El Barça es un club ciclotímico. Pasa de la euforia a la decepción en un plis-plas y poco dura la calma. Menos aún con Joan Laporta de presidente, enfrentado ahora con la Grada d'Animació porque le reprocha su gestión sin mediar insulto alguno. Ya se sabe que Jan no tolera mucho la crítica, y suerte tiene de Hansi Flick, un tipo sensato que pone orden en el vestuario.
Estaba picado el Barça, tras la derrota en Anoeta y el empate en Vigo. Solo había sumado uno de los seis últimos puntos en la Liga y se desvanecía la euforia desatada tras el 4-1 al Bayern y el 0-4 al Real Madrid. Flick, prudente siempre, ya temía que el equipo se destensara y, con guante de seda y mano de hierro, aprieta a los futbolistas.
Plácida victoria
Este sábado, en un ambiente más frío que de costumbre por la ausencia de la Grada d'Animació, el Barça calmó sus temores con una plácida victoria contra el Brest, un equipo que sorprendía en la Champions y se estrella en Francia.
El partido fue un monólogo barcelonista. Tuvo más deseo y chispa el Barça, que encarrila su clasificación directa para los octavos de final de la Champions tras ganar cuatro partidos y perder uno. Dos goles de Lewandowski, el 100 y el 101 del delantero polaco en la máxima competición europea, y otro de Dani Olmo tuvieron un efecto balsámico.
Presidencialista
Flick tiene las ideas muy claras. La lesión de Lamine Yamal es un problemón, pero supo gestionar los recursos que tenía contra un rival inferior. Gerard Martín aprendió la lección de Balaídos. También Pedri. Ahora falta apretar las tuercas de Jules Koundé, un jugador poco disciplinado al que se le para muchas veces el reloj.
El capataz Flick gestiona perfectamente el vestuario del Barça. Otra cosa es Laporta, un presidente cada vez más presidencialista, al que le va mucho la marcha y poco la discrepancia, tal vez porque se parece más a su excuñado que a Josep Suñol, el presidente barcelonista que fue fusilado en 1936 por las tropas nacionales a quien más de una vez ha rendido tributo.
El malestar de Messi
El presidente nunca aceptó que la Grada d'Animació osara gritar "Barça sí, Laporta no" y ahora pasa factura. Siempre fue el Camp Nou un estadio frío y su transformación fue aplaudida por Xavi y los futbolistas, pero no por un dirigente que se cree intocable.
Laporta no tiene miedo a nada y a nadie. No le asustan los números rojos ni el caso Negreira. Su mayor frustración, tal vez, sea Leo Messi, a quien un día engañó al anunciarle que renovaría su contrato y después le comunicó que reculaba. El crack argentino sigue molesto con el presidente. Proclama siempre su amor al Barça, pero no quiere hacerle el caldo gordo a Laporta en la presentación del 125 aniversario.
Flick y Guardiola
Sin Messi, el Barça hubiera sido menos Barça. También Laporta fue clave para modernizar al club a principios de siglo, pero su mandato actual tiene más sombras que luces. Por suerte, cuenta con Hansi Flick, el salvador de un Barcelona siempre convulso y al que se encomendó en una situación crítica, parecida a la de 2008 cuando contrato a Pep Guardiola. En los peores momentos, Laporta siempre encuentra una solución. De momento.