Siempre me gusta aprovechar semanas futboleras así, peludas e indigestas en lo mediático, para reivindicar a periodistas deportivos (a tiempo completo o, como yo, solo parcial) capaces de escribir o hablar de fútbol hasta en los momentos de mayor alboroto en la perrera sin necesidad de echar espumarajos por no se sabe bien qué salchicha. Hágase el favor y busque, astuto lector, porque aunque no lo parezca están en activo y merecen la pena. No le hago listado porque no es necesario, en las redes andan: tirando del hilo que le parezca más sensato y bloqueando a perrillos falderos y ladradores varios los encontrará con relativamente poco esfuerzo.

Los hay también simpatizantes del Real Madrid, y a lo mejor le cuentan cosas que a usted no le terminan de chanar aunque reconozca que tienen su gracia. Pero al menos se preocuparán por expresarse con un mínimo de donosura, evitando caer en el chabacano lugar común y huyendo como de la peste de sus dos hermanas más zafias: la increíble verdad cambiante y la calumnia gritona, ambas vedadas para cualquier periodista digno de tal nombre. O sea, que aún no haya vendido su carnet en el prostíbulo de la tertulia a 300 euros la noche.

Seguramente estos y estas que les recomiendo también estén cabreados por aquello que son libres de interpretar como injusticias en el Clásico. Pero como escribió Valdano, el último dandy llorón: "El que quiera justicia, que no vaya al fútbol". De cualquier manera, una cosa es eso y otra muy distinta que se deje pasar todo como si fuera una crítica válida. En un movimiento osado, el Barcelona fue filtrando ayer, aún sin confirmación oficial, que ha presentado y presentará demandas contra presuntos periodistas (al contrario que ellos, yo me cuido de respetar siempre el principio de inocencia) por verter calumnias contra el club relacionadas con el infame caso Negreira.

Que pagar las cantidades acusadas de recibo por Hacienda a un vicepresidente en activo de los árbitros es sospechoso de pelotas es una obviedad, y la investigación pertinente pondrá a cada cual en su sitio. Pero también parece claro que verse camino del juzgado siendo un plumilla dosmileurista por ese "sujétame el cubata, Jimena, que voy a Twitter y ya verás estos catalufos de mierda, ladrones, se van a enterar" solo lo hacen un parguela o alguien que ha emborronado tanto las líneas de su deontología profesional que las del VAR a su lado parecen las de la proporción áurea. Se diría que el Barça ha decidido hacer lo mismo que el videoarbitraje: tirar la raya tras la cual ya no se puede jugar, les guste a los voceros del madridismo o no.

Y como lo ha hecho Joan Laporta, por supuesto no podía faltar un toquecito populista: cuentan también los compañeros del Sport que el club pondrá a disposición de los aficionados culés un correo electrónico para que puedan enviar "informaciones publicadas en medios de comunicación que consideran susceptibles de ser demandadas". Esto ya puede volverse un poco pantanoso, porque históricamente la unidad de destino y la delación del enemigo han mezclado con un punto demasiado atroz para mi gusto. Y porque imagino que ahora tendré que revisarme el archivo de estas columnas, pereza máxima, para cuando llamen a las cinco de la mañana a la puerta y, al contrario de lo que decía Churchill, no sea el lechero sino la autoridad, irónicamente enviada previo señalamiento de la central lechera, como se la llamaba en otros tiempos. Porque alguna mentirijilla, vamos, seguro que a mí también se me ha escapado. Solo espero que no me embarguen la tostadora. Con lo bien que me deja las rebanadas de pan campeón de Liga, digo, del mundo...

P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana