Susana Díaz
El peronismo rociero
El término peronismo rociero se lo inventó mi amigo Carlos Mármol, cerebro y coordinador de Letra Global, para definir, yo diría que acertadamente, la manera de ir por el mundo en general y el de la política en particular de Susana Díaz (Sevilla, 1974), la mujer que estuvo al frente de la Junta de Andalucía entre 2013 y 2019 y que ahora se presenta a unas primarias de su partido de toda la vida, el PSOE, para ver si renace de sus cenizas o se va directamente a casa o a algún oscuro despacho de esos que todo partido político suele poner a disposición de los caídos en desgracia. Por lo en serio que se está tomando la contienda, uno diría que Susana tiene la impresión de que, si pierde, igual no le ofrecen ni ese despacho sin ventanas del que les hablo. Es del dominio público que Pedro Sánchez no la puede ver ni en pintura y se sabe que ha dado instrucciones a sus leales para que le hagan la vida imposible a la otrora lideresa providencial. Me dirán ustedes que ella se lo ha buscado, dada la actitud que mantuvo en su momento con respecto a Su Sanchidad, pero, como buena populista, como peronista rociera, Susana no se va a dejar echar a la calle sin porfiar para evitarlo: ¡Menuda es ella! Además, como todo el mundo sabe, el mundo de la política da muchas vueltas: fijémonos en el hombre de los indultos por la concordia y el sillón, que parecía que lo habían echado del PSOE a patadas y volvió triunfal y con ganas de amargarles la vida a todos los que se le habían puesto de canto (como Susana, sin ir más lejos).
Es evidente que, desde Barcelona, no puedo hacerme una idea tan cabal de Susana Díaz como la que tiene el sevillano Carlos Mármol, pero todo lo que mi compadre me ha contado de ella coincide con la impresión que yo ya tenía del personaje: echada palante, culturalmente limitada, populista ba más no poder, sevillana de profesión (o de chiste), ambiciosa y dada a discursos ampulosos y más bien vacíos que a menudo recuerdan a los de José Isbert en Bienvenido, Mr. Marshall. A mí Susana Díaz y los políticos andaluces de su cuerda siempre me han parecido una versión sureña de mis convergentes, gente que juega todo el rato a ser los de casa, aquellos a los que hay que votar porque son más del terruño que nadie y con los que, si hay suerte, siempre cae algo. Ya sé que en teoría nada tienen que ver el PSOE andaluz con lo que fue CiU en sus buenos tiempos, pero siempre he tenido la impresión de que jugaban con cartas (marcadas) similares.
En ese sentido, puede que Susana Díaz y si peronismo rociero sean los últimos coletazos de una manera de ser y actuar del PSOE andaluz, pero tampoco hay que dar por muerta políticamente a esta mujer antes de tiempo. Cuando Pedro Sánchez aún no se había sacado de la manga el término resiliencia, ella ya lo ponía en práctica con vehemencia.