Joan Gaspart
El presidente del consorcio Turisme de Barcelona, el empresario hotelero Joan Gaspart, debería aplicarse en evitar que la ciudad sea receptora de un tipo de viajeros que, lejos de aportar riqueza y calidad, transforman la capital catalana en un lugar idóneo para un turismo perturbador y de baja calidad; un turismo basura, como lo definen los expertos.
El organismo público-privado que preside considera que los acontecimientos de la Barceloneta, narrados por Crónica Global, son un caso aislado “que no se verá mucho más”.
El rechazo no obedece a una opinión moralista, sino a la intención de conseguir que Barcelona sea receptora de un turismo de calidad y de alto poder adquisitivo en vez de una muestra de viajeros mochileros y de botellón. Ese tipo de público hace difícil la convivencia, genera desapego de la ciudadanía con esa industria y muestra una dejadez enorme de las instituciones encargadas de regular esa industria.
El ayuntamiento de Barcelona en Comú tiene responsabilidades en la materia, pero el mundo empresarial que vive de ella también está obligado a trabajar a favor de mejorar el estándar del visitante y pensar algo menos en llenar, a costa de lo que sea, sus hoteles o sus vuelos. Y quizá Gaspart, que ha fracasado incluso como empresario, no sea el más idóneo entre los que pueden contribuir a mejorar la principal industria barcelonesa, mal que le pese a la alcaldesa, Ada Colau.