Ángela Cervantes vuelve al lugar en el que siempre ha querido estar, el teatro. Ella admite que quiere compaginarlo con cine y series, que le encanta, pero las tablas son su lugar. Aunque sea difícil. A ella, esto le encanta, sobre todo si puede crear algo más con ello.
Consecuente con su manera de pensar, y a pesar de lo duro que le resulta, la actriz catalana se ha puesto en la piel de la víctima de La Manada de Pamplona en la nueva obra de Jordi Casanovas dirigida por Miguel del Arco, La Jauría. Ella se pone en la piel de esa mujer que fue violada, abusada y agredida por un grupo de cinco guardia civiles a las tres de la madrugada de un 7 de julio de San Fermín. Era 2016.
El caso es de sobras conocido. Ocupó horas de televisión, páginas de diario y sesiones en las Cortes españolas para cambiar las leyes para que los violadores, los abusadores, los agresores no acaben libres e impunes y, sobre todo, para que la justicia no vuelva a tratar a las víctimas de forma inquisitorial ni replicando cuestionamientos de su testimonio que no hacen más que victimizarla.
La obra, que se representa en el Teatre Romea de Barcelona, ficcionaliza la historia, pero apoyada en los audios que se pudieron escuchar en el juicio a La Manada. Unas voces, a las que ponen el cuerpo Francesc Cuéllar, Quim Àvila, Artur Busquets, Carlos Cuevas y David Menéndez, que recuerdan cuánto daño han hecho y hacen actitudes machistas y violentas a la sociedad. Unas voces que, cada vez que suenan sobre el escenario y fuera de él, atraviesan a Ángela Cervantes y todos los presentes y que recuerdan cuan dañados estamos como sociedad.
Crónica Directo habla con la actriz para conocer su punto de vista y saber cuán difícil es representar una actualidad tan cercana. En todos los sentidos.
- No debe ser nada fácil meterse en este papel, ¿se lo pensó mucho a la hora de aceptar?
- Había visto la función en Madrid, porque vivía allí y justo fue cuando la estaban haciendo. La vi dos veces incluso. Me tocó mucho. Y cuando me llegó el casting sabía lo que venía, si era que sí. Por tanto, había un punto que decía, “bueno, mira, si me cogen es que lo tengo que hacer yo, pero si no, este viaje que me ahorro” (sonríe). Fue que sí, entonces hay un punto que como actriz creo que es un reto muy interesante. Al final también yo quiero ser actriz y contar cosas que remuevan y que ayuden a cambiar conciencias. Y este espectáculo lo tiene todo.
- ¿Y ha sido duro?
- Ha sido intenso y un poco duro el proceso, sí. Tenía mucho miedo por el tema. Está la responsabilidad por tratarse de un caso real. Todo lo que se dice son declaraciones que se han hecho en un juicio y entonces. Me daba mucho respeto explicarlo. Pero también se ha hecho con todo el amor. Pero, en el fondo, el teatro es un acto muy catártico, en el que cada espectadora y espectador viene con las experiencias que ha tenido y ves cómo le puede afectar. Ahora, después de los ensayos y los primeros bolos, estoy más tranquila. Veo cómo lo recibe la gente, sobre todo las mujeres, y me da mucha tranquilidad y más fuerza para seguir. Todo tiene un poco más de sentido.
- Cuando luego se cierra el telón, ¿cuesta salir del papel?
- No es tanto del papel como de la energía. Al salir estoy un poco cerrada, un poco más triste… quizás eso sí que me cuesta un poco. Claro que hasta ahora eran los ensayos y los bolos del fin de semana, que puedes respirar un poco. Ahora cada día a ver cómo será.
- Además, en su personaje pesa mucho la culpa. ¿Tanto daño ha hecho?
- Es una de las claves con las que he trabajado y con las que yo me siento muy identificada. La culpa va muy ligada a las mujeres, conectamos muy fácil con ella. Yo personalmente también. Es un sentimiento muy grande que siente. Hay muchas cosas por las que puedes sentir culpa y, cuando te ha pasado una cosa tan atroz, es muy fácil intentar buscar culpables y la más cercana que tienes es a ti misma. Por tanto, sí, juega un papel fundamental.
- Dice que todavía la siente. ¿No hemos cambiado nada?
- Sí, pero creo que incluso todavía hoy hay gente que piensa así y verá la función y pensará que igual si ella hubiera bebido menos o se preguntará por qué se fue con ese chico. Al estar la culpa tan instaurada, es muy fácil caer en esos comentarios. La culpa está muy arraigada en nuestra mentalidad, en nuestra forma de entender incluso la fiesta y las relaciones, en cómo educamos a las niñas y cómo educamos a los niños. Aquí queda mucho trabajo por hacer todavía.
- ¿Cuáles son esas diferencias a la hora de educar a los niños y a las niñas y cómo repercute al final?
- Tiene mucho que ver. Sin querer vamos hacia allá. Yo tengo amigos con hijos e hija y les pasa porque también son muchos años en que nos han educado así. Supone romper con un pasado y lleva mucho , mucho mucho, mucho tiempo. También creo que se está haciendo mucho al respecto y ya solo tener la conciencia de que esto tiene que cambiar es mucho, ya es un paso.
- Claro, pero luego llega el juicio. Se escuchan los discursos de los abogados y la primera sentencia es la que es. ¿Qué papel juega este poder o esta violencia institucional, no sé cómo lo diría?
