Hay que entender que el fútbol es un negocio cada vez más importante para las grandes empresas, multinacionales, millonarios y hasta para países que aspiran a promocionarse turísticamente y para naciones que sueñan con lavar su imagen política.

Hay que comprender también que, para sobrevivir, permanecer en la elite y anhelar ganar títulos los clubes necesitan muchos ingresos atípicos. Hoy en día con las taquillas y la cuota de los abonados y socios no es suficiente para estar en el podio o salvar la categoría. Es fundamental y hasta vital poseer unos buenos ingresos por derechos de televisión. Es obligatorio gozar de un excelente marketing para vender tu marca mundialmente. Y en esa carrera por obtener beneficios, o por no aumentar la deuda, o simplemente por conservar un equilibrio económico, los clubes han encontrado en el patrocinio una renta capital. En este momento, la camiseta del Barça es la más valorada en el mundo con unas ganancias que se aproximan a los 200 millones de euros.

Ese negocio hubo un tiempo que era impensable. Los socios defendían la virginidad de la camiseta. No querían mancharla, decían. Era una señal de identidad. El ADN, aseguraban. Y un buen hombre como Evarist Murtra encontró la semilla ideal para iniciar al club y convencer a los aficionados de los beneficios de llevar publicidad en la camiseta. Esa primera vez, el Barça no ingresó dinero alguno; es más pagó, y hoy en día continúa ofreciendo una donación de 2 millones de euros a Unicef por llevar sus siglas en la parte posterior de la camiseta.

Llegados a este punto hay que decir que la venta de camisetas al público también supone otro suporte significativo para los clubes. En este sentido hay que entender que cada año varíe el diseño de la misma, porque de ser igual cada temporada posiblemente las ventas se verían reducidas notablemente. Por ejemplo, hay aficionados que coleccionan las camisetas de cada año de su equipo, tengan un modelo bonito o feo. Y como es una cuestión de gustos es posible que alguno de esos diseños no sean del agrado de todos. Exactamente lo que va a ocurrir con la nueva camiseta del Barça, que rompe el modelo tradicional de las rayas verticales y se convierte en una especie de tablero de ajedrez, quizás ideal para un club que vive en jaque continuo en un entorno complejo de entender.