El barcelonismo recuerda con nostalgia la etapa más gloriosa en la historia del FC Barcelona. Este viernes, 29 de noviembre, el club azulgrana cumplirá 125 años de vida. Hans-Max Gamper fundó la entidad catalana en 1899. Desde entonces, la institución ha atravesado etapas de todo tipo. A partir de los años 90, el Dream Team de Johan Cruyff instauró una excelencia futbolística que ha pervivido, con altibajos, hasta la actualidad para alzar la institución culé a lo más alto de las leyendas del deporte rey en el mundo, el fútbol.
Los últimos 30 años de éxitos apenas representan una cuarta parte de la larga historia del Barça. Son incontables las acciones han conducido a la institución hasta la grandeza de nuestros días. Aun así, en más de un siglo de existencia, cinco decisiones en concreto resultaron clave para que el FC Barcelona haya alcanzado la cumbre deportiva, económica y social.
Gamper, fundador y salvador
Como toda historia, la del Barça empieza por el principio. Hans-Max Gamper, deportista suizo y fundador del FC Zürich, se mudó a Barcelona en 1899, donde congenió con una colonia extranjera de la ciudad. Juntos, varios aficionados foráneos empezaron a practicar el fútbol, y el 29 de noviembre de 1899 nació el FC Barcelona en el Gimnasio Solé.
Más pronto que tarde, el choque de culturas desembocó en las primeras discordancias. Como explica Xavier Gamper, nieto de Joan Gamper entrevistado por Culemanía, el primer cisma fue "religioso", pues su abuelo era protestante. Y Lluís de Ossó, otro socio fundador, era sobrino de Enric de Ossó, declarado santo por la Iglesia católica.
Las divergencias entre católicos y protestantes degeneraron en la desvinculación de la gran mayoría de miembros exranjeros. De los más de 300 socios, la masa social se desplomó hasta los 38 miembros. En 1908, Vicent Reig asumió la presidencia, pero solo duró 22 días en el cargo. El presidente más breve de la institución hasta la actualidad. El mismo dirigente convocó una reunión el 2 de diciembre con una sola orden del día: la disolución del Barça.
Cerca de la desaparición
En aquella reunión, solo Joan Gamper se levantó dispuesto a heredar la presidencia, como relata su nieto: "Van 20 personas a la reunion. Uno de los jugadores, Walter Wallace, se levanta y grita: '¿Pero no hay nadie que pueda levantar este club? ¿El Barça tiene que desaparecer?'. Entonces, Gamper se presta voluntario, ya superada la mayoría de edad: 'Hay que dejar las divisiones religiosas'".
El fundador de la entidad asumió la dirigencia en cinco períodos distintos, siendo aquel el primero con 31 años. Posteriormente, en 1909, Gamper organizó un partido contra el Stade Helvétique de Marsella, formado mayoritariamente por jugadores suizos. Asistieron personalidades reputadas como los cónsules de Suiza y Francia.
Financió el estadio
La derrota azulgrana (0-3) quedó en anécdota, pues aquel partido significó el acercamiento de la burguesía catalana al club. Albert Bastardas, Joan Ventosa y Francesc Cambó, líder de la Lliga Regionalista, asistieron al compromiso. El fútbol atrajo la mirada de los ricos ya que la clase obrera todavía trabajaba jornadas de 12 horas diarias y estaban al margen de un deporte que hoy es muy popular y nada elitista.
Gamper, que se fue haciendo al catalanismo durante su adaptación a Barcelona, consiguió que la clase burguesa catalanista se asociara al Barça. Este impulso culminó con la idea del fundador de tener un estadio propio. En 1922, Gamper, presidente por cuarta vez, puso 907.000 pesetas de su bolsillo para la construcción del Campo de Les Corts. Asumió con sus ingresos la mitad del coste total de aquel estadio que dejó atrás el campo de la calle Industria. Si Gamper no hubiese cogido el toro por los cuernos en aquella junta de 1908, el Barça podría haber desaparecido.
Traslado al Camp Nou
Del primer hogar, al segundo, un Camp Nou que todavía persiste con tres grandes remodelaciones. La tercera, en curso hasta 2026. El estadio que ha alojado las mejores noches de la historia de la entidad también fue providencial para su crecimiento económico. El presidente Francesc Miró-Sans encargó el proyecto de nuevo estadio a su primo hermano y arquitecto Francesc Mitjans.
La obra costó 288 millones de pesetas, desde la primera piedra colocada en 1954 hasta la inauguración del recinto el 24 de septiembre de 1957. El coste astronómico, en la dimensión económica de aquella época, desencadenó una época de vacas flacas que pudo costarle la quiebra a la entidad. Hasta la recalificación de los terrenos en Les Corts en 1965, una década más tarde, que permitió vender las parcelas por 228 millones de pesetas y así costear la construcción del nuevo estadio.
Si Miró-Sans no hubiese tenido el valor de comprar aquellos terrenos y de edificar el Camp Nou --con dos gradas y su emblemática cubierta, aunque ya con el diseño de la futura ampliación para armar una tercera grada asimétrica--, la historia blaugrana sería totalmente distinta. Aquella decisión supuso un salto adelante que significó un enorme crecimiento para la institución, mientras el resto de equipos locales se quedaron en estadios más pequeños y no progresaron al ritmo del Barça.
