Thomas Glanzmann
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El presidente y consejero delegado de Grifols no ha sido capaz de convencer a los inversores para voltear la complicada situación que actualmente vive la compañía, envuelta en un ataque bajista de considerables dimensiones que, en apenas tres sesiones, ha laminado cerca de un tercio de la capitalización del valor.
Cierto que el ejecutivo ha reconocido que hay espacio para la mejora en el terreno de la gobernanza de la empresa, que ya es un primer paso para empezar a recorrer ese camino. Sin embargo, la estrategia de tratar de desmarcarse de ese ahora incómodo accionista llamado Scranton Enterprises con el argumento de que es alguien que pasaba por allí echa por tierra el acierto anterior.
Lo mismo sucede a la hora de intentar convencer al mercado de que la relación de Scranton con la familia Grifols es poco menos que testimonial.
Pocas dudas quedan en el mercado sobre el perfil especulador de Gotham y su intención de sacar el máximo rendimiento en el menor tiempo, aún a costa de los siempre sufridos minoritarios y de la reputación de una empresa. Sin embargo, dado este escenario, la peor forma de combatirlo es sembrar el terreno para que Gotham encuentre materia prima para trabajar. La prioridad debe ser cerrar las grietas. Y negar lo innegable es la mejor manera para que no sólo queden abiertas, sino que se ensanchen para dar cabida a más especuladores.