Darío Grandinetti y “el trauma de un recuerdo” cargado de humor
El actor argentino protagoniza junto a Mercedes Morán y Jorge Marrale la última película de Marina Seresesky
9 abril, 2023 00:00Enfrentarse con el pasado no siempre es fácil y si ese enfrentamiento supone regresar al país de origen del que uno ha marchado para enfrentarse a una vida mejor, puede hasta resultar conflictivo y hasta traumático. Claro que si uno es argentino es más que probable que lo enfrente con humor.
No se trata de un comentario estereotipado de este periodista, el mismo Darío Grandinetti señala que “el recordar con humor algo que te fue mal es algo muy argentino. Reírnos de las tragedias y hacer chiste irónico con eso, o meternos el dedo en la llaga con eso, es muy nuestro”.
Esa también es la conclusión a la que uno llega cuando termina la última película de Marina Seresesky, Empieza el baile. Una comedia interpretada magistralmente por el citado actor argentino, la gran Mercedes Morán y el premiado en el festival de Málaga Jorge Marrale.
Los dos primeros interpretan a una expareja de tango, Carlos y Marga, que se dedicó a recorrer el mundo con sus espectáculos, acompañados del tercero, Andrés. Si bien este trío de actores no está ni mucho menos de bajada, sí que comparte cierta historia. En diversas ocasiones su vida laboral les ha hecho coincidir en espectáculos y vérselas de todos los colores cuando se han ido de gira.
“Con Jorge, por ejemplo, durante mucho tiempo hicimos teatro juntos. Fuimos socios incluso. Hicimos giras varias por todo el país, estuvimos afuera también”, señala Grandinetti. Y, como les sucede a los personajes, no siempre les ha ido bien, aunque pueda parecer increíble.
Lo bueno de ellos, es que, como decíamos, se lo tomaron con mucha filosofía. Y aún lo recuerdan así. “De las cosas que nos acordamos con mucho humor, es de los momentos en los que no lo pasábamos bien. Que preguntas como va hoy y te dicen que bien, que había 40 vendidas y decías, ¿Cómo bien? ¿800 kilómetros y 40 personas? Y salimos e hicimos una función con mucha alegría”, rememora el actor en entrevista con Crónica Directo.
Su personaje en la película, en todo caso, no encaja tan bien las cosas. Cuando escucha las anécdotas que rememoran Andrés y Marga se enoja porque creen que las distorsionan y las presentan peor de lo que él las recuerda. “Ahí se crea un gran trauma, porque es tu recuerdo y te dicen que así no fue. Así empieza este viaje de ellos”, señala la cineasta.
Por su parte, Grandinetti trata de defender a Carlos. “No nos olvidemos el motivo por el que él viaja. Después pasa otra cosa, pero él viaja con un dolor, que luego veremos que se modifica”, señala. El personaje vive en su casa familiar, casado y con una hija, en España y una llamada le hace viajar a Argentina con carácter de urgencia. Sus amigos, a los que hacía años que no veía, le han tendido una trampa y no se lo toma muy bien. Pese a todo, decide emprender un viaje por el interior del país para cumplir el deseo de su amiga. Claro que en una furgoneta que no está en muy buenas condiciones.
Las tensiones entre los tres saltan nada más empezar. Los secretos que se han guardado durante todo este tiempo pesan, los tensa. El hecho de que Carlos se haya ido también da pie a trifulcas, pero también a mucha burla. “No se han dicho las cosas malas, pero tampoco las buenas y cargan con mucho. El nudo en la garganta se va haciendo cada vez más largo y llega un momento en la vida que es mejor sacarlo”, comenta la realizadora.
Grandinetti lo pone en ejemplos. “Viste que nos cuesta hablar de las enfermedades. Hay palabras que no se dicen. Hasta no hace mucho la palabra cáncer no se decía, se decía una enfermedad incurable, arrastraba una enfermedad de muchos años, una larga lucha”, expone. Aun así, subraya que “hay cosas que uno tiene el derecho a no querer que se sepan, pero en una relación como la de estos tres, puede terminar siendo una joroba que te sale. A estos tres personajes les sale cuando tiene que salir”.
No es fácil. Y menos para tres personas que fueron estrellas del baile, sobre todo a Darío, que sigue excusando el carácter de Carlos: “Creo que lo que le cuesta es tener que admitir que el mejor momento de su vida pasó y que fue ese que echa de menos. En el reencontrarse con eso y con esas personas con las que compartió los mejores momentos o los más felices de la vida de los tres es muy movilizante. Sobre todo, si no eres muy consciente”.
