Felipe González
El jarrón chino que habla
Hay que ver la que se ha liado con la aparición de Felipe González en el programa de Pablo Motos El Hormiguero. La izquierda oficial y su propio partido se han llevado las manos a la cabeza y han venido a decir que chochea y que más le valdría disfrutar de su jubilación y ahorrarse sus opiniones sobre el actual PSOE. La derechona, que no pierde ocasión de barrer para casa, lo ha ensalzado como un socialista cabal, nada que ver con esos chisgarabises que tenemos en el gobierno. Y yo me he quedado haciéndome la pregunta habitual cada vez que a González le da por largar: ¿está en su derecho de hacerlo o más le valdría quedarse calladito para que no le vuelvan a sacar al GAL, a Roldán y demás miserias de su larga etapa al mando de la nave común?
Por un lado, pienso que los jubilados, en general, harían bien en no incordiar, pues todos sabemos lo mucho que molesta, a los que trabajan, la aparición por su antigua oficina de esos miembros de las clases pasivas que se aburren en casa. Pero, por otro, reconozco que experimento una estimulante sensación de euforia y vindicación cada vez que Felipe (o su fiel Alfonso) se manifiesta para meter un dedo en el ojo de la actual dirección de su partido.
Dijo González en El Hormiguero (o vino a decir) que el PSOE empezó a irse al carajo con Rodríguez Zapatero (el del talante a secas, un concepto que si no va seguido de un adjetivo no quiere decir absolutamente nada: quizás era eso lo que se pretendía) y ha tocado fondo con Pedro Sánchez. Ya sé que no es bonito ciscarse en tu propio partido cuando ya no lo controlas tú y que ejercer de Abuelo Cebolleta siempre toca las narices a tus herederos, pero no lo puedo evitar: ¡pienso exactamente igual que Felipe González, aunque eso me condene a ser desterrado a la fachosfera! La grima que a Felipe le produce el actual PSOE es la misma que me inspira a mí. Y cuando veo la manera en que el sanchismo le contesta, me reafirmo aún más en que el viejo lleva razón.
Creo que Rodríguez Zapatero (neo gurú del sanchismo) y Pedro Sánchez se han cargado lo que quedaba de la socialdemocracia española y de ahí no hay quien me saque. Como votante socialista durante años, considero que tengo, por lo menos, derecho al pataleo, como también lo tiene (y lo ejerce) el provecto Isidoro.
¿Que su hoja de servicios no es ejemplar? Sin duda alguna. Es más, en su expediente hay, con perdón, mierda para aburrir. Pero tengo la impresión de que González era un master of the universe con algo más de ética que su actual sucesor al frente del partido. Estos dos me recuerdan a los protagonistas de la novela de Tom Wolfe Todo un hombre (recientemente adaptada al audiovisual por Netflix), el macho alfa Charlie Croker y el aspirante a amo del universo Raymond Peepgrass, sujeto rastrero que hace buena a su némesis. Pese a mi edad (no tan avanzada como la de Felipe, pero estamos en ello), no creo que me invada la nostalgia de un súper PSOE porque tal cosa nunca existió, pero ver lo que han hecho Sánchez y su gurú talentoso (que no talentoso) de verdad que me abre las carnes.
No sé si Felipe González tiene derecho a opinar o si debería ejercer de jarrón chino, pero a mí cada vez que se pone a largar lo más grande me aporta algo de consuelo. Ya ven con qué poco nos conformamos los socialdemócratas de toda la vida.