La ampliación de Núñez
José Luis Núñez asumió la primera presidencia democrática en 1978, tras el franquismo, en plena transición. El constructor pronto puso en marcha un plan para ampliar el Camp Nou hasta los 120.000 espectadores, aprovechando la celebración del Mundial de España de 1982.
Para evitar otra crisis económica, se pidió una derrama a los socios ideada por Carles Tusquets, entonces tesorero del club. Esta consistió en un adelanto que el club iría descontando de las cuotas de socio y los abonos durante los próximos cinco años, pero los socios del Barça mayoritariamente perdonaron aquella deuda con su amado club.
Gaspart salvó a Cruyff
Hasta los años 80, los culés se habían tenido que conformar con la gloria nacional. El Real Madrid se llevaba los elogios en el continente, con seis títulos de la Copa de Europa. Hasta que Johan Cruyff, sin el título de entrenador, aterrizó en el Camp Nou en 1988. Con una Copa del Rey y una Recopa de Europa en sus dos primeros años, la continuidad de El Flaco pendía de un hilo el verano de 1990.
Fue en una asamblea de socios bajo el mandato de Núñez, cuando el vicepresidente primero Joan Gaspart salvó la continuidad de Cruyff con un pucherazo de libro. Los participantes votaron sobre la continuidad del entrenador neerlandés, muy discutido, y el gerente de la época, Antón Parera, se llevó la urna para realizar el recuento. Gaspart se le acercó y le susurró el siguiente mensaje: "Ha ganado la continuidad de Cruyff por 12 votos". Nunca se comprobó aquella votación, que probablemente habría desembocado en la destitución del Flaco.
¿El desenlace de aquella historia? La primera Copa de Europa de la entidad en 1992, y las bases de una filosofía que aún perdura en la Ciutat Esportiva Joan Gamper. La tercera decisión clave en el devenir del club. De no haber existido aquella jugarreta de Gaspart, y la defensa a utranza que el propio Núñez hizo de Cruyff en la asamblea de 1990, la historia del Barça sería totalmente distinta.
El tratamiento de Messi
La cuarta fue el fichaje de Leo Messi, formalizado en una servilleta en el año 2000 e impulsado también por el propio Gaspart, ya como presidente. En las categorías inferiores del Newell's Old Boys, a La Pulga le diagnósticaron un grave problema de salud de la hormona del crecimiento.
Ningún club argentino atendió la petición de sus padres para financiar el costoso tratamiento. Tampoco en Europa parecía despertar interés la pobre suerte de un menudo chaval rosarino. Hasta la llamada del Barça. La insistencia de Horacio Gaggioli, Josep María Minguella y, posteriormente, Carles Rexach --el que fuera compañero y ayudante de Cruyff en el banquillo quedó prendado del astro argentino en un partidillo de entrenamiento y acabó firmando la famosa servilleta-- sirvió para convencer a Gaspart de firmar un contrato único a un niño de solo 13 años.
El club barcelonista costeó íntegramente el tratamiento hormonal. Así, el astro argentino empezó su andadura vestido de azulgrana en el Infantil B en marzo de 2001. El resto es historia, mucha historia condensada en 20 años y 45 títulos oficiales, la mayoría con la elástica del Barça. Leo es considerado el mejor futbolista de todos los tiempos, y también de la institución culé, cuya historia hubiese cambiado por completo de no haberse firmado esa servilleta.
Guardiola o Mourinho
Joan Laporta, otro de los presidentes que ha marcado la era moderna barcelonista, tuvo la llave del mejor Barça de la historia. En abril de 2008, el abogado catalán decidió prescindir de Frank Rijkaard, cuyo ciclo en la entidad se encontraba en fase de declive a pesar de la revolución que inició con Ronaldinho como gran figura y la conquista de la segunda Champions, en París, en 2006.
La disyuntiva para sucederlo se reducía a Pep Guardiola, técnico del filial que sería campeón de Tercera División y exjugador azulgrana, y José Mourinho, exsegundo entrenador de Bobby Robson y Louis van Gaal en el FC Barcelona y con una Champions League en su haber con el Oporto. Durante muchas semanas el nombre de Mou estuvo por delante del que, a la postre, se conviritió en el mejor entrenador de la historia culé. Una noticia que Guardiola recibió durante una cena en la Bodega Sepúlveda de Barcelona con Joan Patsy.
Evarist Murtra, miembro de la junta directiva, apostaba por el genio de Santpedor. Por contra, Marc Ingla, vicepresidente deportivo, y Ferran Soriano, vicepresidente económico y director general, abogaban por contratar a The Special One, más contrastado en los banquillos. El tiempo le dio la razón al primero. Se reunieron con el estratega luso en Lisboa, con su homólogo catalán en Els Jardinets de Gracia, y finalmente convenieron que Guardiola se merecía un voto de confianza.
Eran momentos delicados en el Barça. Laporta acababa de superar una moción de censura con un 60% de los votos en contra. Sobrevivió el presidente y encontró la mejor solución posible en Pep Guardiola.
Leo y Pep, legado inigualable
En cuatro años conquistó tres Ligas y dos Champions entre un total de 14 títulos. Pero, por encima de todo, dejó un legado inigualable a nivel de juego y regaló las mejores noches de júbilo --con Messi como punta de lanza y sus fieles escuderos, Xavi e Iniesta-- a una afición barcelonista que todavía idolatra al técnico del primer sextete de la historia. Historia, pero de amor eterno, que no habría existido si Laporta hubiese cometido el error de apostar por Mourinho, como algunos le aconsejaron.
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