Si Xavi cumple su palabra y se va al 30 de junio y le releva Rafa Márquez, como filtran desde el propio club, a pesar de que Deco, director deportivo, le descartara públicamente en febrero pasado en una entrevista a Esport 3, Laporta habrá tenido en el primer equipo 3 entrenadores diferentes en 3 años, 3 técnicos distintos en el filial y 2 directores deportivos. Así es imposible consolidar ningún proyecto. Un parche para tapar otro parche. Ya no solo abandonan el barco los mejores ejecutivos, sino también los entrenadores. Nadie quiere habitar en ese modelo presidencialista, en el que todo lo decide el presidente, pero cuando se tropieza quedan todos señalados menos él.
Si todo sigue igual, cualquier entrenador que venga, el que sea, fracasará. Se le exigirán resultados de Champions con una gestión institucional de segunda. El presidente hablará de tripletes después de decirle a su entrenador que no cuente con fichajes y que siguen los problemas para inscribir jugadores. El nuevo entrenador deberá despachar con un "emperador", rodeado de familiares y amigos, al que le gusta jugar a ser entrenador y hasta cambiar convocatorias. Y al primer mal resultado, detectará como, de repente, el lobby mediático dictaminará que "gracias por haber jugado, pero ha perdido la comparación con Guardiola". Y se enterará de que antes de que el presidente quede salpicado, ha ordenado a periodistas y youtubers que "carguen, apunten y disparen", como le sucedió a Xavi y a Koeman, al que el propio presidente humilló primero públicamente y ratificó después.
El nuevo entrenador sufrirá que Laporta haga de director deportivo, y meta con calzador determinados jugadores en función de su grado de amistad o interés con los representantes Jorge Mendes, Pini Zahavi y Fali Ramadani. La prueba es que, aunque el entrenador ha puesto a Joao Félix de suplente en todas las "finales", el presidente quiere comprarlo, como si él supiera más que los técnicos.
El nuevo entrenador debe saber que mientras Xavi pidió un centrocampista en enero para sustituir a Gavi, el presidente y el director deportivo le trajeron una promesa brasileña, pagada a precio de superestrella, porque las comisiones son de las buenas. Con esta improvisación e incoherencia permanente, el entrenador que venga es muy probable que se la pegue. Porque aunque no dispondrá de ninguna estrella del nivel de Messi, Griezmann, Luis Suárez, Neymar o Henry, compararán su Barça con los anteriores y sufrirá un entorno cargado de ansiedad hasta las cejas por las "urgencias históricas" que decía Menotti si se confirma que esta temporada se cierra en blanco. Y, el primer contribuyente a generar una sobrepresión asfixiante será su presidente, como le pasó a Xavi a principio de esta temporada, cuando leyó en una portada a Laporta afirmando que "tenemos mejor equipo que el Madrid". Así, con la humildad que le caracteriza.
Y aún sin fichajes, el problemático entorno le exigirá que plante cara al Real Madrid, que se ha gastado 100 millones en Bellingham y fichará a Mbappé. Y, además, deberá hacerlo siendo fiel al ADN culé, extremo que será decidido por los habituales comisarios del "modelo". Es decir, teniendo más posesión, sin conceder ocasiones al rival y goleando en cada partido. Casi nada.
Si después de vender 800 millones en palancas y malgastar 270 millones en 24 fichajes no se ha conseguido un equipo suficientemente potente, ¿cómo podrá el nuevo entrenador luchar por la liga y la Champions sin grandes refuerzos y teniendo que perder, además, a un peso pesado de la plantilla? En cualquier caso, el nuevo entrenador deberá estar preparado para ver como, en las primeras curvas, el presidente no será su escudo sino una flecha porque "no ganar tendrá consecuencias".