Laporta sospecha que los grupos opositores están tras la facción díscola de la Grada d'Animació
El presidente del Barça ha decidido plantar batalla al colectivo de animación al hartarse de pagar sus multas al tiempo que soporta sus cánticos en contra
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La Grada d'Animació no comulga con Joan Laporta. Y viceversa. El grupo de animación barcelonista, constituido de forma oficial en 2016 durante el mandato de Bartomeu, que hizo realidad una iniciativa de Jordi Cardoner aprobada en 2011, ha conseguido poner nervioso al presidente del Barça. El dirigente culé está cansado de escuchar cánticos contrarios a su gestión por parte de los mismos a los que les tiene que pagar las travesuras cuando se portan mal (21.000 euros de la temporada pasada y lo que falta de la actual). "Esto acabará mal", aseguran a este medio fuentes conocedoras de la situación.
Laporta se siente especialmente molesto ahora que el equipo va como la seda gracias, en buena medida, a una decisión suya y de Deco: el fichaje de Hansi Flick. Tampoco olvida el origen de la Grada, vinculada al entorno de Sandro Rosell, como en su día los estaban los Boixos Nois con Núñez y Gaspart. Por todo ello, y algunos indicios más, el presidente sospecha que algunas de estas acciones contrarias a su gestión están promovidas desde los grupos opositores.
Mossos y seguridad, coordinados
Al parecer, no son meras sospechas. La junta directiva del Barça lleva meses investigando los movimientos de estos grupos de animación. Lo hace a través de su propio departamento de seguridad, liderado por Xavier Porcuna, en coordinación con los Mossos d'Esquadra. El fruto de estas investigaciones ha llevado a concluir que una parte de esa Grada de Animación tiene vinculación directa con algún grupo de oposición. Los principales sospechosos, según ha podido saber Culemanía, son Víctor Font y Joan Camprubí Montal.
La decisión del club de hacer pública la amenaza de disolver la Grada no es casual. Tras varios meses de investigaciones, unidos a los cabreos de Laporta --al que le molesta mucho escuchar eso de "Barça sí, Laporta no"--, el club ha tomado esta determinación porque no se fía de la Grada. Desde el colectivo, en cambio, se quejan del escaso interés del club en ellos. Llevan meses pidiendo reuniones y no hay manera.
La Grada, descontenta
Mientras la Grada se queja de la falta de atención por parte de la directiva, Laporta ha decidido pasar al ataque de forma contundente. No solamente ignorando las peticiones de reunión solicitadas, sino reclamando las multas abonadas a las institituciones oficiales (UEFA, Liga y Generalitat) y amenazando con la disolución del colectivo en caso de que no se mejore el comportamiento.
La pancarta nazi que pudo verse en Mónaco, con un desafortunado "Flick Heil" como proclama, ha sido la gota que ha colmado el vaso. Es el argumento principal al que se aferra la junta directiva para activar la posible disolución del colectivo de animación.
La pancarta nazi
La presencia de fascistas radicales en la Grada lleva a pensar que el movimiento de los Boixos Nois sigue vivo. Y estos siempre han sido enemigos de Laporta, quien los erradicó del Camp Nou en 2005. El presidente, ante estas sospechas, está decidido a erradicarlos otra vez del estadio. O, al menos, a tratar de hacer limpieza en el colectivo y eliminar a los sospechosos habituales que flirtean con el fascismo, el nazismo y toda aquella simbología que confronta con los valores positivos del club.
La dificultad de adentrarse en esos grupos y hacer una purga eficiente --no generan tanta controversia los Almogàvers, de espíritu catalanista, o Nostra Ensenya como los Supporters y Front 532-- es la que lleva a una solución fatal: que paguen justos por pecadores.
Pagar justos por pecadores
Ello provocaría la desaparición de un grupo de animación muy útil en el estadio, bien valorado tanto por los jugadores, como por los técnicos y el resto de la afición. Muchos culés, entre ellos el expresidente Joan Gaspart, están en contra de su disolución. Creen que la animación es imprescindible en un estadio que históricamente ha sido silencioso --tildado, incluso, de burgués-- y frío. La Grada se ocupa de mantenerlo caliente y de activar al resto de aficionados.
Este argumento, defendido a ultranza por las juntas de Rosell y Bartomeu --siempre con Jordi Cardoner, nieto de Nicolau Casaus, a la cabeza--, no es el todo compartido por la junta directiva de Laporta. En el club tienen claro que no les van a pagar la fiesta. Si la Grada se convierte en un foco de conflicto, con facciones interesadas dirigidas a desestabilizar y encaminadas a obstaculizar las labores de la junta, será erradicada. Laporta lo tiene claro.
Riesgo de radicalización
En la junta creen que el problema hay que cortarlo de raíz y las fuentes consultadas por Culemanía son muy contundentes: "Esto acabará mal". Sin embargo, también existe un riesgo latente de radicalización por parte de los aficionados más radicales que se sientan injustamente castigados. La cosa puede acabar mal en todos los sentidos, un escenario que no conviene al barcelonismo.