Sostiene un buen amigo en las redes sociales que en el fútbol no se pueden hacer análisis cuando un equipo tiene un jugador menos. Lo dijo a propósito de un post en el que dije que la victoria del PSG sobre el Barça había sido un gran triunfo de Luis Enrique en todos los aspectos del juego. Lo sostengo. Cierto que cuando el partido estaba igualado 11 contra 11 ganaba el Barça, que se adelantó en su primera llegada al área parisina. Y que la expulsión de Araujo fue decisiva para que el equipo francés finiquitara con más contundencia lo que se veía venir, porque cuando el Barça tuvo su equipo completo, el PSG también fue mejor, menos en el resultado. Pero en presión, posesión y hasta en ambición, el PSG lo hacía mejor que el Barça.

Y, en consecuencia, Luis Enrique superaba a Xavi. Y a eso me refería principalmente. Al planteamiento ofensivo del técnico asturiano, al ahogo de jugadores importantes del Barça, que cometían errores forzados ante el apremio agobiante de los franceses. Luis Enrique también demostró que tiene más experiencia que Xavi en el banquillo. Aguanta más.

Es más paciente. Y seguro, como él mismo reconoce, se muerde la lengua. Xavi es todo lo contrario a lo que fue como jugador. Un futbolista que pensaba, que controlaba los nervios, que fue muy pocas veces expulsado, y que se quejaba muy poco de los árbitros. Tras la expulsión de Araujo, el Barça necesitaba más de su entrenador. Pero no. Él explotó de una forma inesperada. Si normalmente el técnico es el jugador número 12 de un equipo, en ese momento, Xavi tenía que tirar de autocontrol.

No era el momento de explotar. Un entrenador tiene mucho tiempo para reventarlo todo, y especialmente si esa jugada acontece mediada la primera parte. Podía esperar hasta el final del partido para decirle al árbitro lo que quisiera, en el vestuario o en el parking como hacia Mourinho, pero lo importante en ese momento era intentar recomponer al equipo, guiarlo, dirigirlo. No dejarlo solo. Y Xavi no lo hizo. Renunció. Y eso es tan sorprendente como inesperado en una persona de talante tranquilo, como siempre he creído que es Xavi, que reconoció su error en la conferencia de prensa al final del partido. Y en ese aspecto, ahí, también ganó Luis Enrique.