Y es que, en la interpretación, reconoce, hay muchos egos. “En un oficio como el nuestro, en el que uno espera el reconocimiento, el aplauso y en el que alguno le ha ido mejor, al otro le ha ido peor, todo eso también está en juego”. Y si han de asumir que su tiempo pasó, ya se le añade más complicación.
Seresesky incorpora otro factor de tensión más. “La distancia pone mucho orgullo de por medio, pone mucha apariencia de lo que uno espera que el otro vea. Uno quiere mostrar lo mejor después de mucho tiempo y eso frena mucho el poder abrirse. Pero después todo se empieza a resquebrajar y no queda otra que abrirse y contar los secretos que guardan todos en esta película”.
Ella sabe de lo que habla. Lleva más de 20 años viviendo en España y ha luchado mucho tiempo con esa idea del regreso. Ella misma revela que Empieza el baile “nace del estar fuera mucho tiempo, de desear no echar de menos durante mucho tiempo hasta que uno decide: mira, sí, sí echo de menos, quiero volver. Y volver desde una cosa no tan nostálgica, sino de una cosa más de vivida, disfrutable, para no engancharse en esto de la nostalgia, del que vive lejos. Por eso, el personaje de Darío Grandinetti, Carlos, es un personaje que hace mucho que no regresa a su país natal y este viaje lo devuelve a muchas cosas, no solamente por la distancia que ha tenido, sino lo devuelve a los lugares, a los momentos donde empezaron muchas cosas para él”.
El actor también fijó hace décadas su residencia en España, pero él encadena proyectos aquí y allá. Aunque este tuvo algo especial, rodar en su ciudad natal, Rosario. Por eso, el tema de la distancia no la sufre tanto como su personaje. Él las fugazzettas con fainá las puede tomar cada año.
Eso, le juga muy a favor, porque como Seresesky indica “cuando uno echa de menos, la distancia te nubla un poco la visión” y eso es lo que les pasa a estos tres personajes que viven a kilómetros los unos de los otros. Pero también a años, muchos años de esos momentos en que fueron grandes glorias.
“Estos tres personajes han tenido una vida más o menos parecida a la que hemos tenido nosotros como actores. Hemos recorrido, viajado”, confiesa Grandinetti, quien indica que este recorrido que realizan los protagonistas de la película “no es un viaje al pasado con angustia o con una nostalgia, sino con ternura, con mucho humor. Lo que los rescata es recordar eso con alegría”. Un hecho fundamental.
Porque, aunque hablemos de que estos tres personajes ya no son nadie para el mundo, de que tienen rencillas entre ellos y tengan secretos enquistados, Empieza el baile “es una película romántica, un canto de amor a muchas cosas, a eso que nos hacía felices” en palabras de su directora.
¿Y qué nos hacía felices? “La música nos hacía felices, la comida nos hacía felices, el estar juntos, el volver a estar juntos. Entonces, todo eso se va sumando: el reencuentro de estos tres, la felicidad y todo lo que les sucede, los reproches. Todo lo que va unido a tantos años de no decirse las cosas, pero también el reencuentro de volver a comer juntos lo que comían y volver a escuchar la música que escuchaban, que era tan fundamental para ellos. Entonces, por eso es un canto de amor a las personas, a los lugares, al choripán, al tango”, remata Seresesky.
Realmente es así. A pesar de que en la película aparezcan algunos nombres reconocibles por el público argentino como el de Susana Jiménez, se coman un buen asado y otros productos 100% patagónicos, el público español puede disfrutar de una comedia llena de recuerdos compartidos con unos personajes que despiertan una ternura pocas veces vista.
La realizadora trata a sus protagonistas con un respecto máximo. A pesar de lo cascarrabias que es Carlos, se le aprecia esa sonrisa que se le dibuja en la cara cuando sus compañeros de viaje le hablan de algún momento que vivieron. Aunque Marga guarde un secreto su voluntad de pasar un buen rato con sus compañeros de vida, prima por encima de todo. Y Andrés, al que se le ve la tristeza en el rostro va a hacer lo posible para que esa expareja de baile se fume la pipa (o el porrito) de la paz.
En definitiva, “la película habla de cosas bastante universales que se pueden entender. La amistad y el querer volver a esos lugares donde fuimos felices, eso lo tenemos todos” apunta la cineasta. “Es verdad que tiene este humor argentino que es muy característico” señala, pero todos sabemos “que se entiende mucho aquí”. Y nos encanta. Por eso, aunque la película invite a enfrentar el trauma del pasado y del recuerdo, vale la pena empezar el baile.