Thomas Glanzmann
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El transcurso de las semanas no ha hecho sino incrementar las dudas acerca del futuro de Grífols, de resultas de las negociaciones de la familia fundadora con el fondo Brookfield para el lanzamiento de una eventual OPA por el 100% del capital. La escasa información de que se dispone contribuye a alimentar los rumores y ya ha provocado los primeros movimientos entre los inversores, especialmente el de los tres fondos que se han unido para tratar de acceder al consejo.
La situación ha vuelto a poner de manifiesto que la compañía aún arrastra problemas con su gobierno corporativo. Por lo pronto, la respuesta ha sido adelantar la retirada de poderes ejecutivos a su presidente, Thomas Glanzmann, que él mismo anunció hace unos meses, pero que situó ya en 2025.
La medida responde a la lógica de que un tiempo de transición tan prolongado no es lo más recomendable para una empresa cotizada. Sin embargo, tampoco es demasiado aventurado imaginar que la decisión ha tratado de evitar un nuevo incendio en Grífols. Si los fondos se hacen finalmente con un asiento en el consejo van a impulsar propuestas de este tipo desde el primer momento y, ante este posible escenario, lo mejor es anticiparse.
No obstante, tampoco parece lo ideal que el productor de hemoderivados acumule en su consejo vocales con la categoría de "otro externo", reservado habitualmente a aquellos que no son dominicales y cuyo tiempo de permanencia en el órgano ejecutivo excede el indicado en las recomendaciones de buen gobierno. Grífols ya tiene el caso particular de Tomás Dagà, muy señalado a raíz de la publicación del informe de Gotham y las célebres operaciones con partes vinculadas. Será cuestión de tiempo que, si mantiene su condición de cotizada, el caso de Glanzmann se convierta en un nuevo problema.