invitación. Entre sus los platos más destacados se encuentra el fava, una especie de hummus elaborado con guisante amarillo de Akrotiri, un cultivo con más de 3.500 años de antigüedad. Este plato, que se sirve con salazones, tomate seco y hojas de alcaparra, demuestra la voluntad de Bali de enseñar y compartir la riqueza gastronómica de Grecia, adaptada al contexto local, gracias al toque de Fenoll.
Qué comer
No es cuestión de desgranar todos los platos de una carta no tan extensa, pero sí elaborada cuidadosamente para resaltar los sabores tradicionales con un toque de innovación que conectan Valencia y Grecia sin olvidarse de Barcelona. Así uno encuentra la pita frita con miel y albaricoque y la skordalia, un plato típico griego que aquí se presenta con gambas, suquet y orly. Incluso las pitas artesanas, elaboradas por el propio equipo del restaurante, varían según la temporada, destacando la creatividad y el respeto por los productos frescos y locales.
Constantemente los platos típicos de cata lugar se mezclan en uno. Así, la brandada de bacalao viene acompañada con algarroba y remolacha, que parecen unirlo a la tarma griega, que se hace con huevas de pescado. El toque Fenoll se nota con la terrina de pato mudo, pollo de pagés, pera y cogollos a la brasa y pepino encurtido.
Entre los postres, destaca el tulumba, un dulce tradicional turco que en este restaurante se sirve con crema de azafrán y pistacho, o la leche caramelizada con nata y crumble de cacao, que pone el broche de oro a una comida que, de principio a fin, mezcla tradición y vanguardia.
Vinos
Como bien saben griegos y catalanes, toda comida debe estar bien maridada y Balis y Fenoll han tomado buena cuenta de ello. La oferta de vinos de Margarit es digna de los platos elaborados.
Aquí vuelven a destacar los dos extremos del Mediterráneo. Uno puede disfrutar el vino griego de Satyrs Wine o los más pequeños y locales, como el Ros Marina, un vino orgánico y ecológico que resulta de una vendimia natural, elaborado siguiendo el método ancestral. Pero hay desde vinos de Macedonia a otros de Viladomat-Aragó. Hay casi un vino por cada plato y comensal.
Precio
Pero como es obvio, lo importante al final son dos cosas: haber comido bien y a un precio adecuado. Y, tal y como apuntan los comensales que han pasado por las mesas del Margarit, el local lo cumple.
El precio medio por persona ronda los 40 euros si no se incluye ningún vino. Sin embargo, también es posible optar por un menú degustación por 42 euros.