Jorge Fernández Díaz
El meapilas recalcitrante
El pasado viernes, el político del PP Jorge Fernández Díaz participó en el barcelonés Círculo Ecuestre en un encuentro sobre apariciones marianas (de la Virgen María, no de Mariano Rajoy, aclaro). Parece que lleva un tiempo el hombre obsesionado por unas supuestas apariciones de la madre de Jesucristo a cuatro niñas cántabras en San Sebastián de Garabandal entre 1961 y 1965, un tema al que los españoles no le estamos concediendo, al parecer, la importancia que tiene. Cualquiera diría que el señor Fernández Díaz tiene asuntos más relevantes en los que centrarse, pues está acusado en el llamado caso Kitchen de haber espiado a Luis Bárcenas y haberle sustraído documentos de cierto interés político (motivo por el que la fiscalía le pide 15 años de cárcel) pero, siendo como es, lo más probable es que crea que no tiene nada que temer si intercede por él la Virgen María. De hecho, hace unos días, publicó un artículo memorable en el que venía a decir que todo lo que tenía que hacer la gente para aspirar a un futuro mejor era rezar y confiar en lo que él llamaba el ICM (Inmaculado Corazón de María). Que semejante beatón de derechas (versión española del inefable Oriol Junqueras) siga pululando por el mundo de la política nacional da que pensar. Y nada bueno. Sobre todo, porque la fijación religiosa viene de antiguo, de cuando Rajoy era presidente y Fernández Díaz, que entonces ocupaba el cargo de ministro del Interior, le fue con la monserga de que se le había aparecido la Virgen María en Las Vegas (of all places!) y que la divinidad le había otorgado los servicios de un ángel de la guarda llamado Marcelo entre cuyas misiones figuraba la de ayudarle a aparcar el coche de la forma más correcta posible.
Como se pudo comprobar cuando la charlotada de octubre de 2017 a cargo de Puigdemont y su cuadrilla, Rajoy era un hombre dado a retrasar la toma de decisiones por si las cosas se arreglaban solas. Cuando se decidió a poner orden en el carajal catalán, lo hizo tarde y mal, consiguiendo que las imágenes de los maderos aporreando viejas dieran la vuelta al mundo (aunque más les habría valido a las ancianitas quedarse en casa viendo TV3). Con las epifanías de Fernández Díaz en Las Vegas (por no hablar de Marcelo, el aparcacoches divino), cualquier otro presidente hubiera procedido al cese inmediato del interfecto. ¿O es que alguien cree que se puede dejar la seguridad nacional en manos de un meapilas que cree haber visto a la Virgen María? Evidentemente, siendo Rajoy como era, las confidencias del ministro no condujeron a su despido ipso facto, ya que, probablemente, el cachazudo señor de Pontevedra pensó que ya se le pasaría la pájara (si es que no le creyó, lo cual sería aún más grave).
Hay que reconocer que Fernández Díaz es la perfecta representación del dicho A Dios rogando y con el mazo dando. Es decir, que el hombre encuentra perfectamente compatible alternar con la divinidad y transitar por las cloacas del Estado. No creo ni que les dé importancia a esos 15 años a la sombra que le pueden caer por lo de Bárcenas, pues sabe que el ICM le sacará de apuros. Y si no, siempre le queda Marcelo para conducir el coche con el que se dé a la fuga, pues intuyo que ese ángel de la guarda debe ser también lo más parecido que hay en España al Vin Diesel de The fast and the furious.