Roger Corman
El rey del cine barato
19 mayo, 2024 00:00Nos dejó hace unos días el cineasta norteamericano Roger Corman (Detroit, Michigan, 1926 – Santa Mónica, California, 2024), productor de más de trescientas películas y director de una cincuentena, un hombre que, según él, jamás perdió un duro con los largometrajes que producía y dirigía. Nunca se consideró un artista, pero le dio su primera oportunidad a gente como Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Monte Hellmann, Jonathan Demme o James Cameron, aunque, eso sí, nunca permitiéndoles que hicieran lo que quisieran, sino urgiéndolos a ajustarse al guion, sin permitirse delirios artísticos, y a no salirse del presupuesto, que solía ser churroso.
Aunque especializado en cine de género (terror y ciencia ficción, principalmente), Corman no fue un glorioso inepto como Ed Wood, sino un tipo que trabajaba sin parar y al que las cosas le salían unas veces mejor que otras. Rodó basura para aburrir, pero sus adaptaciones de Edgar Allan Poe de los años 60, siempre con el gran Vincent Price, yo las recuerdo con sumo agrado y si las pasan por televisión, me las vuelvo a tragar encantado: El péndulo de la muerte, La máscara de la muerte roja, La tumba de Ligeia, La caída de la casa Usher, El cuervo…Son películas vibrantes (y apoteosis del cartón piedra) que, pese a su aparente falta de ambición (como las de la productora británica Hammer), han conseguido ocupar lugares de preferencia en la historia del género fantástico y de terror.
En otro orden de cosas, creo que El hombre con rayos X en los ojos, protagonizada por Ray Milland, es una pequeña obra maestra: el hundimiento de quien ha conseguido ver a través de todo y se da cuenta de que no es una bendición, sino una maldición, ponía los pelos deliciosamente de punta. Y en cuanto a rarezas, no puedo olvidar aquellas dos películas de drogas y motoristas que se marcó a finales de los años 60, The wild angels y The trip, a medio camino entre Easy rider y Una vez al año ser hippy no hace daño.
Corman ha sido un autor despreciado por los cinéfilos y adorado por los frikis, pero sus películas no son ni todas malas ni todas buenas. De su discípulo aventajado, Lloyd Kaufman, patrón de la productora Troma, sí puede decirse que no ha dado nunca una a derechas (aunque las aventuras de El vengador tóxico tengan cierta gracia subnormal). Comparar a Corman con Paul Naschy o Jesús Franco también me parece injusto: mis esfuerzos por tomarme en serio a estos dos señores siempre se han saldado con un fracaso descomunal. De Corman, por el contrario, recuerdo con agrado todo el material visto en los cines de barrio de mi infancia y revisado posteriormente en televisión. El hombre, simplemente, carecía de aspiraciones artísticas y creía más en la cantidad que en la calidad. Pero eso no le garantizó un puesto de honor entre los representantes del cine basura. A su manera, Corman hizo lo que quiso y lo hizo muy bien. Que Dios se apiade de su alma.