Marcela Topor
La sopa boba de la primera dama
A Marcela Topor (Vaslui, Rumanía, 1976) le acaban de renovar ese programa en inglés de la Diputación que no ve nadie, pero es de gran utilidad para que Matthew Tree, Marius Serra y demás paniaguados del régimen lleguen a final de mes de manera algo más desahogada que de costumbre. Los afortunados que no tienen sintonizadas en el televisor las emisoras dependientes de la Diputación no sabrán ni de qué les hablo, pero los demás, que alguna vez se habrán topado zapeando con el programa de marras antes de cambiar corriendo de canal, serán conscientes de que solo es una excusa para soltarle una pasta a la parienta del fugado Puigdemont, que necesita para sí mismo toda la de la Caixa de Resistència (o casi toda: algo habrá que soltarle al pianista Comín y al folklorista Puig i Gordi; creo que Matamala mantiene limpia como los chorros del oro la Casa de la República sin remuneración alguna). La pasta en cuestión no es precisamente una propinilla: 6.000 euros de vellón cada mes por dar conversación durante una hora a la semana a algunos invitados nacionales y extranjeros a los que solo se pide que se expresen en un inglés más o menos comprensible.
La asignación de la señora Topor es una ofensa más al conjunto de los catalanes, aunque Pilar Rahola sostenga que 6.000 tronchos apenas dan para llegar dignamente a fin de mes, pero la encajamos como el que oye llover, pues solo es un clavo más en nuestro ataúd y nos hemos acostumbrado al ruido de los martillazos en la madera. ¿Alguien dijo algo cuando el gobiernillo despistó 15 kilos del presupuesto para el coronavirus en vistas a poder pagarle el Polònia a Toni Soler? ¿Verdad que no? ¿Hemos hecho algo más que renegar ante los bancos de hormigón que el ayuntamiento de Barcelona compró a dedo, vía Janet Sanz, para que nadie se sentara en ellos, pero pudieran comérselos los motoristas? ¿Hemos movido un dedo para que TV3 se deshaga de íncubos como Jair Domínguez o Toni Albà, que se pasan la vida insultando a más de la mitad de la población amparándose en un supuesto derecho a la libertad de expresión? Llevamos ya muchos años viéndolas venir, dejándolas que pasen y, cuando se nos mean encima, diciendo que llueve. Los que controlan el dinerito nos han tomado las medidas y saben que tenemos unas tragaderas enormes. Por eso hacen lo que les sale de las narices, porque con la actitud que adoptamos se le pueden soltar tranquilamente 6.000 euros a la esposa del fugitivo legítimo sin que cunda la indignación popular. Se ve que nos sobra el dinero. O que nuestra capacidad de asombro ante la desfachatez del poder se ha reducido hasta casi desaparecer.
Aunque, para desfachatez, la de la señora Topor, que no parece tonta y debe ser consciente de que los 6.000 euros le caen por ser quien es. Quedaría más digna recuperando su dominio del tarot y anunciándose en los programas esotéricos de 25 TV, pero la dignidad es algo que se pierde cuando se comparte la existencia, aunque sea a una prudente distancia, con un holgazán cantamañanas empeñado en pasar a la historia.