- Estoy de acuerdo contigo que hay una violencia institucional y hay una doble victimización a la hora de volver a explicar en un juicio todo lo que ha pasado. Entiendo que haya un juicio y todo el mundo tiene derecho a defenderse, pero creo que la manera de hacerse puede cambiar mucho. ¡Es crucial! Tengo muchas amigas que han denunciado y si ahora volvieran atrás no lo harían, por eso. Esto denota un fallo del sistema. No puede ser que no se quiera denunciar, pero piensan que así evitarían pasarlo muy mal. Ya es duro lo que te ha pasado para que encima tengas que volver a vivirlo y sentirte juzgada y señalada. Nadie quiere pasar por eso.
- De hecho, su personaje en un momento de la obra afirma que “aquella noche fue terrorífica, pero lo peor estaba por venir”. Pero son ya muchas las víctimas que dicen cosas similares y nada ha cambiado, ¿por qué cree que cuesta tanto cambiarlo?
- Sí, es complicado. Y esto es una de las cosas que he aprendido de esta obra. Porque quizás la otra parte, la de los hechos, de la fiesta, los comentarios, del grupo de tíos y esas energías, las podía conocer más o podía estar más cerca o tener casos similares. Pero el hecho de estar en un juicio, que unos abogados con una toga te señalen, te cuestionen y te hagan según qué preguntas, ¡joder, me chocó mucho! Como actriz fue la parte más dura y la parte en que siento que no tengo que hacer nada sobre el escenario. Escucho, me atraviesa y hace mucho daño. Te sientes sola y sientes como, justamente, las personas que te tendrían que proteger, de darte la mano, son las que te están maltratando. Yo sentía el maltrato. Pero realmente, no sé cómo cambiarlo. Bueno, sí. Una cosa que se dice durante la función, porque pasó, es que cuando se pidió la revisión de la sentencia y se pidió que se juntara la comisión de expertos para revisar el caso, ésta estaba formada por 20 hombres, no había ninguna mujer. Entonces, sí creo que esos cambios sí se tienen que hacer. No puede ser que haya 20 hombres para hablar sobre estos temas.
- En un momento dijo que puede entender, por cercano, ese trato recibido en fiestas, por un grupo de chicos. ¿Se ha naturalizado, lo hemos normalizado tanto?
- Sí. Es cierto que está cambiando y hay una voluntad de ser más consciente, pero esas actitudes están muy naturalizadas. Hablamos de ese comportamiento que hay algo cuando se junta un grupo de tíos: hay como unas energías que no sé por qué, pero funciona. Hay algunos comentarios y tendencias que normalizamos, incluso nosotras, yo como mujer lo he normalizado, has consentido según qué cosas que no se deberían consentir.
- Eso es muy duro, muy triste a nivel social y muy significativo.
- Sí, pero a veces te da más pereza ponerte a decir según qué que aguantar. Ese es el error, pero a veces también es pesado.
- En este sentido, hemos hablado de un problema de educación, de justicia y una realidad que se presenta en el teatro. ¿Qué papel juegan?
- Como decía, el teatro es un acto muy catártico y, a parte, de alguna manera, obligamos al espectador a hacer el viaje emocional, porque te sientas en la butaca y no hay más: tendrás que hacer el viaje, porque es una pieza que realmente atraviesa por cómo está montada. Últimamente estamos muy insensibilizados. En las noticias lo vemos. Hay genocidios en el mundo, guerras y cosas atroces que lo vemos y, creo que por nuestra propia supervivencia, porque si nos afectara todo no podríamos sobrevivir, cambiamos de canal para avanzar. El teatro, al obligarte a hacer este viaje emocional, te hace volver a reconectar con tus propias emociones y con lo que sucede. Ves que las cosas no pueden ser así, porque te está haciendo daño. Mucha gente se lleva esto a casa, piensa en su familia, en sus hijas, en sus hijos... Eso es lo poderoso del teatro y lo más bonito.
- ¿Y cómo se puede cambiar esta educación en la llamada “cultura de la violación”?
- Hemos de ir con cuidado, porque en los chavales empieza a haber un efecto rebote, se sienten señalizados. Les hablan de feminismo y ellos quieren ir a lo contrario. Estamos viviendo una tendencia un poco peligrosa al respecto y se debe vigilar.
- Pero si se sienten atacados, ¿no es porque les da miedo el reflejo que ven de ellos?
- Totalmente. Cuando alguien se siente atacado es porque algo pasa. Si estás tranquilo con tu vida y con tus comportamientos, no tienes que sentirte atacado. Nunca se está intentando atacar a nadie, y menos con el arte. Todo lo que se quiere hacer es remover conciencias y hacer pensar, reflexionar e intentar avanzar si se puede. En cualquier caso, me parece que se quiere ir al otro lado, porque la extrema derecha usa estos discursos para sacar partido.
- ¿Esta obra va a suponer un parón en el cine?
- Yo siempre he querido hacer teatro. Empecé muy amateurmente, con mi grupo de teatro con el que hice una obra en Madrid. Así empecé y es lo que más me gusta. Por tanto, yo encantada de que se pare la agenda por esto. El año pasado rodé mucho, hice tres películas y estoy muy contenta. Pero esto de poderlo combinar es una pasada. Sí que al acabar, tengo un proyecto, una serie de la que no sé si puedo hablar mucho y que se rodará aquí en Barcelona. Quiero compaginarlo, me parece como que es lo ideal.
- ¿El grupo de teatro aún se mantiene?
- No. Es muy difícil mantenerse como grupo de teatro.
- ¿Le gustaría retomarlo, ahora que está una mejor posición?
- Me parece muy idílico, pero es difícil. Veo a muchos compañeros y compañeras que tienen compañías de teatro, que hacen sus montajes y se organizan, y me parece súper bonito, porque aprendes mucho, también. Pero está difícil.