Brian Wilson

Brian Wilson

Examen a los protagonistas

Brian Wilson

Sunset Boulevard

19 mayo, 2024 00:00

Ya es oficial: Brian Wilson (Inglewood, California, 1942), líder de los míticos Beach Boys, ha sido diagnosticado de demencia. No ha sido una gran sorpresa, ya que el señor Wilson lleva coqueteando con la insania desde su juventud, cuando formó su célebre grupo con sus hermanos Carl y Dennis y su primo Mike Love. Se comenta que el reciente fallecimiento de su segunda esposa, Melanie Ledbetter, precipitó la incursión definitiva de nuestro hombre en la demencia: ahora les toca a sus hijos y a sus abogados controlar sus finanzas, que deben ser notables, pese a la actitud errática mantenida a lo largo de casi toda su vida.

El padre de los hermanos Wilson fue un compositor de escaso éxito que no se tomó muy bien el de sus vástagos. También era un hombre de tendencias violentas que sufrieron su mujer y sus hijos. Eso sí, nunca escatimó a la hora de comprarle a Brian instrumentos, grabadoras y demás artilugios necesarios para formar un grupo de rock. Si es que se puede llamar rock a lo que hacían los Beach Boys, que a muchos nos ha parecido siempre una colección de pequeñas sinfonías pop de tres o cuatro minutos de duración: Surfin USA, Good vibrations, God only knows…Brian Wilson atesoraba un talento enorme a muy corta edad y estaba empeñado en trascender los límites de cualquier himno pop. Obsesionado con los Beatles, le parecía que éstos siempre se le adelantaban y acababan pasándole la mano por la cara. Para Wilson, Rubber soul era mejor que Pet Sounds, considerado una obra maestra y lo mejor de toda la producción de los Beach Boys.

La chaladura inherente al señor Wilson empezó a manifestarse con la continuación de Pet Sounds, Smile, que para Wilson nunca estaba terminado y nunca llegaba a ser lo que tenía que ser: la obra definitiva con la que asestar un golpe mortal a los Beatles. El disco se archivó en su momento y no salió hasta hace unos pocos años, después de que el bueno de Brian lo torciera y lo retorciera hasta que fuese lo que tenía en la mente. Hay dudas acerca de si lo logró.

Como si no tuviera bastante con sus problemas mentales, Wilson los empeoró con una ingesta sin tasa de alcohol y drogas (básicamente, cocaína y LSD). Y cuando se dio cuenta de que necesitaba ayuda, cayó en las peores manos posibles, las del doctor Eugene Landy, que le controló (y le robó lo que pudo) entre 1975 y 1992. De un tiempo a esta parte, Wilson se había convertido definitivamente en una sombra de sí mismo, en su propio fantasma, en el más glorioso juguete roto del pop norteamericano. Ahora, el genio visionario y excéntrico es oficialmente un demente, lo cual constituye un final que no ha sorprendido a nadie, pero que añade una nueva capa de patetismo a la existencia de un tipo con mucho talento que nunca supo gestionarlo de la manera más adecuada. Frente a los ídolos del rock que se han quitado de en medio a los 27 años, Wilson ha disfrutado, si se puede usar ese término, de décadas de sufrimiento mental y sigue entre nosotros, aunque llegara a lo más alto de sus posibilidades creativas a mediados de los años 60.