Emiliano García-Page
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Es prácticamente unánime la coincidencia en las filas socialistas de que la llegada del líder del PSC, Salvador Illa, a la presidencia de la Generalitat es una oportunidad única para poner fin a la oscura etapa 'procesista' e iniciar una nueva era que devuelva a Cataluña el esplendor y atractivos perdidos en más de un década. Precisamente por este hecho, llama la atención la actitud del presidente de Castilla-La Mancha y uno de los ‘barones’ más destacados del PSOE, Emiliano García-Page, con motivo del comité federal del partido celebrado durante el fin de semana.
Con el foco del debate en la financiación autonómica, a cuenta del pacto entre PSC y ERC para dotar a Cataluña de un concierto que le permita recaudar el 100% de los impuestos, el dirigente manchego se ha prodigado de puertas hacia afuera en desavenencias públicas con este escenario, con términos manifiestamente inoportunos como el de "cupo independentista".
No parece la mejor manera de llevar a cabo ese pase de página cuya necesidad no genera discrepancia alguna. Al margen de la conveniencia de reservar los debates al interior de las reuniones, lo cierto es que posturas como las del mandatario manchego no hacen sino generar ruido y confusión, en lugar de aportar elementos constructivos para abordar la, por otro lado, inevitable tarea de reformar y actualizar la financiación autonómica.
Un asunto de vital importancia, una de esas grandes reformas merecedoras de pactos de Estado y que lleva demasiado tiempo varada entre el agrio y escasamente edificante debate político establecido entre los dos grandes bloques. No escasean precisamente los agitadores ni los candidatos a serlo en el escenario de la cosa pública. De alguien como García-Page se espera más, mucho más.