Carlos Ruiz Zafón, con varios ejemplares de su libro 'El laberinto de los espíritus' / EFE

Carlos Ruiz Zafón, con varios ejemplares de su libro 'El laberinto de los espíritus' / EFE

Examen a los protagonistas

Carlos Ruiz Zafón, escritor

21 junio, 2020 00:00

A su manera

Aunque nunca llegué a conocerlo, pese a tener amigos comunes, ni a leerlo, porque me resisto a leer lo que lee todo el mundo, siempre le tuve un gran respeto a distancia: era un hombre que escribía lo que le gustaba, sin hacer ninguna clase de concesión, y tuvo la suerte de que a millones de personas en todo el globo les encantaran sus libros. Como, lamentablemente, no pertenezco a ese modelo de escritor (o de cineasta: pensemos en Spielberg, Almodóvar o Amenábar) que conecta con un elevadísimo número de consumidores de su obra, siempre he sentido cierta envidia por ellos, aunque no los lea ni vea sus películas: han tenido la inmensa suerte de que lo que a ellos les gusta escribir o rodar es lo que la inmensa mayoría de la gente quiere leer o ver. Evidentemente, hay que pagar un precio por ello, pero yo diría que vale la pena.

En el caso de Carlos Ruíz Zafón, hubo que encajar la displicencia del mundillo literario español, del que él decía que se componía de un 1% de literatura y un 99% de mundillo. Nunca hizo nada para integrarse en él y siempre mantuvo las distancias, hasta el punto de irse a vivir a Los Ángeles y aparecer por Barcelona de uvas a peras, generalmente para presentar alguno de sus libros. Fue un distanciamiento discreto, carente de declaraciones rencorosas o altisonantes. El hombre, simplemente, prefería dedicarse a sus cosas desde Hollywood, en una clara muestra de la fascinación que siempre había ejercido en él el cine clásico norteamericano.

No todo el mundo en Planeta creía en La sombra del viento. La opinión de Terenci Moix fue fundamental para que se publicara. Y aún más la de Teresa, la esposa de Lara padre, que tenía muy buen ojo para los éxitos. Los altos ejecutivos de la editorial la publicaron de cualquier manera, sin gastar un duro en publicidad y dejando que se vendiera sola (que es lo que se hace en España con la mayoría de las novelas). Luego vino el boca a oreja, las ventas brutales en nuestro país, las ventas al extranjero, la fama y la fortuna, hasta convertirse en el libro español más vendido de la historia, solo por debajo de Don Quijote.

Solo hay una cosa que no entiendo de Ruiz Zafón: su obsesión por impedir que La sombra del viento y los tres tomos que le siguieron se adaptaran al cine, con lo que le gustaba y lo que podría haber disfrutado escribiendo el guion o supervisándolo si lo había escrito otro. Dada la repercusión internacional de sus libros, la adaptación habría sido a lo grande, con los medios suficientes para reproducir su mundo. Siempre se negó, aunque vivía en la meca del cine y le encantaba el cine. En fin, supongo que siempre hizo las cosas a su manera. Se impuso al mundo en general y al mundillo literario en particular para que un cáncer se lo llevara por delante sin importarle su fama, su fortuna y su peculiar actitud vital, la que me llevó a admirarle a distancia, sin llegarlo a conocer ni leer una sola página de ninguno de sus libros.